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Decisión es el primer paso para salir de las adicciones

Decisión es el primer paso para salir de las adicciones
Foto: internet
15 de octubre de 2017 - 00:00 - Redacción Séptimo Día

César tiene 24 años y desde hace cinco meses trata su adicción a los  estupefacientes en el Centro Especializado en Tratamiento para Personas con Consumo Problemático de Alcohol y Otras Drogas (Cetad) en Quito. 

Su primer contacto con las drogas lo tuvo a los 12 años. Probó alcohol porque veía a sus padres que lo hacían. Bebió y le gustó la sensación.

A los 16 años empezó con el tabaco y dos años después con la base de cocaína. Cada vez necesita algo más fuerte para sentir cortos momentos de felicidad y satisfacción.

El consumo de drogas le cambió la vida, perdió a su familia y varias puertas se le cerraron. 

“Dejaron de estrecharme la mano y prácticamente me dijeron ‘defiéndete solo’. Perdí mi dignidad”, comenta César mientras recuerda que hizo de todo para conseguir que los expendedores de droga le provean de una que otra dosis.

Una mañana despertó en la calle, con una botella en la mano y sin saber qué le había sucedido. La madre de una amiga que pasó por el lugar lo vio, lo levantó y lo llevó a su casa. Hizo que se bañara y le regaló ropa. César sintió que tocó fondo y que era hora de pedir ayuda.

Según la Organización Mundial de la Salud, factores psicosociales, ambientales, biológicos y genéticos desempeñan un importante papel en la dependencia. Foto: internet

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“Me sentí apenado y decepcionado de mí mismo”, dice.

Recuerda que antes era una persona sencilla, tranquila y dulce. Pero la droga lo tenía todo el tiempo a la defensiva, incluso actualmente lo que más le cuesta trabajar son los defectos en su carácter. Dice que es muy impulsivo y violento.

Hoy ya tiene un proyecto de vida trazado. Consiguió un trabajo como diseñador gráfico, conocimientos que adquirió con la experiencia pues nunca terminó el colegio.  

Tiene miedo de volver a caer en la adicción. Por eso, cuando deje el centro, va a vivir con su familia, no quiere que la soledad le haga una mala jugada.

“Te da mucha ansiedad, cuando estás bajo los efectos del consumo, el cuerpo te pide más y más”, comenta.  

  El organismo del drogadicto necesita dosis cada vez mayores para conseguir la misma satisfacción que tuvo la primera vez que ingirió los alucinógenos. Poco a poco pruebas drogas cada vez más fuertes.

Según Carlos Vallejo, Coordinador técnico del Cetad, la adicción no es un acto de voluntad. Llega un punto en que la persona deja de drogarse para tener satisfacción y lo hace para estar normal, ya el efecto agradable de los primeros consumos dejan de tener razón. A la par los efectos disfóricos, las partes negativas de la adicción, empiezan a aparecer más y más, como problemas familiares o en el trabajo. Es cuando el individuo se da cuenta de que no puede solo.  

Llegar a determinar cuántos consumidores de estupefacientes hay en Ecuador es difícil. Armando Camino, psiquiatra, explica que de acuerdo con estudios, para el 2000 el inicio del consumo de drogas ya era a los 11 años de edad en hombres y a los 11.5 en mujeres. A su criterio, esto va en aumento y empieza a tempranas edades.

Droga es toda substancia que es ingresada en el organismo voluntariamente para un fin distinto para el que fue inventada, como fines medicinales.   

Las que más se consumen en en Ecuador son el cigarrillo y el alcohol, dentro de las legales y marihuana, base de cocaína, cocaína, éxtasis, dentro de las ilegales.

Según Camino, algunas de las razones para entrar en el mundo de las drogas, legales e ilegales, es por curiosidad, por querer experimentar algo nuevo, por modelaje, que es por seguir a un modelo y llegar a ser como él  y por grupo de pares, que es cuando se busca adherirse a una agrupación.

La adicción a drogas u otras sustancias está tipificado como una patología en la Clasificación Internacional de Enfermedades Mentales, se la identifica -dice Camino- como trastorno mental y del comportamiento por uso, abuso o dependencia.

Él cree que los programas del tratamiento deben estar relacionados con estos tres últimos parámetros, pues no es lo mismo tratar a un dependiente que a un usador de drogas.

Se considera dependencia cuando el individuo necesita dosis mayores y con mayor frecuencia y al suspender la droga o bajar su concentración en la sangre le produce el síndrome de abstinencia.

Este síndrome es cuando el cuerpo pide la droga con una serie de síntomas psicológicos y físicos como taticardia, angustia, ansiedad, dolor de cabeza, temblores, sudoración, entre otros.

“El síndrome de abstinencia en casos de heroína, por ejemplo, es mucho más dramático que otras drogas, puede ser hasta mortal. Se producen daños más estructurales, daños al sistema nervioso central, el síndrome causa una descompensación generalizada, puede producir una falla cardíaca, sangrado y hasta muerte”, dice Camino.   

Asimismo, para un tratamiento, se deben tomar en cuenta los años de consumo, la tolerancia, que es la necesidad cada vez mayor del individuo por consumir y el tipo de droga que este ingiere.

