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Los perros callejeros proliferan en Quito y Guayaquil

Los perros callejeros proliferan en Quito y Guayaquil
Foto: El Telégrafo
01 de abril de 2019 - 00:00 - Unidad de Investigación

Según un estudio de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ), en la capital existe el promedio de un perro callejero por cada 22 habitantes. En cambio, una investigación de la Universidad Agraria del Ecuador reveló que en Guayaquil hay un can por cada 94 habitantes.

Según eso, solo en estas dos ciudades existen al menos 130.680 perros abandonados, lo que debería ser tenido en cuenta por las nuevas autoridades locales para afrontar un problema que acarrea insalubridad, ataques por mordeduras, atropellos y abusos.

El fenómeno en Quito

Según el estudio de la USFQ, en las parroquias rurales de Quito existe menor población de perros vagabundos: uno por cada 26 habitantes, mientras que en las zonas urbanas es mayor: un perro por cada 18 personas.

De acuerdo con el estudio realizado por Grijalva-Rosero, entre 2013 y 2014 hubo un perro por cada 49 personas. Es decir, desde esa fecha hasta el 2018 (cuatro años), el número de mascotas abandonadas en Quito se duplicó.

Con respecto a parroquias, La Mariscal tiene la menor presencia de animales callejeros, incluso según los estudios de 2014: un perro por cada 998 personas. En contraparte, en Turubamba se ubica el número más alto.

En cuanto al sexo de los canes abandonados, se determinó que hay poco más del doble de machos frente al de hembras. “El fuerte sesgo a favor de los machos parece estar relacionado con una preferencia de la gente por estos perros y con mayores tasas de mortalidad y migración en las hembras”, detalló el estudio de la USFQ.

El promedio de canes abandonados en la zona urbana -según el estudio de la USFQ- es de 17 animales por km lineal recorrido.

El fenómeno en Guayaquil

En lo que respecta a Guayaquil no existen estudios profundos. Sin embargo, según Alberto Orlando, investigador de la Universidad Agraria, las zonas en donde se concentra el mayor número de animales abandonados son justamente El Cisne y la Juan Montalvo, sectores a su vez densamente poblados.

Por su parte, Samanes es la zona con menor presencia de estos animales.

De acuerdo con el número censado como muestra, la cifra varía significativamente: hay un perro abandonado por cada 9 km. Los cachorros tampoco quedan de lado, el 5% del total registrado pertenece a este grupo.

¿Qué problemas acarrea?

Para Amanda Pérez, de Acción Animal Ecuador, la masiva presencia de canes callejeros es un reflejo de la misma sociedad. “El perro que ha sido macheteado, violado, maltratado y atropellado, fue por causa de una persona que a futuro puede cometer los mismos actos, por ejemplo, con niños, mujeres, hombres”, alertó.

Las consecuencias de abandonar un canino no giran únicamente en torno al bienestar del animal, sino también el de las personas. Por ejemplo, al echar a un animal, este por hambre busca los desechos para alimentarse, lo que a su vez produce insalubridad por basura regada y presencia de plagas.

A ello se añaden comportamientos. Un animal doméstico que ha sido abandonado puede producir accidentes de tránsito y ocasionar mordeduras a transeúntes.

Para Mario Guayasamín, concejal de Quito, la Alcaldía no ha jugado un papel trascendental en la intervención a la fauna urbana.
No ha hecho nada para cumplir la meta de esterilizaciones, no hubo la asignación de recursos para regular la fauna urbana, se dedicó a promover un centro hospitalario de mascotas en el sur y no amplió la funcionalidad de atención hospitalaria para los animales que viven en la ciudad”, criticó.

Esta falta de decisión provocó que en lugar de disminuir, la cifra de perros callejeros y callejizados aumente. Explicó que cuando empeoró el manejo de desechos sólidos en la ciudad, se dio el aparecimiento de animales abandonados que buscan lugares para alimentarse.

Según el funcionario, falta una política pública para la tenencia responsable; y no hay controles sobre la comercialización  indiscriminada. “Todo animal que sea vendido debe ser esterilizado, así se salvaguarda que no haya una reproducción descontrolada”.

