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El Telégrafo
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La esperanza vive con ella, en forma de cicatriz

La esperanza vive con ella, en forma de cicatriz
18 de febrero de 2013 - 00:00

Tiene 61 años y el motivo de su alegría se resume en una cicatriz que aún está en proceso de curación, que permanecerá por siempre en el lado derecho de su torso. “Carmen” (identidad protegida) recibió desde hace aproximadamente 20 días un nuevo higado, procedente de un donante cadavérico. Ella es la beneficiada del primer transplante de esta naturaleza que se realiza en la región Costa.  

Recibe pocas visitas en su habitación del Hospital Luis Vernaza, donde permanece en recuperación, aislada de cualquier tipo de virus, en un ambiente donde cada persona o médico que acude a verla tiene que utilizar mascarillas, guantes y botas esterilizadas, además de lavarse bien las manos.     

Durante su convalecencia toma una cantidad diaria de inmunosupresores, es decir, medicamentos que bajan las defensas del paciente para que su cuerpo no rechace el nuevo órgano.

Ricardo (nombre protegido), uno de sus tres hijos, permanece  afuera de la habitación por si acaso su madre requiera alguna ayuda. De sus tres hermanos, él es quien más ha estado pendiente de la evolución de “Carmen”.

Ricardo comenta que al momento del diagnóstico su madre sintió temor, pero decidió inscribirse en la lista de espera para obtener un nuevo órgano. “Cuando nos avisaron que había un posible donante, conversé con uno de mis hermanos y luego le explicamos a nuestra madre. Fue una alegría muy grande. Mi madre iba a salvarse y estaría bien”, comentó el hombre de aproximadamente 40 años.

Años antes de la operación, “Carmen” presentaba varios problemas de salud, lo que les hizo sospechar que algo no andaba bien. Tuvo cuatro ingresos por cefaleas, hemorragias y sobrevivió a una peritonitis. Estos -explica el doctor Byron Abad, jefe del Programa de Trasplante Hepático del Hospital Luis Vernaza- son varios de los síntomas de la cirrosis, enfermedad que afectó fuertemente el hígado de “Carmen”.

Es por esto que  desde octubre del año anterior ella entró a la lista de pacientes que esperaban por una donación. “La paciente ya estaba en el límite de espera en la lista y su enfermedad llevaba dos años evolucionando”, comentó el doctor.

Antes de la operación, Ricardo cuenta que “Carmen” estaba tranquila, llena de optimismo y esperanza... Cuando la vieron a la salida de su cirugía -luego de 12 horas de operación-,  lucía un buen semblante, pese a todo. “El procedimiento que se realizó fue un transplante hepático ortotópico, que tuvo tres partes: la cirugía del donante, la del banco y las del implante”, mencionó el galeno.

En la primera fase de esta operación se extrae el órgano o tejido a utilizar del cuerpo del donante (vivo o que haya fallecido de muerte encefálica). La segunda etapa (denominada también cirugía del banco) es cuando se limpia el órgano o tejido y se lo prepara para ser colocado en el nuevo cuerpo.

La última fase es implantar el nuevo órgano y donde además se unen vasos sanguíneos y venas para irrigar sangre, conectar nervios y tendones, dependiendo del tipo de cirugía que sea. “Es importante que exista  compatibilidad de tipo sanguíneo, peso y estatura, entre el donante y el receptor”, dijo Abad.  

“Ahora se la ve más animada, con ganas de seguir luchando, hasta ya está caminando con ayuda de un terapista”, dice Ricardo, el segundo de tres hermanos. “El personal del hospital se viene preparando desde hace casi 4 años para estas operaciones”, expresó la doctora María Candela Cevallos, jefa del Banco de Tejidos del hospital.

En Quito se han hecho transplantes de hígado desde el 2009. Únicamente el año pasado se beneficiaron 13 personas de transplantes hepáticos. La doctora añadió que para poder transplantar, trataron de cumplir con ciertos requisitos como contar con la infraestructura física  para atender estas situaciones y tener al equipo médico adecuado y capacitado.  

Cevallos, quien también se desempeña como coordinadora hospitalaria de la Unidad de Transplante, señaló que el Hospital Vernaza comenzó en el 2009 con la organización del equipo de transplante, seleccionando a los profesionales que formarían parte de él y enviándolos a la mayoría a capacitarse en el exterior, a otros centros de transplantes que llevan muchos años realizando estas operaciones. “Médicos cirujanos, anestesiólogos, especialistas en hepatología, entre otros, fueron enviados a Argentina y Brasil y se formaron por casi tres años”, indicó.

Con este grupo que volvió a mediados del 2012, el hospital pidió al Ministerio de Salud Pública (MSP) -por medio del Instituto Nacional de Donación y Trasplante de Órganos, Tejidos y Células (Indot)- la acreditación para transplantar, la cual fue otorgada en diciembre pasado. “Con esta, recién pudimos evaluar a los posibles donantes y ver si un paciente con muerte cerebral coincidía con los parámetros de la persona receptora”, agregó Cevallos.

Ahora, detrás del vidrio de su habitación, “Carmen” sonríe, mientras habla en voz bajita de los sueños que aún tiene por cumplir.

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