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Un estudio británico destaca que los ‘amigos caninos’ perciben el dolor de los seres humanos

El amor desmedido hacia su perro sería un reflejo de sus emociones

Los animales domésticos son parte de la familia. Muchos son tratados como seres humanos. Foto: Archivo/El Telégrafo
Los animales domésticos son parte de la familia. Muchos son tratados como seres humanos. Foto: Archivo/El Telégrafo
01 de junio de 2015 - 00:00 - Redacción Sociedad

Su memoria es bastante lúcida. Treinta y cinco años después, Rolando Tamba aún recuerda cuando vio a Muñeca colgada de un árbol mientras se retorcía hasta morir.

Su perra mestiza, que había sido su amiga durante la infancia, fue sacrificada por la policía de sanidad después de que los vecinos de la finca contigua la acusaran de haber  matado a varias gallinas.

Muñeca fue al cielo, lo hizo pese a ser inocente de aquello de que la acusaban. Todos en la finca lo constataron días después. “Por sentido de justicia comencé a meter perros y gatos a mi casa para darles de comer. Mis hermanas me ayudaban a veces, pero la mayoría de ocasiones lo hacía solo y a escondidas”, rememora Rolando.

A los 7 años se mudó a la capital y conoció a Meches, una gata de enormes ojos verdes que lo conmovió por sus dotes de cazadora y sus saltos circenses. Desde ese momento quedó prendado por los felinos. Ahora vive con 9 amigos con cola -como los llama- y ha participado en varios rescates en Cuenca y en Santo Domingo.

Rolando está convencido de que los animales son mejores que las personas. Dice que mantienen activa su  sensibilidad. “Los animales son emocionalmente honestos. Tal vez no razonen como los seres humanos, pero actúan de acuerdo a lo que sienten (...) Sus reacciones son puras, no obedecen a los moldes culturales que impone la sociedad civilizada”, enfatiza.

No es la primera persona que piensa de esta manera; también lo cree Andrea Molina, quien asegura que Princesa le devolvió la esperanza de vivir tras la muerte de su padre. “Literalmente me obligaba a levantarme de la cama con sus dulces besos, me quitaba las cobijas y me empujaba a salir al parque (...) Logró hacerme ver la vida desde otro punto de vista y reemplazó el dolor que sentía por esperanza y alegría”.

Ahora Andrea prefiere pasar más tiempo con animales que con personas. Dice que en ellos no existe maldad, viven el presente y sanan heridas de los humanos.

El mejor amigo del hombre

¿Qué nos impulsa a amar tanto a los animales? ¿Por qué nos compadecemos de ellos hasta priorizarlos en nuestra propia vida? Carolina Espinosa, psicóloga clínica y especialista en hipnoterapia, lo analiza.

Si bien explica que la preocupación constante por los animales no es una patología o un comportamiento irracional, dice que tiene que ver con la forma que las personas idealizan sus propias emociones. “Esa necesidad de defenderlos probablemente está relacionada con la necesidad propia de ser defendidos en algún momento de nuestras vidas. Ellos se convierten en un espejo de las propias emociones.Cuando los tratamos como humanos o pensamos que son nuestros hijos es una forma de proyectarnos en el futuro. Si los amamos incondicionalmente tiene que ver con la búsqueda de protección y afecto, de recibir y dar cariño”, dice.

Carolina explica que en este grupo no hay rasgos únicos de personalidad. Sin embargo, aclara, los amantes de animales, en general, son seres sensibles que no cuadran con los parámetros socialmente esperados. Es decir no priorizan los réditos económicos o tener altos puestos directivos. Son más altruistas. “Hay un arquetipo que habla del sanador herido. El ser humano tiene una necesidad de sanarse a través de ayudar al otro”, indica.

El temor al rechazo, según Carolina, también podría hacer pensar a los humanos que los animales son más importantes que ellos. “Los animales solo escuchan, no contestan. De cierta manera no critican nuestros actos y eso es un aliciente”, puntualiza la experta.

Estudios veterinarios norteamericanos explican que el vínculo humano-animal, principalmente, se construye con el contacto sensorial  y el tiempo que convivan juntos.

Deborah Custance y Mayer Jenniffer, ambas psicólogas de la Universidad de Goldsmiths (Inglaterra) realizaron un estudio en el que detallan que los animales de compañía son capaces de reaccionar ante los estímulos del llanto e iniciar un contacto físico sin importar si era su dueño o cualquier otra persona. “Sienten el dolor de las personas y buscan aliviarlo. Intentan reconfortar al individuo. Responden a necesidades ajenas no a las propias”, destaca Custance.

Espinosa asegura que el cuidado excesivo de animales puede llegar a colapsar a la persona también al posponer sus intereses sobre ellos. Esto podría causar inestabilidad emocional y tristeza en el individuo. El informe de organización Terra Animal señala que existe una curva en la labor que realizan los animalistas.

En un principio es ascendente, pero luego el trabajo se abandona sobre todo por falta de recursos económicos y agotamiento emocional. En Quito funcionan más de 10 organizaciones animalistas que financian campañas de esterilización y cuidados veterinarios con sus propios recursos sin apoyo gubernamental. (I)

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