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Padres amigos de sus hijos, una relación irreal

Padres amigos de sus hijos, una relación irreal
28 de enero de 2018 - 00:00 - Verónica Endara

Como usted fue educado influirá en cómo eduque a sus hijos. Una alternativa es repetir la misma formación que recibió, otra es evitarla totalmente. Y esta última es la tendencia. Para evitar la imposición y el autoritarismo con los que antiguamente se formaba a los menores, los nuevos padres han optado por ser completamente permisivos.

Hijos irrespetuosos con papá y mamá, menores sin límites y rabietas son escenas cada vez más frecuentes. Y es que algunos progenitores, con el objetivo de ser más cercanos a sus hijos, pretenden ser solo sus amigos y evitan cualquier tipo de enfrentamiento con ellos.

Quienes siguen esta tendencia de ser amigos de su hijos aseguran que el objetivo es ser más flexibles con ellos, escucharlos y ser sus confidentes para tener una relación  mucho más cercana. Aunque suene bonito, esto no es real. Así lo explica Carolina Espinosa Jara, directora clínica del Centro Psicoterapéutico Ansuz. Padres e hijos no pueden ser amigos porque los primeros -entre varias responsabilidades- tienen la tarea de proteger a su hijo y de establecer un vínculo afectivo de seguridad; y esto se lo consigue poniendo normas y reglas.

Borja Quicios Abergel, psicólogo educativo, cree que para ser amigos se debe establecer una relación entre iguales, por lo que el adulto se verá obligado a ponerse al mismo nivel del menor. Es aquí donde radica el mayor problema, porque haciéndolo se puede llegar a confundir al pequeño y generarle dudas. Como consecuencia, el adulto perderá por completo el control sobre su hijo.

Espinosa explica que cuando los padres pretenden ser amigos de sus hijos y les dejan hacer lo que quieren, las consecuencias son a nivel psicológico, ya que ellos crecen sin una ley a la que se deben autorregular e irrespetan todas las normas sociales. En cambio, si el niño crece con límites y reglas, entenderá que existen normas sociales; las vivirá y aceptará como algo normal.

Entonces, ¿cómo educarlos con límites y disciplina sin que esto levante una pared entre padres e hijos? ¿Cómo tener una relación cercana sin perder el rol de padres? Hacerlo no es muy difícil. Primero recuerde que los menores son seres humanos y deben ser tratados como tales, con respeto y amor.

No hace mucho tiempo, parecía que la única opción de los padres era basar la educación y la crianza de sus hijos en el adiestramiento y la obediencia; los niños se sometían a la autoridad paterna y no se les daba más que una posibilidad para hacer las cosas.

Para Graciela Castelo, coordinadora clínica del Centro Integral de la Familia, toda relación entre padres e hijos debe ser respetuosa y cordial, pero -asimismo- toda organización humana, y la familia como tal, necesita jerarquías y estructura. Los hijos deben saber que los padres son la autoridad, la guía, quienes tienen la obligación de formar y corregir. Y esta tarea es indelegable. 

“Es una autoridad dialogada, conversada, explicada, razonada, pero es autoridad. Y cuando se violan los acuerdos tiene que haber una consecuencia”, dice Castelo. Agrega que la cercanía con los hijos tiene mucho que ver con la disponibilidad de los padres, de conocer a sus hijos, crear oportunidad de diálogo y de distracción compartida.  

Borja recomienda que las normas y los límites sean aplicados de manera coherente, objetiva y clara, transmitiéndolos de manera positiva, dando opciones de elección al niño y hacerlo con firmeza, sin llegar a ser ni muy permisivo ni autoritario.

Los límites se los establece desde el primer año, cuando el niño empieza a caminar y explorar todo su entorno. Se lo hace con el famoso No, que se utiliza cuando -por ejemplo- el niño hace algo peligroso. El niño aprenderá a respetar los límites con este No y con las señales no verbales que lo complementan: una cara seria, el tono y la firmeza en la voz que se utilizan, la mirada fija, etc.

Para ser unos padres firmes no se necesita utilizar el castigo, dar golpes ni prohibir cosas. Simplemente deben estar convencidos de los límites y normas que implementan y que sean claros para sus hijos. Pero la negociación entre padres e hijos también es importante para la convivencia y sociabilización de los niños. Haciéndolo, ellos adquieren herramientas para comunicarse y resolver conflictos de manera satisfactoria. Pero recuerde que no todo se puede negociar. Por ejemplo, la hora de levantarse, ir al colegio o estudiar son innegociables.

Tome en cuenta que muchas veces se malinterpreta el poner normas con el autoritarismo, incluso la percepción es que una norma implica siempre decir no. Para Espinosa, todo empieza desde que son bebés y en la cotidianidad, como poner horarios para que coman y duerman. Cuando se les dice no a algo, se les debe explicar el porqué.

“Si tenemos un hijo debemos construir un proyecto de cómo formarlo. Debemos tener una idea de cómo queremos que sea, de cuáles son los valores no negociables que deben llevarse cuando se vayan de casa”, dice Castelo.

La crianza respetuosa es una de las alternativas educativas más utilizadas actualmente. Propone que los padres sean acompañantes conscientes en el proceso de reconocimiento de límites e incorporación de la disciplina en los menores. Ser un padre respetuoso significa tener una relación cercana, honesta y afectiva con sus hijos, donde los toma en cuenta a la hora de tomar las decisiones respecto, por ejemplo, a su educación.

Para lograrlo, Borja propone establecer pautas y rutinas para que los niños(as) puedan explorar y descubrir de manera segura a medida que crecen, así se les da límites y hábitos. Además, los padres deben saber cuándo establecer los límites, pues el niño necesita diferentes normas y directrices según su edad. Considere que hacer cumplir los límites a los hijos es una manera de educarlos a moverse por el mundo. Asimismo, es importante que padres e hijos pasen tiempo juntos, más que concederles caprichos. Y recuerde escucharlos, poner límites no significa solo prohibir. También es negociar cuando haga falta. (I) 

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