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El atuendo completo de una mujer puede costar hasta $ 1.500

Las jóvenes otavaleñas heredan las 'gualcas' o collares de sus madres

En el Mercado Artesanal de Quito, Elena Vásquez oferta la bisutería típica de su comunidad en Otavalo.
En el Mercado Artesanal de Quito, Elena Vásquez oferta la bisutería típica de su comunidad en Otavalo.
Foto: Álvaro Pérez
19 de diciembre de 2015 - 20:16 -

Alrededor de su cuello luce un collar dorado; es amarillo como el dios Inti (sol en kichwa), dice la otavaleña Elena Vásquez, quien hace 10 años vive en Quito y se dedica a la venta de artesanías indígenas. En su local, ubicado en uno de los pasillos del Mercado Artesanal, en el sector de La Mariscal, en el norte de la capital, la mujer elabora y oferta joyería típica de su comuna.

Mientras atiende a varios extranjeros que se sienten atraídos por los protuberantes collares conocidos como gualcas, cuenta que en su ciudad natal (Cotacachi) es una tradición la herencia de estas joyas.

“Las primeras gualcas que usé me las hizo mi mamá y cuando cumplí 15 años me heredó las suyas; mi abuela se las dio a ella”.

Por lo general, estos collares son hechos de vidrio y bañados en oro. Los que se ofertan en los locales de artesanías no son los originales, sino una copia hecha a base de mullos dorados.

Otro de los accesorios que forman parte del traje típico son las manillas rojas que se colocan en ambas muñecas. Son hechas con mullos y miden entre 5 y 7 centímetros.

Según Rafael Sánchez, el traje indígena completo para una mujer del pueblo Otavalo cuesta entre $ 120 y $ 1.500. “Todo depende de la calidad de los materiales y el acabado de las prendas de vestir”.

Una blusa tarda entre 8 y 15 días en confeccionarse, por lo general, en las comunidades, las mujeres se encargan de pintar o bordar a mano los modelos que adornan las blusas blancas con flecos. Esto se complementa con dos anacos de paño, uno blanco y otro azul marino o negro, estas son piezas de tela rectangular a modo de falda que se sujetan con una faja o chumbi como se le denomina en kichwa.

A esto se le suma otra tela más ancha, de color rojo, llamada mama chumbi, las dos sostienen el anaco. Las fajas miden entre 2,70 y 3,30 m de largo; el ancho va entre 3,5 a 4,5 cm.

El atuendo femenino también incluye una chalina que se lleva anudada sobre los hombros, un rebozo de paño de colores fucsia o turquesa, cintas que usan las mujeres indígenas para envolver su cabello como si estuviera trenzado, alpargatas con capelladas azul marino o negras.

En cambio, la indumentaria del hombre indígena es muy sencilla, consiste en un sombrero de paño por el que sobresale su largo cabello en una trenza como rasgo de identidad. Según Sánchez, la trenza constituye el más elegante complemento de la indumentaria del indio.

El pantalón de color blanco es corto a la altura de los tobillos, la camisa es sencilla también de color blanco, aunque puede variar, llevan un poncho de lana y su calzado son las alpargatas de color blanco.

En el museo Otavalango, ubicado en Imbabura, se resalta que antiguamente los nativos de la región confeccionaban la tela de lana de oveja para elaborar sus vestimentas.

Según el antropólogo Luis Pillajo, de la Universidad Politécnica Salesiana (UPS), en los últimos años ha evolucionado la calidad de la tela, el diseño y la confección de la ropa indígena de las otavaleñas.

“La migración de las y los jóvenes a las grandes urbes, como Quito, ha hecho que exista un sincretismo en cuanto a su indumentaria”.

Actualmente hay muchas tiendas de ropa que ofertan esta vestimenta, incluso se han trabajado colecciones que han subido a las pasarelas. Este es el caso de ‘Vanidad Andina’, que presentó el año anterior la diseñadora Andy Bonilla, en Ibarra.

Sánchez considera que este tipo de iniciativas es bueno porque mejora la economía. Subraya que no se debe perder las costumbres. “Las mujeres deben continuar luciendo orgullosas su traje típico, al igual que los hombres. Que nuestras joyas tengan gran acogida a nivel mundial es una clara señal del valioso patrimonio”.

Ana Bustamante compró dos gualcas, ella es argentina. Dice que la población indígena en su país es mucho más pequeña que en otros de América Latina. Ella valoró el trabajo manual de las joyas y vestimenta. “No solo te ponés bisutería, lucís historia y tradición”.

Otavalo se encuentra a 110 km al norte de Quito, en Imbabura; es la cuna de hermosos tejidos y música, como sanjuanitos y yaravíes. (I)

Datos

El sombrero en los indígenas se implantó con la llegada de los españoles. Son de paño y color blanco, lo utilizan solamente en ocasiones importantes.

Huma watarina es una prenda de lana de color negro con franjas blancas, representa el equilibrio, la dualidad, es decir el ‘par’ hombre-mujer, día-noche, ya que en la cosmovisión andina todo tiene su pareja.

El rebozo es una manta de cualquier color que se utiliza para cargar en su espalda a los wawas (hijos pequeños) o las compras que cada mujer realiza en los mercados de la comunidad o de la urbe.

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