Según Camino existen estudios en los que la adicción se la relaciona con trastornos del comportamiento, principalmente con lo que tiene que ver con el humor y el ánimo, incluso con conductas raras y extravagantes como la psicosis.

No existe un tratamiento único que esté establecido en el mundo como el mejor para tratar esta dependencia. Sin embargo, estos deben ser programados con un equipo inter y multidisciplinario. El primer paso -dice Camino- es generar la conciencia de que se trata de una enfermedad.

Para salir de la adicción -comenta Vallejo- lo primordial es que la persona tome la decisión de dejar de ingerir, pero que además sea consciente de que no puede solo, que necesita ayuda.

“La voluntad es el primer requisito para ingresar a cualquier tratamiento que tiene el Estado”, dice Vallejo y agrega que el trabajo es y debe ser basado en el respeto a los derechos humanos.  

En los pseudo modelos de comunidades terapéuticas -dice Camino- no ayudan sino que generan más cambios en el comportamiento de las personas, porque sus tratamientos de deshabituación de consumo de drogas consisten en encierros, maltratos y violencia.

La ingesta de alucinógenos tiene un proceso, empieza por uso, pasa al abuso y llega a una dependencia. El internamiento es recomendado en pacientes que no pueden mantener su abstinencia a pesar de las recomendaciones.  

Para iniciar un tratamiento -dice el profesional- se necesita primero un chequeo general para saber cómo se encuentra físicamente el paciente. Después se realiza una evaluación psicológica, psiquiátrica y neurológica.

Posteriormente se da medicación que ayude a recuperar y mejorar lo que está dañado.

Camino asegura que existen estudios en los que se ha comprobado que con medicación y tratamiento se puede producir neurogénesis y neuroplasticidad, en la primera se fortalece y multiplican las neuronas y en la segunda se crea un nuevo cableado neuronal para que las células cerebrales se comuniquen nuevamente.

Posteriormente se continúa con psicoterapias y el fortalecimiento de la parte espiritual. Además también se trabaja con las familias.   

En el caso del Cetad el tratamiento se basa en tres etapas de dos meses cada una en promedio. Ahí todos los pacientes son internados.

En la primera fase se trabaja fundamentalmente la parte conductual del paciente. En la segunda la parte psicológica con terapias familiares e individuales. En este momento el paciente empieza a salir progresivamente. La tercera etapa es de reinserción a la sociedad, se les ayuda a conseguir trabajo y que vuelvan con sus familias. 

A la par en todas las etapas, el paciente recibe terapias individuales para identificar las razones del por qué se acercó a las drogas, que se haga responsable de sus actos y solucione los conflictos que tenga.  

“La adicción es un síntoma de un malestar o una necesidad interior”, explica Vallejo.  

Pero no todos los que sufren una adicción deben ser internados. Muchos pueden acudir a las atenciones primarias ambulatorias.

“El pensamiento común es que las personas en adicciones son extrañas, antisociales y peligrosas, pero solo son individuos que tomaron malas decisiones con malas experiencias de vida”, comenta Lenín Jaramillo, psicólogo clínico y agrega que, a su criterio, el mejor tratamiento es aquel que trata al paciente como el ser humano que es.

Ningún tratamiento da la seguridad de que el paciente no vuelva a recaer en las drogas. Según Vallejo, entre el 40% y el 60% de personas que terminan un programa, a nivel mundial e independientemente del modelo, recaen en el primer año.  

“Las drogas siguen siendo un tabú. Nadie quiere hablar de ellas hasta que un familiar cercano las ingiere”, dice Camino y agrega que el éxito es prevenir desde casa.

Para el psiquiatra es fundamental la psicoeducación en drogas, programas de educación en prenvención de su uso. Sin embargo, para que estos proyectos sean eficientes deberían aplicárselos desde la educación primaria, pues -asegura- el consumo de drogas inicia desde los ocho a nueve años de edad.

Actualmente su ingesta ha avanzado tanto que ya no se habla de fármacodependencia o de alcoholismo, ahora se habla de polifármacodependencias y patologías duales, que significa que una persona ya no consume una sola droga, sino varias y que producen más daños severos de comportamiento. Por ejemplo se habla de bipolaridad y base de cocaína, drogas y suicidio, drogas y psicosis tóxica, entre otras.     

Para Jácome, quien labora en Cetad, se debería poner más énfasis en crear sistemas que no permitan que se instauren problemas de adicciones. Cita el caso de Irlanda que cuenta con un sistema preventivo que ha dado excelentes resultados.

Ahí se creó una red de apoyo para familias y colegios y a la par del sistema académico se instauró un sistema de uso de tiempo libre en el que se dan diversas opciones de actividades para que realicen los jóvenes en estado de riesgo. También  se crearon espacios para que los chicos se expresen libremente. Esto ha permitido que el consumo de marihuana baje del 25% al 3%. (I)

Datos

La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito estima que unos 205 millones de personas consumen algún tipo de sustancia ilícita. La más común es el cannabis, seguido de las anfetaminas y la cocaína.

La utilización de sustancias ilícitas es más común entre los hombres que entre las mujeres.

El consumo de elementos también es más prevalente entre los jóvenes que en los grupos de más edad. (I)

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