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Yelena Marich: “Enseño a mis alumnas a sacarse la mugre por la danza”

Yelena Marich: “Enseño a mis alumnas a sacarse la mugre por la danza”
13 de septiembre de 2012 - 00:00

La reconocida bailarina y maestra de danza Yelena Marich, directora de la escuela de danza de la Casa de la Cultura del Guayas, es la encargada de organizar, por cuarto año consecutivo, el Festival Internacional de Danza (Ciad) que se realizará del 18 al 22 de septiembre en el Teatro Fedenador, desde las 10:00, cuyas bases están disponibles en el blog www.ciadguayaquil.blogspot.com.

Marich asegura que este tipo de eventos fomentan el amor y la pasión por la danza, que a pesar de ser exigente, es una expresión artística que llena de satisfacciones a quienes tienen la oportunidad de bailar y ser parte de su vida. Por ello, Yelena Marich compartió, con los lectores de este diario, sus anécdotas en esta profesión que la ha llevado a recorrer festivales en Estados Unidos, México y algunos países de Europa.    

Yelena ¿a qué edad inició sus estudios de danza y por qué?

Inicié a temprana edad. Tenía 11 años cuando mis padres me matricularon en la escuela de ballet de la Casa de la Cultura del Guayas. Tomé estas clases porque en mi familia siempre nos ha gustado estar involucrados en el arte.

¿Desde entonces ha cambiado mucho esta actividad?

Sí, porque en ese entonces solo había tres escuelas de ballet en Guayaquil. Actualmente existen varias y todas cuentan con buenos profesores. Sin embargo, las alumnas de ahora siguen el mismo ritmo de las de hace tres décadas. Todas vienen directamente del colegio a sus clases y después hacen sus deberes en casa, juegan, comen, se asean y se acuestan a dormir.

¿Desarrolló sus estudios completamente en Guayaquil?

Tuve la suerte de poder viajar a Estados Unidos, México y Europa, en donde reforcé mis conocimientos. Fui primera bailarina en escenarios de otros países.

¿La danza en Ecuador estaba a la par de la de esos países?

Aquí no existía el boom de la danza y allá ya estaba desarrollada. Uno podía ir y audicionar para participar en festivales, como ahora recién se lo está haciendo en nuestro país.

¿Recuerda la primera vez en que se subió a un escenario?

Sí. Lo hice con un ballet que se llamó Dona Diana, integrada por cuatro mujeres, y era dirigido por Douglas López.

¿Como cualquier debutante, en usted los nervios también se hicieron presentes?

Sí, pero más fuerte era el deseo y las ganas de querer estar sobre un escenario. Recuerde que el objetivo de la danza es estar en un tablado.

¿El público en Ecuador es igual de exigente que el de otros países?

Cuando uno está frente al escenario no piensa si el público es exigente o no. Uno simplemente sabe que cuando se es artista se debe entregar a todo tipo de público. Es interesante vivir esa mezcla de placer y nerviosismo.

¿Entre las bailarinas de ballet hay rivalidad?

Siempre hay celos profesionales en todas las carreras de la vida. Pero sí me he dado cuenta que en las niñas que recién están empezando hay una que otras que quieren destacar. El talento no se lo puede esconder y sale a la luz enseguida. El maestro siempre va a encontrar a una persona que es mejor o no para tal papel y por ende los celos siempre van a estar ahí.

¿Lo mismo ocurre con las bailarinas adultas?

Todo depende de cómo cultivas la personalidad y el profesionalismo. Si vas a fundar el arte con celos cumplirás un trabajo de apariencia y no por vocación. Este último funciona con lo que tienes adentro y no por lo que quieren ver los demás.

¿Hubo algún papel que quiso interpretar y no lo consiguió?

Me siento satisfecha con lo que he hecho como bailarina porque todos los años que bailé los disfruté plenamente. No puedo decir que haya algo que me falte por hacer cuando a todos siempre nos hace falta hacer algo en la vida.

¿Qué es lo que más ha aprendido de la danza?

La danza nos ayuda a formar el carácter y que se debe luchar por muchas cosas. Podemos estar cansado pero a pesar de eso sabemos que tenemos que seguir bailando y lo hacemos. A veces estamos con coraje y tenemos que expresar alegría en un baile. Esto nos ayuda a equilibrar nuestras emociones y a expresarnos con  bondad y generosidad por encima de todas esas miserias que tenemos los seres humanos.

¿Es cierto que el ballet requiere de muchos esfuerzos físicos?

Sí. Las bailarinas sufren de problemas de espalda y rodilla. Siempre hay que cuidarse y llevar una vida con mesura para que el cuerpo no sufra.

¿Alguna vez se cayó en un escenario?

Sí. No me dio vergüenza porque enseguida me puse de pie.

¿De la enseñanza de ahora existen aspectos que le hubiese gustado aprender cuando era estudiante?

No, porque gracias a Dios sí tuve la oportunidad de estudiar muy bien la danza en Ecuador y en el exterior. La danza no se debe tomar como un pasatiempo porque requiere de entrega y personalidad. Yo fui una estudiante rebelde, porque no me gustaba que me digan lo mismo que a mis compañeras, ya que todos somos diferentes y no todos los cuerpos son iguales.

¿Cómo cultiva el amor por la danza a sus alumnas?

A sacarse la mugre por la danza. A que se entreguen con pasión y dedicación.

¿Qué aprende usted de sus alumnos?

Que hay que conceder, porque a lo mejor la técnica que le enseño a María no es la misma que le enseño a Juana. Hay que emplear otra psicología porque no todos somos iguales.

¿Qué es lo peor que un alumno le puede hacer a su maestra?

La ingratitud. He tenido alumnas que les he dado clases cinco años y después crecieron y pasaron al lado mío y ni siquiera me dijeron ¡Hola!

¿Usted cómo cree que es como maestra?

No me puedo calificar porque eso le corresponde a mis alumnas. Pero sí soy muy exigente y honesta con mi enseñanza.

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