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130.000 adultos aprenden a leer y escribir desde sus casas en el país

María Pullataxi (der.) usa un disco compacto para seguir las clases desde la casa (Quito). El programa estatal de escolarización utiliza el sistema de preparación radiofónica.
María Pullataxi (der.) usa un disco compacto para seguir las clases desde la casa (Quito). El programa estatal de escolarización utiliza el sistema de preparación radiofónica.
Foto: Mario Egas / EL TELÉGRAFO
03 de febrero de 2018 - 00:00 - Redacción Sociedad

Cuando María Pullataxi partió de Ecuador y llegó a Estados Unidos, en 2006, no sabía leer ni escribir. En ese país administró la cocina de  un restaurante italiano en Hampton (Virginia). 

Durante seis años laboró en el extranjero y fue allí donde sintió la necesidad urgente de alfabetizarse.

Al regresar a tierras ecuatorianas -musitó que su esposo no se acopló en el extranjero- su hija Gabriela Saldaña le buscó un programa para que inicie la escolarización.

Sin embargo, no la inscribió en ninguno. En ese entonces no había una oferta académica acorde a las necesidades de Pullataxi.

En noviembre de 2017, Gabriela se enteró del lanzamiento de la campaña de alfabetización y educación básica Monseñor Leonidas Proaño. Llamó al Ministerio de Educación (MinEduc) y sin aviso o consentimiento de su mamá la inscribió.

Al siguiente día, el 10 de noviembre, María fue por primera vez a una aula de clases. Allí se encontró con otros 24 adultos que, al igual que ella, estaban nerviosos por el inicio de esa etapa. “Me daba vergüenza. Creí que yo era la única que a esta edad -recién- aprendería a leer y escribir”.

Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), hasta 2010 Ecuador tenía una tasa de analfabetismo de 8,6%, es decir, un millón de personas.

Los horarios
Son las 17:00 del último miércoles. María llega a su casa después de trabajar, como empleada doméstica, en una casa, en el norte de la ciudad. Deja su cartera sobre  uno de los  muebles de la sala y, enseguida, coloca un disco compacto en el reproductor de su equipo de sonido.

El programa académico que cursa usa una metodología de enseñanza radiofónica que consiste en lecciones diarias de 20 minutos de duración.

Desde los parlantes se escucha una voz que da las instrucciones de la clase del día: “Los conjuntos”. La mujer, de 58 años, abre su cartuchera rosa, saca un lápiz  y realiza los ejercicios solicitados.

Tiene una duda.  Para despejarla acude a su hija Gabriela. Ella se sienta junto a su mamá y le explica -paso a paso- cómo completar la tarea de matemática.

Según el cronograma de la campaña, el programa de alfabetización durará 40 semanas (10 meses). En ese tiempo, los inscritos alcanzarán conocimientos hasta el tercer año de Educación General Básica.

Además del aprendizaje en tutorías, los alumnos participan en actividades de desarrollo personal, dirigidas por un equipo de voluntarios (universitarios y funcionarios de centros educativos).

También Guillermo Cabezas, de 41 años, aprende a escribir su nombre en un cuaderno de cuatro líneas. Lo hace con lentitud y dedicación. “Cada trazo tiene que ser perfecto”, expresó el mecánico de profesión.

Él no tiene hijos y aseguró que ya no quiere pedir ayuda cada vez que realiza un trámite en cualquier entidad.

Pese a que aún Ecuador no es un país libre de analfabetismo, fue reconocido por su labor en esta área. En 2014 la Unesco le entregó el Premio Internacional de Alfabetización 2014 ‘Rey Sejong’.

El reporte ‘Estadística Educativa’, con corte a marzo de 2015, indicó que la tasa de analfabetismo fue el 8,1% en  2010 y se redujo el 5,8% en  2014.

Según Aleyda Matamoros, subsecretaria de Educación Especializada, el objetivo estatal es  alfabetizar a 200.000 personas a  2020. Hasta la fecha, 130.000 adultos aprenden a leer y escribir desde el hogar.

La campaña no se limita a la formación básica. Los inscritos, después de seguir todas las etapas del programa, pueden obtener su título de bachiller en cinco años,

María no apunta al bachillerato, pero sí quiere estudiar cocina. Ya averiguó un curso y el único requisito es terminar la primaria.

A pesar de sus limitaciones académicas, la mujer, de estatura pequeña, siempre vigiló las tareas que desarrollaban sus cuatro hijos, recordó Gabriela.

Ahora es ella que supervisa los deberes escolares de su progenitora. Actualmente madre e hija realizan el último repaso antes de finalizar la jornada académica.

 Gabriela debe chequear los deberes que ella, por su cuenta, le dejó a su mamá el día anterior. María saca su cuaderno y la revisión de tareas se inicia en el hogar. (I) 

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