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Maternidad moderna, el equilibrio entre la vida laboral y afectiva

Maternidad moderna, el equilibrio entre la vida laboral y  afectiva
12 de mayo de 2013 - 00:00

Llegar a casa a seguir trabajando luego de una ardua jornada de ocho horas laborales (o a veces más) es lo que marca la vida de muchas madres que comparten su vida entre las obligaciones profesionales y los quehaceres del hogar en su faceta de madres, en varios casos líderes de su familia.

Salir al apuro, llegar a cocinar la cena, revisar deberes, cambiar pañales, servir la comida, mecerlos para hacerlos dormir o escuchar sus travesuras adolescentes son parte de la rutina diaria de muchas mujeres, a las que a veces se les suman metas profesionales como la conclusión de una carrera universitaria o de alguna maestría.

Ana María Hidalgo tiene dos hijos y durante sus embarazos y crecimiento de sus pequeños (ahora de 17 y 11 años) nunca ha dejado de trabajar, un esfuerzo que le ha servido para escalar posiciones en su carrera, alcanzar un mejor nivel profesional y lograr varias metas económicas. Pese a todos los beneficios, se apena un poco pues dice que en muchas ocasiones le ha tocado priorizar y dejar de lado ciertas vivencias.

“Por la responsabilidad laboral me he perdido momentos importantes en la vida de mis hijos, como una vez que tuvieron una exposición y yo estaba de viaje, pero he aprendido a compensar eso con más tiempo para ellos”, dice.

Según cuenta, ella es su confidente, saben que pueden confiarle cualquier tema, duda o aventura. Ana María dice que esta relación ha dado buenos frutos. “Mis hijos me cuidan mucho, cuando estoy enferma me llevan el desayuno a la cama, duermen a mi lado cuidándome. Son lo mejor que me pudo pasar”.

Crecer de forma parcialmente independiente, afirma, los ha fortalecido en la responsabilidad y organización de sus propias tareas. El psicólogo Jorge Luis Escobar coincide con este criterio.

“La sociedad les dice a las mujeres en ejercicio maternal que si trabajan le están quitando tiempo a su hijo. Este término es subjetivo. Es el ser humano quien determina cuánto se le dedica a una persona. Es preferible que se diga algo con amor y que dure toda la vida, a que viva 100 años junto a alguien sin aportar afectivamente nada a esa persona”, indica el especialista.

Gabriela Alvarado vive una historia similar. Tiene 21 años y compagina la maternidad con el trabajo y sus estudios superiores.

“Trabajo desde las 9:00 hasta las 17:30 y luego voy a clases, cuando regreso a casa mi hijito ya está dormido. Aprovecho el fin de semana para pasar junto a mi familia, especialmente ahora que él ya empezó clases, entonces lo ayudo con sus tareas”, dice esta joven madre. No obstante y más allá del cansancio, no deja de ser una experiencia emocionalmente desafiante.

“Me da tristeza cuando a veces me estoy arreglando para ir a trabajar o cuando me alisto para ir a la universidad, y en ambas situaciones él me dice que no vaya... ya sabe que cuando estoy con el uniforme es porque me dirijo al trabajo. Trato de hacerle entender, pero en muchas ocasiones me dice que me quede”, sostiene.

Según el reporte de estadísticas económicas del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), la tasa de ocupación global en las ciudades principales del Ecuador (Quito, Guayaquil y Cuenca) en algunos casos bordea o supera el 95%. De estos valores, un índice importante corresponde a las mujeres. En Quito, por ejemplo, se concentra el 97%; en Guayaquil el 93,3% y en Cuenca el 96,2%.

Además del respaldo y afecto que prodigan a sus familias, estas mujeres forman parte de la Población Económicamente Activa (PEA) del Ecuador, que en Quito suman 335.061; en Guayaquil 488.689 y en Cuenca 88.684.

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