Con ello concuerda Lorena Bellolio, de Protección Animal Ecuador (PAE), quien pidió, como primera acción, frenar la venta. “Las autoridades no han tomado decisiones efectivas para erradicar el problema”. Dijo que todos los programas planteados desde el Cabildo no son técnicos y carecen de iniciativa.

Bellolio criticó que los aportes vengan de organizaciones y no desde el Municipio y sus autoridades, que no mantienen un plan como tal, ni sistemático, ni articulado. “La ciudad necesita una institución que se dedique a la fauna urbana y la sobrepoblación por la problemática del abandono”, indicó.

Alertó que la falta de conciencia no llega ni de las autoridades, peor de los ciudadanos. Por ello, no se dimensiona el conflicto y menos el crecimiento de este.

Entre los principales problemas producidos por el abandono de perros están las enfermedades zoonóticas. “Un perro o gato abandonado no han tenido cuidados como desparasitación, lo que genera problemas zoonóticos. Son abandonados en áreas protegidas o silvestres, entonces ahí las víctimas son las aves, algunas en peligro por los gatos, que son depredadores de aves”, sostuvo Bellolio.

Alberto Orlando acotó que la presencia de perros vagabundos conduce a problemas de salud. “En el caso de zoonosis, los perros hurgan en materiales contaminados, como la basura, así se hacen portadores de enfermedades. Si el perro está en contacto con uno que tiene dueño y este regresa a su casa, probablemente pueda transmitir alguna enfermedad (...) Hay estudios que indican que de 300 enfermedades, el 80% son zoonóticas”.

¿Cómo enfrentarlo?

Para Amanda Pérez, parte de la solución radica en la concienciación que nace a partir de la educación, tanto en la familia como escolar. “Esa educación llevaría a entender que el animal es un ser vivo”.

Otra alternativa está bajo la responsabilidad de las autoridades. Entre las políticas públicas -que cree Pérez que deben ser aplicadas- está la esterilización, vacunación y campañas de adopción.

Bellolio afirmó que las políticas públicas deben ser integrales. “El Centro de Operaciones de Emergencias Metropolitano, la Policía Metropolitana y los Bomberos, son instituciones que no tienen la disposición de atender los casos, por ejemplo, de animales atropellados”. Dijo que debe reformarse la norma para que asuman esa responsabilidad.

Orlando concordó con la crítica. Indicó que los gobiernos autónomos realizan acciones pero cada uno por su lado y que los municipios no están articulados de una forma integradora. Pero no son solo ellos. Las ONG hacen un trabajo independiente que impide, incluso, tener un censo nacional para atacar el problema de raíz y llegar a metas fijas.

Según Bellolio, en otros países el tema de concienciar lleva un proceso lento que corre incluso por varias décadas de educación.
Además deben tomarse dos estrategias a seguir: educar al legislador y fiscalizador para que se aprueben y se realice un seguimiento a las normativas; y que el tratamiento sea técnico.

A esa idea se adhirió Orlando, quien hizo observaciones a la legislación. A su parecer, deben crearse leyes que fortalezcan la cultura de tenencia de animales.

Guayasamín remarcó que son dos los principales pasos a dar: esterilización y educación. “La responsabilidad es netamente del humano, él es 100% responsable”.

Estas políticas públicas deberían ser adoptadas por los municipios. En el caso de Quito, debe darse una modificación integral de la ordenanza 048.

Entre las propuestas, para Guayasamín, está el incremento de inspectores de fauna urbana para controlar los espacios públicos.
Consideró que son necesarios programas masivos de esterilización, pero no para los perros que tienen dueño sino para animales abandonados. “Con ello se cierra progresivamente la posibilidad de que aumente ese grupo de mascotas y generen un caos. En cinco años va a disminuir el número”.

A ello, Orlando añadió las ideas que se han ejecutado en otros países, donde el ciudadano asume la responsabilidad cuando adquiere una mascota o, caso contrario, se imponen sanciones económicas. “Tener un animal significa tener una relación y conlleva responsabilidades”, dijo.

Los Medios Públicos intentaron conocer sobre esta problemática en otras ciudades del país, pero no existen más estudios que revelen el estado de la población de perros callejeros. Además de las dos urbes, el Municipio de Ibarra lleva adelante un censo, pero aún no hay resultados sobre el tema. (I)

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