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El general más antiguo de las FF.AA. cumple 100 años

El general más antiguo de las FF.AA. cumple 100 años
13 de octubre de 2012 - 00:00

Aquella noche lluviosa, el sector de San Rafael, en el cantón Rumiñahui, provincia de Pichincha, ya estaba condenado al excesivo tráfico por el fin de semana. En la amplia vivienda de los descendientes de don Telmo Oswaldo Vargas Benalcázar, el general más antiguo de las Fuerzas Armadas ecuatorianas, había mucho silencio, casi de veneración, matizado por una agradable decoración de estilo clásico.

En un ambiente de cordialidad se contextualizaron los motivos de  la presencia de un equipo periodístico de El Telégrafo en el lugar. De pronto asomó un hombre menudo, con escaso y canoso cabello, piel trigueña y austera vestimenta. Traía un aparato para caminar, audífonos para escuchar las voces en forma amplificada y unos gruesos lentes. Era don Telmo, quien cumplió el lunes  cien años de vida.

Su fornido nieto, José Ramos, le ayudó a movilizarse hasta un sillón, le acomodó los audífonos y le repitió lo que ya se le ha preguntado por un micrófono.

Don Telmo divaga mucho, repite las ideas, en momentos se pierde entre la narración y las interrogantes, pero de lo que nunca se ha olvidado es de hundir su mirada en el horizonte, como si las remembranzas estuvieran pululando en el aire y las quisiera capturar para contar completas sus anécdotas.

Le falta lucidez, pero la compensa con las palabras que reitera, con los retazos de recuerdos que atrapa, con la dignidad que transmite cuando habla de su amor por la Patria...

Desde 1963 hasta 1966 gobernó el convulsionado Ecuador una Junta Militar liderada por Ramón Castro, pero esta se vio obligada a abandonar  el país y dejó una acefalía de poder, por lo que el general Telmo Vargas asumió la Jefatura del Estado del 29 al 30 de marzo de 1966 (36 horas), ya que era el Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas y el militar más antiguo en ese momento. Por eso  convocó a una reunión de las personalidades representativas  para decidir el destino del país.

Esa noche, cuando narraba los sucesos de los años 60’, don Telmo  parecía debilitado por el paso inexorable del tiempo, pero se henchía de orgullo -al igual que su familia-, rememorando ese episodio que partió su vida en dos... “En esos sucesos debíamos retornar a la vida normal y decidir el futuro del Ecuador al darle el mando a un civil, protegiendo a las autoridades y a los ciudadanos”, asegura, arrastrando las palabras.

Recuerda que convocó por la radio a los dirigentes de los partidos políticos  como Galo Plaza Lasso (del Partido Liberal) y Camilo Ponce Enríquez (Conservador), además de  otras autoridades y a los medios de comunicación.

Luego de algunos debates en el Ministerio de Defensa (ubicado en el sector de La Recoleta, en Quito), las autoridades y dirigentes   encargaron el poder a Clemente Yerovi Indaburu, empresario  guayaquileño.

Aquella gran responsabilidad de dirigir el destino del país es lo que don Telmo destacó más sobre  su vida militar y personal, mientras su nieto José no dejaba de ponerle, con paciencia, los audífonos cuando caían, o de repetirle las preguntas. 

Movía sus manos muy despacio, sin embargo, estas adquirían mayor firmeza cuando hablaba sobre su asilo político en Colombia por haber participado en el encargo del poder a Yerovi. “Había cierta odiosidad de los partidos políticos contra el mando militar, pero yo nunca tuve deseo alguno de exhibición”.

Y esa gesticulación se profundizó más cuando se refirió al mayor legado que hereda a sus descendientes: “El amor y el respeto al país”.

Dice que lo que se lleva son tantas experiencias y amigos que tuvo en su paso por varios países como Estados Unidos (agregado militar de la Embajada ecuatoriana en Washington), Perú, Colombia y República Dominicana, donde  intervino  como principal mediador internacional en la crisis de   1965, ya que él fue representante del Ecuador ante la Junta Interamericana de Defensa.

Carolina Ramos, nieta de don Telmo, contó que su abuelito es “toda una enciclopedia,   cumple sin fallar caminatas diarias de un kilómetro, ha superado los pronósticos de muchos médicos que más de una vez lo han desahuciado; hasta venció un cáncer,  no toma medicinas, nunca fumó ni ingirió licor”.

“Soy la vocera de una familia que vive orgullosa de haber nacido de un hombre como él, por eso queremos revivir su historia, que al momento está olvidada”, asegura.

A principios de septiembre de 2012 se celebró el aniversario de la Asociación de Generales y Almirantes de las Fuerzas Armadas, evento en el cual don Telmo recibió una medalla por ser uno de los socios fundadores de esta institución.

Este centenario hombre de roble posó para las fotos  con el emblemático sable militar, en el que reza una frase que ningún militar olvida: “No me saques sin razón ni me envaines sin honor”.

Casi no sonreía en esa noche, pero transmitía  paz y sabiduría. Consideró que entre lo más importante de su vida ha sido “servir a mi país con honestidad, darle toda la fuerza y el corazón”.
¿El secreto para vivir 100 años? “Mmm, llevar una vida tranquila”, concluyó con una  sonrisa.

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