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El "golpeado" pervive en Cañar

Las alfareras de Jatumpamba, Pacchapamba y Olleros producen ollas, cántaros para fermentar la chicha y tinajas para guardar granos.
Las alfareras de Jatumpamba, Pacchapamba y Olleros producen ollas, cántaros para fermentar la chicha y tinajas para guardar granos.
Fotos: Miguel Arévalo / El Tiempo
24 de mayo de 2018 - 00:00 - El Tiempo de Cuenca

Las gotas de sudor corren por su frente. María Ángeles Peres moldea entre sus manos el barro. Hace un rollo, dobla su torso hasta verse a la altura de la vasija que está creando.

Coloca el rollo con delicadeza, quiere tapar un hueco para terminar la pieza, y le toma tiempo.

Adhiere el rollo al resto del barro; para lograrlo, mete las manos en un tacho que está lleno de agua y luego, solo con las yemas de sus dedos, presiona.

Da vueltas alrededor de la pieza hasta que el barro quede pegado. En ese momento luce arrugado, pero es entonces cuando coge las huactanas o “golpeadores”, uno cóncavo y otro convexo.

Los moja. Con la mano derecha sostiene el cóncavo, que es también conocido como “el macho”, y lo mete por el hueco y el convexo; lo sostiene con la otra mano y lo deja por fuera.

Va golpeando levemente, al tiempo que sigue dando vueltas alrededor de la pieza hasta lograr que luzca liso y pulido.

Esta técnica se le atribuye a los cañaris, asegura la investigadora Lena Sjöman en su libro La cerámica popular.

Precisa que le llaman la técnica del “golpeado” y que en el mundo solo se puede admirar en la Sierra centro sur: provincias de Azuay, Cañar y en el norte de Loja. Peres, de 80 años, es de Jatumpamba y aprendió este oficio a los 12.

Ella combina la alfarería con los quehaceres del hogar, la agricultura y con la comercialización de los objetos que elabora.

Recuerda con una sonrisa que dibuja su rostro, que aprendió el oficio a punta de lágrimas.

Aunque parezca cruel, para ella recordarlo es una gracia: “mi mamita me decía que hiciera, yo hacía, pero no me salía y me echaba todo el barro en la cabeza”.

Al igual que Peres, la alfarera Cecilia Inga también es de las que mantiene la tradición de usar las manos y la técnica del “golpeado” para crear sus piezas.

Para ella, lo más difícil de todo el proceso es obtener la materia prima.

Las alfareras van a un sector en Jatumpamba donde hay arena, usan un pico para sacarla, la echan en una cesta tejida y luego la amarran con un paño entre la espalda y el pecho.

La llevan a casa, la mojan, la guardan en un tacho y las dejan por ocho días hasta que se pudra. Luego, la aplastan con los pies y es entonces cuando está lista para empezar.

Siete meses pasan antes de que esté lista alguna pieza de barro
Cuando la arcilla está hecha, el siguiente paso es empezar a moldear. Las alfareras pueden durar dos días haciendo una olla grande o un tiesto.

Luego los dejan secar, pero no es de un día para otro. Para que uno de estos objetos esté completamente seco deben pasar unos seis meses.

Después los pintan con un engobe rojo. Es entonces cuando pueden “quemarlos”. Hay dos técnicas para hacerlo: la más común ahora en Jatumpamba es meter las piezas en un horno de bahareque, colocar leña y encender. Se ubican las piezas, una sobre otra, y se tapa con láminas.

Se deja durante unas cinco horas, se saca y están listas para la venta.

La otra manera de hacerlo es en la “pampa”, como lo hacían los cañaris. Hacen una fogata al aire libre y ahí colocan las piezas.

Al estar listas quedan de varios tonos, entre negro y color ladrillo.

La investigadora Sjöman escribe que la remuneración de las alfareras es poca y el prestigio es bajo.

Un tiesto lo venden en $ 8, una vasija grande entre $ 50 y $ 80, mientras que las ollas cuestan $ 10. (I) 

Venta

UTILIDAD

ARCILLA

→Esta es la materia prima que se extrae de yacimientos locales, se liga con arena que, si bien es gratuita, es muy complicado sacarla.  Existen un proceso para hacerlo.

HISTORIA

→Con la llegada de los españoles esta técnica quedó para fabricar ollas de personas pobres; se introdujo el torno y vidriado para piezas más caras.

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