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El accidente ocurrido en Papallacta marcó la vida de tres madres y hoy no celebrarán

El accidente ocurrido en Papallacta marcó la vida de tres madres y hoy no celebrarán
13 de mayo de 2012 - 00:00

Hace diez años, Sonia Shiwano dio a luz a su tercera hija, Susana, en la ciudad de Tena. Y hace 15 días ambas planearon un viaje a Quito para visitar a un sobrino de Sonia, quien estaba hospitalizado.

A la 01:00 de la mañana se subieron al bus de la cooperativa Amazonas, donde ocuparon los asientos 16 y 17. Unas horas después de haber iniciado el viaje, Susana le preguntó a su madre si ya habían llegado porque quería sentarse junto a  la ventana para mirar la ciudad. 

Sonia recuerda que le contestó que no se preocupara, que ella le mostraría la ciudad cuando llegara la hora. Después de esas palabras, la niña se recostó en su pecho y apenas transcurridos unos minutos, sintió  que el bus iba demasiado rápido. Cuando presintió lo peor, sujetó a su hija con un brazo y con el otro se agarró de un tubo que había junto a su asiento.

Sus cuerpos y los de 30 pasajeros más  comenzaron a rodar bruscamente mientras el chofer perdía el control de la unidad. En medio de la noche, los gritos de desesperación nublaron la mente de Sonia por unos momentos, sin embargo ella permaneció aferrada a su hija, con todas sus fuerzas. El bus se estrelló con un talud y cayó varios metros por un barranco a la altura de Papallacta. 

En su mente, el hecho pasó en cámara lenta, recuerda. “Todos trataban de cubrirse y pedían a Dios que los protegiera”. Cuando todo terminó, Sonia se soltó y cayó, pues el bus se había dado la vuelta. En ese momento notó, con horror, que su hija ya no estaba a su lado.

Herida y muy confundida, comenzó a buscar a su pequeña en medio de los heridos y de los más de 11 pasajeros que perdieron la vida por el impacto, pero no hubo respuesta. Como ella, otros sobrevivientes también suplicaban que sus familiares sigan con vida, mientras que aquellos que quedaron atrapados entre los fierros retorcidos, gritaban por ayuda.   

La oscuridad no les permitía ver mucho, pero Sonia comenzó a escabullirse. No sabe cuántos minutos pasaron y los heridos comenzaron a salir de la chatarra en la que quedó convertido el bus. Varias veces Sonia caminó entre las partes de la unidad que quedaron esparcidas entre la malesa, pensando que su hija pudo haber caído durante el impacto. 

En ese momento, alguien le dijo que los cuerpos sin vida de muchos estaban en la parte trasera del bus. Sonia no dudó y se abrió paso entre ellos -varios cuerpos destrozados y mutilados- pero no había rastro de su hija.

De repente, vio un pequeño espacio entre el bus y unas piedras, rápidamente se acercó y observó un rostro deformado por las heridas. Un rostro que no reconoció, pero que sabía era el de su  hija. Imposibilitada para sacarla de ahí, Sonia no pudo más que escurrirse por el pequeño espacio para abrazar a su pequeña y esperar que amaneciera y la ayuda llegase.  

Cuando finalmente los bomberos lograron sacarla, Sonia se sintió aliviada y agradeció a Dios porque su pequeña seguía viva. Ya en la ambulancia, Sonia se desmayó, por ello ambas fueron tratadas al hospital de los Valles. Un poco recuperada, Sonia llamó a su esposo, Alfonso Calapunchi, quien se encontraba en Tena al cuidado de sus otros dos hijos.  

Actualmente Susana (10 años) se está recuperando. Tuvo que ser operada de la mandíbula y la columna debido a las fracturas que sufrió, y todavía tiene pendiente una cirugía de cadera. Alfonso y Sonia se acomodan en sillas o muebles para poder pasar la noche cerca de su hija.

Alfonso se dedicaba a la construcción, pero perdió su trabajo. Y aunque este Día de la Madre no será como antes, ellos dan gracias de poder estar juntos, a pesar de que sea en la sala de un hospital.       

En el mismo piso, al fondo de un pasillo, en el área de Terapia Intensiva, Noralma Aguirre intenta recuperarse. Ella estaba en el mismo bus. Tiene nueve hijos y el último de ellos es aún pequeño. El pasado 24 de abril, Noralma viajaba a Quito acompañando a su suegra a una cita médica; en el mismo bus iban algunos conocidos suyos y de su familia.

Es por eso que cuando ocurrió el accidente, su cuñada Flor Paynis fue la primera en recibir una llamada, a las 05:00, en la que le avisaban de lo ocurrido. Sin embargo pasaron siete  horas hasta que sus hijos la encontraron, pues  había ingresado al hospital como una paciente NN.

Hace unos días, Noralma despertó del coma. Sin embargo debido a la gravedad de sus lesiones, la pierna derecha le fue amputada y en el impacto también perdió el ojo izquierdo. Además tiene fracturas en la mandíbula y el cráneo, y está luchando contra una infección en la pierna y el pulmón. Noralma trata de comunicarse, pero aún no puede hablar.

Sus hijos se dedican a la construcción, pero no cuentan con trabajos estables, por lo que no han podido acompañar a su madre en el hospital. Algunos viven en Tena, otros en Santo Domingo y una de sus hijas en Colombia. Debido a la situación económica que atraviesan, únicamente pueden viajar una vez a la semana, pues tampoco tienen quien los acoja en Quito. Es por eso que su cuñada, Flor Paynis, pasa con ella en el hospital.

En la misma sala de Terapia Intensiva, hasta hace dos días, Celda Grefa (41 años) caminaba desconsolada. Su esposo Luciano Licuy, de 51 años, otra víctima del accidente, luchaba por su vida. Sin embargo las lesiones en el  hígado y el pulmón le ganaron la batalla, y a las 17:00 del pasado jueves falleció, dejando en la orfandad a 12 hijos, todos menores de edad. Luciano se dedicaba a la construcción en la ciudad de Tena, pero aquella madrugada decidió viajar a Quito a buscar trabajo.

Celda pasó dos semanas en la sala de espera cerca de su esposo, sin que nadie la acompañara. Fue el mismo tiempo que sus hijos permanecieron solos en Tena, por lo que la confusión, el dolor y la soledad no le permiten concentrarse en nada desde la fatal noticia. Entre lágrimas, Celda  caminaba inconsolable sin entender qué hará de ahora en adelante. Sufrió por su esposo y sigue sufriendo por sus pequeños. Para ella no habrá Día de la Madre.

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