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Los albergues son oasis para niños con cáncer

En el albergue Dr. Antonio López Bermeo se presentó el payaso Chuchito, gracias a la Fundación Fuerza Dorian.
En el albergue Dr. Antonio López Bermeo se presentó el payaso Chuchito, gracias a la Fundación Fuerza Dorian.
Foto: Miguel Castro / ET
14 de julio de 2019 - 00:00 - Juan Carlos Holguín

Mary recuerda cuando a su pequeño Justin le diagnosticaron cáncer. El niño tenía tres años y ella sintió que su mundo se derrumbaba.

El tratamiento se realizó en el hospital de la Sociedad de Lucha Contra el Cáncer (Solca), en Guayaquil. Ella es de Salinas, en Santa Elena, y no tiene familia en el puerto principal. Esto le implicaba viajar con su hijo y quedarse en una ciudad extraña, sin nadie a quién recurrir.

Pero al llegar, otra madre le habló sobre Soldaditos de Dios, un albergue que da alojamiento y comida a los niños con cáncer y un acompañante. Mary acudió al lugar, donde le abrieron las puertas y la hicieron sentir como en casa.

Desde entonces han pasado cinco años, Justin está en proceso de recuperación y Mary no deja de agradecer a los Soldaditos de Dios, quienes se convirtieron en su segunda familia.

“Es un alivio para quienes llegamos de fuera, tener donde descansar y comer de forma gratuita. Significa mucho para los padres y para los niños”, afirmó la mujer.

Así como Soldaditos, hay otros albergues que acogen a los niños con cáncer que llegan a Guayaquil para atenderse en Solca o en el hospital Francisco de Icaza Bustamante. Entre ellos están Asonic, el albergue Dr. Antonio López Bermeo y la Fundación Casa Ronald McDonald, de Solca, todos en la ciudadela La Atarazana.

“El cáncer es una enfermedad tremenda y nuestro fin es ayudar a estas familias, principalmente de provincias; que eviten gastar en un hospedaje, en comida, en lavar la ropa, así solventan otros gastos, porque lo que les viene es duro”, señaló Katiusca Manrique, administradora de Soldaditos de Dios.

Labor benéfica

Este albergue, con capacidad para 60 personas (30 niños, cada uno con un acompañante), fue inaugurado el 5 de junio de 2014. Según su presidenta, Sandra de Morales, decidió crearlo tras colaborar dos años con otro refugio y ver las necesidades de las personas con cáncer.

Con un grupo de amigas acondicionó la casa, que fue donada por el futbolista Cristian Noboa. Así se inició esta labor benéfica.

“Todo lo conseguimos mediante donaciones, pues no cobramos nada”, indicó la benefactora. “El tema del cáncer es muy doloroso, pero cuando lo unes con la falta de dinero y la distancia tienes la “tormenta perfecta” y muchas madres pueden pensar en desistir pues no tienen recursos. A ellas les envío un mensaje: Aquí tienen una casa, un hogar a donde llegar”.

Estas historias de lucha y tenacidad se viven también en la Fundación Casa Ronald McDonald que, junto con el albergue para adultos llamado Casa de alojamiento, recibe a pacientes de Solca y sus familiares.

María del Carmen Álvarez de Baldeón, voluntaria del Comité de Damas de Solca, explicó que en el albergue de adultos, creado hace seis años, el paciente no paga nada, pero al acompañante le cobran $ 2,50 diarios que incluyen el hospedaje, el uso de las instalaciones (baño, lavandería, cocina) y las tres comidas. Este lugar tiene capacidad para 45 personas.

Vienen de provincias

La Casa Ronald McDonald nació en mayo de 2016. Se trata de una edificación de tres pisos, donde pueden alojarse 92 personas.

Posee sala de juegos, habitaciones con baño privado para casos especiales y otras con baño compartido. Hay una enorme cocina para que las madres preparen los alimentos de sus hijos. Solo se pide que dejen todo limpio después de cocinar.

“Son pacientes que viven en provincias y no tienen donde hospedarse. A veces el tratamiento es diario y con el albergue la persona no tiene que estar yendo y viniendo, ya que no tiene para el pasaje o el paciente no queda en condiciones para un viaje”, explicó María del Carmen.

Aquí tienen padrinos y convenios con algunas empresas. Kerly, cuyo hijo lleva dos años luchando contra el cáncer, cada vez que viaja a Guayaquil desde Ventanas (Los Ríos), se aloja en la Casa McDonald.

Según ella, “es importante tener adónde llegar, ya que no tenemos familia en la ciudad”.

El albergue Dr. Antonio López Bermeo (FANO, Fundación de Atención a Niños Oncológicos), fue creado por la Fundación Española para la Lucha contra la Leucemia.

Su administrador es Alejandro Magallanes, quien tiene una hija con esa enfermedad.
Recordó que su esposa, ya fallecida, viajó a España con su hija para realizarle un trasplante de médula. “Allá también hay albergues para quienes llegan de otro país”.

Hace dos meses se pasaron a una casa más grande, de tres pisos, con capacidad para cerca de 51 personas.

En 2005 se creó otro albergue: Asonic, a dos cuadras del hospital Roberto Gilbert Elizalde. Su presidente, Jorge Dillon, explicó que “hay niños pobres, padres muy necesitados que vienen de lejos con la esperanza de salvar a sus hijos. Nuestro objetivo es servirles y dar todo gratis. Se les brinda alojamiento y comida”.

La Fundación Fuerza Dorian también se creó para colaborar con las personas que llegan con niños oncológicos desde fuera de Guayaquil.

Su presidenta, Jéssica Camejo, inició el grupo en memoria de su hijo, Dorian, de 10 años, quien murió con el mal. Su último deseo fue que su familia ayudara a los niños que sufren la enfermedad.

Su objetivo es crear un comedor solidario y un albergue cerca del hospital Francisco de Icaza Bustamante (centro de la urbe), donde no hay sitios de este tipo pese a que ahí funciona un área oncológica.

Ella realiza autogestión para conseguir insumos, que también reparte entre los albergues. Estos lugares subsisten con donaciones, tanto de dinero como de víveres, que les permiten tener juguetes, libros y comida.

Según Katiusca Manrique, “las propias mamitas cocinan pues cada una sabe qué le hace daño a su hijo”.
Los padrinos hacen posible que cada albergue agasaje a los niños en fechas especiales, como Navidad. Es una convivencia diaria con quienes luchan por sobrevivir.

Pero a veces el cáncer gana la pelea. Como ocurrió con Raúl, de 14 años, de La Libertad que estuvo desde el inicio en Soldaditos y falleció la semana pasada, dijo Katiusca.

“Viajé a su casa para despedirlo y consolar a la mamá, pues todos fuimos una gran familia. Era un niño fuerte, quería ser locutor. Pero levantó sus alas”. (I) 

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