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El Telégrafo
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Luis combate el Asperger con el arte

Luis Andaluz, de 27 años, sobre un lienzo dibuja animales y paisajes de la naturaleza. También elabora autorretratos a carboncillo. Él heredó la habilidad de su madre que es aficionada al arte.
Luis Andaluz, de 27 años, sobre un lienzo dibuja animales y paisajes de la naturaleza. También elabora autorretratos a carboncillo. Él heredó la habilidad de su madre que es aficionada al arte.
Foto: Karly Torres / EL TELÉGRAFO
05 de enero de 2019 - 00:00 - Redacción Sociedad

Luis Adrián Andaluz, de 27 años, es lacónico por momentos y demasiado elocuente en otros con frases entrecortadas, es de miradas y de manos inquietas.

Desde que era un niño, Luis, con ojos negros, ha lidiado con la incomprensión de otras personas y de la sociedad.

En la escuela soportó que sus compañeros de clase lo molestaran y hasta lo calificaran de “loco”. Esto solo por dibujar personajes de la serie Digimon, Los Caballeros Rojos o Dragón Ball Z, por simular los kame hame ha (movimientos de los personajes) y por no salir a recreo.

Sin embargo, esos alumnos lo vieron desde el público cuando ocupó el lugar de escolta del Estandarte del plantel y recibió cuadros de oro.

La pintura fue el antídoto ante las burlas diarias que enfrentó el actual primer licenciado con síndrome de Asperger que se acaba de graduar en la Universidad de las Artes de Guayaquil (UArtes). 

Pero su camino para convertirse en profesional no ha sido fácil. Así como destacó en el Colegio Bellas Artes, del puerto principal, luchó contra el autoaislamiento en su habitación.

En los malos momentos rompía las evaluaciones cuando bajaba sus notas en las materias de ciencias, gramática y lenguaje.

Sus padres, que sospechaban que algo andaba mal,  descubrieron recién a sus 13 años que el adolescente presentaba Asperger. 

El psiquiatra Héctor Verdezoto, tras una consulta, les explicó que se trataba de un trastorno del desarrollo que está dentro del espectro autista y que afecta la interacción social recíproca.

Perfeccionó su habilidad
Sus padres visualizaron en el Bellas Artes lo que necesitaba el joven Luis.

Allí  perfeccionó su habilidad con el dibujo, talento heredado de Teresa, su madre, a quien le gusta pintar. En cambio, su papá, Édgar, es militar jubilado.

En ese sitio plasmó su primera obra: un jarrón con flores y frutas, de fondo azul oscuro. Después continuó con pinturas surrealistas y autorretratos. Esas piezas aún cuelgan en las paredes de la sala de su casa.

En el Bellas Artes se esforzó más en historia y literatura, pues su capacidad cognitiva era más lenta. Pero el obstáculo se transformó en reto y se convirtió en el portador de la Bandera de Ecuador y en el mejor bachiller de su promoción. 

El profesional
Luis, hoy de 27 años, tocó la puerta de tres universidades porteñas para cursar robótica, ingeniería en sistemas y diseño gráfico: una lo rechazó -no alcanzó el puntaje necesario- y otras dos no llenaron sus expectativas. 

Pero el Instituto Tecnológico de las Artes (ITAE), que   fue absorbido por la UArtes, le dio la oportunidad.

Luis llevó grabadora, desde el primer año, para no perder detalles de la clase, y un Ipad, para guardar sus trabajos dibujados, pintados y esculpidos en la carrera de Artes Visuales.

Él creó retratos al carboncillo, grabados, tallados en madera, obras realistas (“Bendición de la naturaleza” y “Monumento a Benalcázar”) y surrealistas (“Equilibrio desenfrenado” y “El condenado”). Teresa, quien lo acompañaba a clases, lo admira por su persistencia.

Él se tomó un mes para elaborar “Estar adentro, estar afuera. Estructuras del consciente”, una de sus últimas piezas.

Con montículos de alambres usados hizo la estructura de un sarcófago, en cuyo centro pende un corazón elaborado con pétalos de rosas. 

Su trabajo fue expuesto en el Centro de Innovación y Producción de la UArtes “MZ14” y otros en el Museo Nahim Isaías.

“Relacioné el entierro de las momias egipcias con lo que siempre paso la mayor parte del tiempo en un lugar cerrado. Pero decidí hacer un sarcófago abierto con alambres gruesos”. El corazón “poco a poco se marchita hasta secarse. Es como la vida de un ser humano”.

Nikita Félix,  excompañera de la alma mater, lo recuerda como agradable, sensible y tímido. “Produce obras prolijas e interesantes con las que se expresa sobre él mismo”.

Luis reconoce que ha pasado muchas dificultades para comunicarse con los demás, pero no lo ha detenido para prepararse.

Después de graduarse, el joven proyecta inaugurar su propia galería y cursar la carrera de Robótica. (I) 

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