Un lobo marino saluda a los turistas en el puerto de pescadores de la Isla Santa Cruz. Es una mañana normal para los habitantes de las islas Galápagos, acostumbrados a verlos deslizarse para pedir pescado fresco. No así para los turistas que visitan por primera vez el Archipiélago, quienes se detienen a tomar fotografías y ver de cerca a uno de los ejemplares más singulares y amistosos de las islas.

En Galápagos todo es un espectáculo, desde su cielo más azul cuando se llega al aeropuerto de Baltra, pasando por sus aguas transparentes y hasta los árboles gigantes de más de 100 años.

En las calles de San Cristóbal, capital de Galápagos, es raro ver vehículos. Hay muchas bicicletas y la mayoría de sus habitantes se dedica al comercio de artesanías, al expendio de comidas o labora en la estación científica Charles Darwin.

Las Galápagos fueron declaradas Parque Nacional en 1959, protegiendo así el 97,5% de su superficie terrestre.

En San Cristóbal y en las 13 islas restantes se respira paz y el tiempo parece detenerse mientras se observa a las iguanas terrestres de colores intensos sumergirse en el agua.

Quizás será su tranquilidad o la biodiversidad nativa, lo cierto es que estas islas de origen volcánico han obtenido 30 reconocimientos desde 1978. En ese año, la Unesco declaró al Parque Nacional Galápagos Patrimonio Natural de la Humanidad. Luego, en 1985, la ONU las declaró Reserva de Biosfera.

Cuatro años más tarde Galápagos fue declarada la Quinta Maravilla Subacuática del Mundo por  la organización Explorers Oceano,  CEDAM Internacional. En 1989 y 1990 recibió 2 reconocimientos por ser un ‘Santuario de Ballenas’. Mientras que en 2001, la Unesco reconoció su Reserva Marina.

Pero no todo ha sido buenas noticias. En 2007 fueron incluidas en la Lista del Patrimonio de la Humanidad en peligro, debido al turismo masivo y las especies invasoras. El 29 de julio de 2010 se las retiró de esta nómina.