Ecuador / Sábado, 11 Octubre 2025

El accidente de Witt es solo parte del pasado... (Galería)

Fotos: William Orellana
Su más reciente disco es ‘sigues siendo dios’

Marcos Witt salta en medio de luces muy semejantes a las de una discoteca o una fiesta de música electrónica. Es su escenario en el coliseo Voltaire Paladines Polo y lo hace como si no le hubiese pasado nada en sus piernas, llenas de cicatrices que están ocultas por sus pantalones. Eleva el tono de su voz lo más alto que puede como si no hubiesen estado en riesgo sus cuerdas vocales. Y es que la prueba que él atravesó fue muy dura, difícil, frustrante, pero no imposible.

Era el 23 de septiembre del 2012. Witt (Texas, 19 de mayo de 1962) empezaba un descanso indefinido con su familia, uno que él mismo había anunciado y que incluía el pastorado de la iglesia Lakewood.

Aquel día cayó de una embarcación, en el Lago Conroe, cerca de Houston, Texas. Eso le provocó múltiples fracturas en los tobillos de ambas piernas. Fueron 14 los huesos rotos, reconstruidos con 21 tornillos y clavos de titanio, 3 placas y más.

Al cantautor estadounidense, quien lleva 30 años de carrera, que incluyen cuatro premios Grammy y cinco nominaciones a ese galardón, no le preocupaban tanto sus piernas, más allá del dolor que sentía. Su frustración más grande tenía que ver con el temor de perder su voz.

“Precisamente lo que más hago es hablar, predicar, cantar. Mi mayor angustia era no volver a hacerlo”, decía Witt, a través de un video testimonial, algo que horas antes había contado durante el encuentro con los periodistas, a quienes saludó uno por uno con un estrechón de manos, en el hotel Holiday Inn.

Como parte de la intervención quirúrgica a la que fue sometido, los médicos lo intubaron mal y eso afectó a sus cuerdas vocales.

“Me dijeron que no hablara durante 8 semanas. Lo hice, pero cuando volvieron a revisarme me explicaron que debía repetirlo por otras ocho. Con mi familia tuvimos que ir por la vía más larga de recuperación, la más difícil, la de la fe. Permanecí siete meses sin hablar en público, sin predicar, algo que para mí era frustrante”, relataba en aquel clip, que realmente fue lo más importante del concierto que Witt ofreció la noche del viernes pasado desde las nueve y media.

Era la narración de las experiencias que lo inspiraron a producir ‘Sigues siendo Dios’, su más reciente disco, el número 32 de carrera, el que lo trajo de regreso a Guayaquil luego de dos años cuando anunció su retiro.

Y en su video había más. Decía que tuvo mucho tiempo de búsqueda, pero llegó a la conclusión de que Dios sigue siendo Dios. “Hay muchos que en situaciones parecidas a la mía reciben revelaciones, pero realmente no fue mi caso. Y comprendí que podemos preguntarnos mil veces el porqué de las cosas y que no debo alabarlo por lo que pueda o no hacer, sino que debo hacerlo porque simplemente es Dios. Él ha sido, es y sigue siendo Dios, esa fue la lección que aprendí”.

Por eso Witt saltaba, pese a sus 52 años, como si fuese un adolescente con la canción ‘Alabemos’, de su disco ‘Sigues siendo Dios’. El estilo que presentó en esta ocasión fue mucho más juvenil, con música electrónica, una que él descubrió hace tres años, según había dicho en la rueda de prensa.

“Solo había la escuchado, pero nunca me había inmerso. Cuando lo hice me enamoré de ese ritmo”, dice Witt, quien ha sido criticado tanto por la mala interpretación de muchas de sus declaraciones como la reinvención frecuente de su música. Aclara que lo que le interesa son las nuevas generaciones de adoradores y que entiende que con el paso del tiempo los chicos tienen un ‘chip’ distinto.

Sostiene que lo que él hace con sus canciones es una forma de expresión de la Palabra de Dios. “El sonido cambia, pero el contenido es el mismo”, afirma Witt, quien reveló en el hotel que a Francisco Warren, su padre de crianza, no le gustaba su estilo musical.

Ataviado con saco y pantalón negro, más una camisa blanca por fuera, Witt cantó, predicó, a través de sus versículos favoritos de la Biblia (de hecho, no se despegaba de la suya, que alternaba con el micrófono).

Citaba Mateo 5:16 (”Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de la una colina no puede esconderse”) como introducción de su canción ‘Enciende una luz’, seguida por ‘Muévete’.

Witt sabía cómo equilibrar su presentación. Podía saltar en canciones que reinventaba como ‘Levántate Señor’, mientras las pantallas laterales proyectaban manos que pintaban a toda velocidad la lírica de sus temas. Podía ser tan bromista y a la vez serio para los momentos de ministración con melodías que salían de su teclado Yamaha. De ahí surgieron ‘Tu fidelidad’, ‘Dios ha sido bueno’ o ‘Sigues siendo Dios’.

Antes de interpretar ‘Esperaré’ contó que hace poco a Nola Holder, su madre de 74 años, le diagnosticaron cáncer y que hace un par de días, antes de venir a Ecuador él la vio tranquila porque ella ha aprendido a esperar en Dios.

Compartió el escenario con Josué del Cid, su extecladista, a quien considera como un “hijo espiritual” y continuó con un repertorio con canciones ‘Dios eres mío’, Mayor es Él’, ‘Tiempo para brincar’ y ‘En los montes, en los valles’, que fusionó con ‘Somos el pueblo de Dios’, dos de las más esperadas y con las que cerró su concierto a las once y media de la noche ante unas cinco mil personas.  

Los teloneros

A las 20:00 Israel Maldonado abrió el show con un estilo folk a lo Sui Géneris, pero con histrionismo a lo Fito Páez. A él le siguió Isaac Idrovo, quien propuso algo de reggae y pop, mientras que S7 fue más rock y Pablo Andrés con pop. Antes de ellos la actriz Carolina Ossa ofreció su testimonio de fe.