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Guayaquil genera esperanzas entre los migrantes venezolanos

Jesús Samuel Páez trabaja en un estacionamiento del centro de la ciudad. Aunque no gana mucho, le alcanza para enviarle dinero a sus hijos.
Jesús Samuel Páez trabaja en un estacionamiento del centro de la ciudad. Aunque no gana mucho, le alcanza para enviarle dinero a sus hijos.
Foto: cortesía: Leonor Oyague
19 de mayo de 2018 - 00:00 - Leonor Oyague López

Él pasaba hambre. Estaba hasta tres días sin comer en Venezuela. Eso resultó una experiencia dura para él y su familia. Cuando llegó a Guayaquil dormía en las calles.

Ahora comparte cuarto con otros seis venezolanos. “A mi esposa están por hacerle la cesárea de mis hijos gemelos en Caracas y yo, acá, trabajo para enviar $ 40 semanales”.

Con esa explicación, Jesús Samuel Páez intentaba resumir por qué decidió empezar una nueva vida en otro país.

Dice que de Guayaquil admira la hospitalidad de su gente, porque siempre hay alguien que extiende la mano.

Trabaja en un garaje en el centro de la ciudad, cerca del Museo Municipal, donde gana $ 90 a la semana.

Le tomó dos meses y medio, desde que llegó a la urbe, conseguir un empleo.

Los migrantes como Páez ven al país como un refugio. 

Estadísticas del Ministerio del Interior indican que entre enero de 2017 y 2018, ingresaron al país 350.490 venezolanos; en ese mismo período salieron 279.517.

Testimonios recopilados a estos ciudadanos indican que en Venezuela es complicado llevar una vida relajada. Existe una gran escasez de alimentos y medicinas. 

Como consecuencia de la situación en ese país, se produjo la ola de migración que a su vez genera secuelas como depresión, ansiedad y discriminación.

La psicóloga clínica y docente Lidia Gómez asegura que cuando las personas dejan su tierra -por alguna necesidad- sufren un impacto psicológico fuerte a raíz de la fragmentación familiar y la crisis latente. Sostiene que la terapia de grupo entre los compatriotas podría ayudar considerablemente.

El exmilitar y programador de sistemas, Ángelo Cotturone, de 43 años, actualmente vende helados en Guayaquil. Tuvo que dejar a su familia hace siete meses en Barinas (al oeste de Venezuela), cuando decidió que ya era hora de partir de su país.

“Uno busca comodidad, seguridad, que rinda el dinero porque si no, ¿de qué se vive? Los venezolanos venimos a trabajar, a buscar la forma de ganar dinero. Además contribuimos en el desarrollo del país”. (I) 

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