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Daniel Diamantes se encamina a ser doctor entre trucos de magia
Daniel Diamantes no tenía entre sus planes ser mago. De hecho, cuenta que en su etapa de adolescente “era un ilusionista fracasado, durante mi época de colegio mis compañeros vivían haciendo trucos, me los enseñaban pero a mí no me salía ninguno. Cuando terminé la secundaria y entré a la universidad para hacer el pre en la carrera de Medicina, tuve un mes de vacaciones y en ese tiempo todo se confabuló”.
Recuerda que los trucos que no le salían al comienzo de su aprendizaje empezaron a darse. “El primero de ellos fue un efecto de mentalismo en la cual le digo a una persona que parta el naipe y escoja una carta que posteriormente adivinaré. Aquí el truco está en el orden, es un efecto matemático, para lo que se necesita mucha concentración”, explica el ilusionista, nacido en Cuenca desde hace 23 años.
Y aquel número no dejó de faltar en las reuniones que organizaba su familia, al igual que en la fiestas infantiles a las que era invitado.
En ambas no dejaba de usar su ‘cachina’ de mago. “Cuando mi mamá llegó de un viaje me dijo, mira te compré un sombrero rojo muy llamativo. Después me trajo un chaleco del mismo color. Ahora tengo cinco trajes de diferentes tonos”.
Daniel asegura que entre los dos shows que presenta, para el de niños es su mayor reto, “porque el público infantil es más crítico, él no se va a callar si te metes una carta por debajo de la camisa, este te lo grita. Aquí uno tiene que ser demasiado pulido. Hay que conocer la psicología que les divierte y que aburre, qué se puede decir y qué no”.
Cuenta que su inclinación por el arte de la ilusión se volvió mucho mayor cuando su hermano compró una cajita de magia. “Mientras a él no le salía un solo truco a mí se me presentaban todos. A partir de ese momento yo podía andar sin billetera, pero nunca sin un naipe de cartas”.
Paralelo a su actividad como ilusionista explica que combina la carrera de medicina, otra pasión que heredó por parte de su padre, que es oftalmólogo, y en la que cursa el tercer año.
“Ambas tienen algo en común. La primera es una profesión que ayuda a sanar a personas que tienen una enfermedad. Mientras que la magia te toca el corazón y te hace inspirar a seguir adelante. Por eso, siempre que salgo al escenario lo primero que digo es que vengo a regalar una ilusión que te recarga y te hace un contrapeso a la realidad, que es tan dura y nos entristece”, asegura Daniel, para quien la magia es un arte en el que nunca encontrarás el cómo lo hizo. Simplemente ilusión pura.