El proyecto de conservación de pinzones, una especie originaria de las Islas Galápagos y catalogada en peligro crítico de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), es ambicioso. Varias son las acciones que se han ejecutado para lograrlo, entre ellos los programas intensivos de control a sus depredadores; la crianza en cautiverio de un grupo rescatado y hoy el traslado de un grupo a su hábitat natural: la playa Tortuga Negra, en la Isla Isabela.

Se calcula que en esa zona existen alrededor de 80 aves que aún sobreviven. Así lo asegura la ornitóloga neozelandesa de la Fundación Charles Darwin, Francesca Cunninghame, quien explica que la especie se ha visto amenazada por ratas y por la mosca parasitaria Philornis downsi, que ha producido la mortalidad del 95% de la especie.

Sin embargo, en febrero de este año la recolección de 21 huevos de los 10 nidos (5 no eclosionaron) y 3 polluelos (2 sobrevivieron) en las copas de los manglares que alcanzan los 25 metros hizo que el trabajo de la conservación para aumentar la población cobrara otro sentido.

Para hoy está prevista la llegada de ocho pinzones -de los 15 que sobrevivieron del grupo recogido- a la playa Tortuga Negra.

Christian Sevilla, responsable de Conservación y Restauración de Ecosistemas Insulares de la Dirección del Parque Nacional de las Galápagos (DPNG), explica que para la preadaptación en su hábitat el grupo de 8 pinzones será trasladado a una construcción que tiene en su interior tres jaulas ambientadas con ramas.

Sevilla explica que este proceso consiste en esconderles la comida en las ramas y hojarascas y reproducirles cánticos de los machos “para que se acostumbren a vivir en grupo y no crean que los 8 individuos son los únicos que existen. Lo que esperamos es que se acerquen otros pinzones a interactuar con ellos”, indica.

Aseguró que el grupo permanecerá entre seis y ocho semanas cautivo para posteriormente ser liberado. Para dentro de dos semanas está previsto el traslado del otro grupo de pinzones que también iniciarán el proceso de preadaptación.

Sin embargo, las especies no estarán solas. Según Cunninghame, durante dos meses ellos monitorearán el estado y el comportamiento en el mismo lugar. Para ello el equipo que ella maneja acampará en la zona aislada.
Asimismo, Sevilla dijo que luego de que sean liberados serán monitoreados mediante transistores que les fueron puestos.

“Por un mes vamos a poder conocer su estado, y luego, a través de los anillos de colores que tienen en sus patitas, sabremos si han sobrevivido. Las expectativas que tenemos para decir que el proyecto tuvo éxito es conseguir que 10 de los 15 pinzones sobrevivan”, señala.

Mantenerlos vivos desde que fueron recogidos en las copas de los manglares ha sido todo un reto para el equipo de Cunninghame que ha tenido que doblar turnos para el monitoreo.

Cuenta que en un ambiente de 37.5 grados pudieron conservar los polluelos y pichones que llevan entre 25 y 35 días de nacidos. De hecho, aseguró que los mantuvo en cuarentena como medida de prevención por los pinzones que llegaron infectados con larvas de las moscas.

Dice que una de las mayores complicaciones que ha enfrentado es determinar el sexo de los pinzones. “Por medio de muestras de sangre que enviamos a un laboratorio del exterior podremos conocer si son machos o hembras, lo que contribuirá a conocer las posibilidades del aumento de la población”, dice.

Aunque la investigación de esta especie inició en los años noventa, hace tres años la Fundación, el DPNG y el Zoológico de San Diego emprendieron un trabajo en conjunto por la conservación de la especie que Charles Darwin estudió como parte de la teoría de la evolución.