Un concierto de rock retumba en los oídos, mientras la gente espera  en las gradas principales del Observatorio Astronómico de Quito, ubicado en el parque de La Alameda, para ingresar hasta la cúpula desde donde se puede observar las constelaciones y los planetas. 

Es jueves y el cielo apenas está despejado. No es una buena señal, según el personal del Observatorio, para los avistamientos. 

Son las 19:00 y solo hay seis personas. Cansados por la espera se ponen de pie y observan a su alrededor. Parejas recorren el parque, perros callejeros tumban los tachos de basura, mientras ellos caminan de lado a lado buscando calentar sus  manos por el frío incesante.

Al fin, aparece Kléber Vicente, quien  asesora durante las visitas. Luego de cobrar los 3 dólares de la entrada  invita a subir hasta la cúpula. Unas gradas en forma de caracol, con un pequeño descanso en el segundo piso, advierten que se espera algo extraordinario. Toman, entonces, un poco de aire   para continuar hasta el tercer piso.

Se abren unas compuertas de madera, y un telescopio gigante, del siglo XIX, los  sorprende por su imponencia. Es el telescopio refractor Merz utilizado por la Segunda Misión Geodésica Francesa y por los científicos del Observatorio.

Todas las luces se encienden en la cúpula, y Kléber junto a sus dos compañeros prepara todos los instrumentos para hacer el avistamiento. Primero toman referencia de los cuatro puntos cardinales con la ayuda de una carta astral en donde están todas las constelaciones. Luego, con un buscador de objetos celestes que no es más que un aparato en forma de pistola que actúa como un GPS y unos binoculares, localizan las estrellas y a Saturno.

Las compuertas metálicas que rodean a la cúpula del Observatorio se empiezan a mover para permitir al telescopio ecuatorial adoptar la posición adecuada para la observación. El cielo se nubla y apenas se ve a Saturno. Es necesario salir de la cúpula y desde las barandas tomar los binoculares y ver a la constelación de Escorpión con su estrella más brillante Antares.

Ese conjunto de estrellas fascinó a Adrián Cevallos. No es para menos: desde niño le gustó dirigir su mirada al cielo y ver de una en una las estrellas. Cada año acudía por lo menos unas cinco veces al planetario hasta que en una ocasión su padre lo llevó a la NASA en los EE.UU. para ver el lanzamiento de un transbordador. Con filmadora en mano captaba cada estrella.

Llegó el momento de ver a Saturno y aunque no fue con el telescopio Merz lo hicieron con uno de tecnología más avanzada  porque utiliza lentes reflectores. Los anillos del sexto planeta de la vía láctea  impresionó a todos.
Monserrate Villalba no se imaginó que ese día iba a poder ver un planeta y más aún a Saturno.

“Ver un planeta ‘cerca’ es impresionante. Hasta me dio un poco de miedo”, dijo aunque a la vez se mostró feliz de ver a su novio, Adrián, filmando absolutamente todo.

De pronto el cielo comenzó a despejarse un poco más y Escorpión apareció. Era el instante idóneo para ver a Antares, la estrella más brillante de esta constelación. Kléber indica que el tamaño de esta estrella es como si agrupara a 400 soles. 

“El nombre de Antares proviene del dios griego Ares, que personificaba la guerra. Antares se superpone a Marte y se semeja a éste por el color rojizo que tiene y por eso es la batalla entre los dos”, explica.

El experto sostiene que muchas veces las estrellas más brillantes son planetas y aquellas que despliegan más luz están más cerca del Sol.

Comenta que por estar en la línea ecuatorial nosotros tenemos la posibilidad de observar las constelaciones en línea eclíptica. O sea: de este a oeste.      

Menciona que en esta época se observan entre las 19:00 y 21:00 a las constelaciones del zodiaco como: Escorpión y Libra. A ellas se suman la Serpiente, la Lira con su estrella más representativa, Vega; la Cruz del Sur, y el Can Mayor.

Entre los planetas se puede divisar a Saturno y cerca de las 22:00 a Júpiter y alrededor de las 06:30 a Venus.
Gabriela Galarza jura que regresará al Observatorio, pues se quedó con las ganas de ver otros planetas y constelaciones.   

“Fue una experiencia interesante. Miré cosas que jamás había visto”, manifestó mientras esperaba a sus amigos sentada en una de las bancas del Observatorio.