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La amapola florece en Guerrero con el trabajo infantil

La amapola florece en Guerrero con el trabajo infantil
12 de mayo de 2016 - 00:00 - Redacción y Agencias

En la profundidad de las montañas del sur de México, un sonido parecido al de una cigarra, “tssk-tssk-tssk”, proviene de un aspersor de agua y rompe el fantasmal silencio cuando rocía una pequeña parcela de amapolas.

Vistiendo un sombrero de paja, una playera polo y pantalones de mezclilla, Jorge rasga el bulbo de amapola con una navaja de rasurar, dejando caer un líquido pegajoso: el opio, la materia prima de la heroína que alimenta la pujante demanda de adictos en Estados Unidos y es combustible para la violencia en México.

Jorge, de 23 años, es propietario de dos parcelas ubicadas a media hora en burro de su pequeña casa en las remotas montañas del estado de Guerrero, una región azotada por una guerra territorial entre cárteles del narcotráfico.

Unas 80 personas, incluyendo mujeres y niños, viven en la improvisada comunidad donde cada familia tiene sus propias parcelas de amapola, un cultivo ilegal y más lucrativo que cualquier otro.

Los niños son escogidos para entrar a las parcelas porque para realizar la extracción del opio se debe ser ligero, ya que las flores crecen juntas y se corre el riesgo de pisarlas.

Solo en dos regiones del estado se cultiva la amapola: en la Sierra y la montaña, aunque es en la primera donde se da la producción más alta.

“En la Sierra uno se ubica en los plantíos, porque desde muy chico a uno le enseñan... antes de entrar a la escuela”, cuenta Jorge. “Muchos jóvenes y yo mismo no pensábamos en estudiar. Yo pensaba en sembrar amapola, en comprarme un auto nuevo”.

Los campesinos a veces pierden su inversión cuando los militares fumigan los campos, pero el negocio no se acaba.

“El gobierno es político, en un tiempo dejan, en otro no”, explica Jorge. “Ellos saben que no pueden destruir completamente la amapola”.

En la comunidad de Jorge no hay una plaza o servicios médicos, pero hay una capilla. Los niños caminan una hora a otras comunidades para asistir a la escuela. Los pocos cultivos de maíz son para autoconsumo.

“Aquí, si la sembramos, es porque no hay otra cosa. Si uno la siembra es por necesidad”, asegura Jorge, quien rechazó dar su nombre completo por razones de seguridad. Por la misma razón, también se reservó el nombre de la comunidad.

“Toda la gente aquí la siembra. Aunque digan que es droga, para nosotros es normal. Es como sembrar maíz, chile”, añade el campesino, tras haber trabajado en 1.600 metros cuadrados al pie de una colina.

Actualmente, Guerrero es el productor número uno en amapola en México y se disputa el primer lugar en el mundo con Afganistán.

Guerra por la heroína

Aunque los habitantes de la zona se niegan a revelar a qué grupo del narcotráfico venden la goma de opio que recolectan, Guerrero está dominado por dos cárteles: los Guerreros Unidos y Los Rojos.

La guerra territorial que mantienen ha transformado a Guerrero en una peligrosa región marcada por desapariciones y asesinatos, con una tasa de homicidios de 56,5 por cada 100.000 habitantes en 2015, la más alta de México.

“Una parte de la violencia que se ha vivido en los últimos años en esta zona del país se genera a partir de la producción de amapola”, indica Roberto Campa, subsecretario del interior para Derechos Humanos.

Recientemente, el gobernador de Guerrero, Héctor Astudillo, propuso legalizar este cultivo para fines medicinales. Según él, la medida ayudaría a contrarrestar el violento poder de los cárteles del narcotráfico.

Guerrero es la jurisdicción en la que los 43 estudiantes de Ayotzinapa fueron detenidos por policías corruptos y entregados a integrantes de Guerreros Unidos, quienes los mataron bajo el argumento de que habían sido confundidos con Los Rojos, según la fiscalía.

Gerardo Rodríguez, experto en seguridad nacional de la Universidad de las Américas en Puebla, señaló que México es el principal abastecedor de heroína en Estados Unidos.

Los cárteles mexicanos han construido sofisticados laboratorios para producir heroína con altos niveles de pureza, gracias a precursores químicos que importan de China e India.

“Han bajado los precios de la heroína y de otros opioides porque ha mejorado la calidad y se ha inundado el mercado en Estados Unidos”, señala Rodríguez.

La parcela de Jorge produce alrededor de 3 kilogramos de goma de opio cada 3 meses. Un kilo es vendido entre $ 760 y $ 925, dependiendo de la temporada. Algunas veces, paga $ 16 al día a campesinos que le ayudan a rallar el bulbo de amapola y a juntar la goma. Los narcotraficantes suben a las montañas a comprar el producto.

Alejandro Hope, un exagente de inteligencia de México, señala que se requieren de 15 a 25 kilos de goma de opio para fabricar un kilo de heroína.

El kilo de heroína de “brea negra” se vende entre $ 50.000 y $ 60.000 a los distribuidores en Estados Unidos.

Estadísticas de la Secretaría de la Defensa Nacional —a las cuales la agencia AFP tuvo acceso a través de la ley de transparencia—  ilustran el grado del incremento en la producción de amapola en Guerrero: la incautación de goma de opio pasó de 60 kilos en 2000 hasta llegar a más de una tonelada en 2014.

Aunque no hay cifras oficiales sobre la extensión sembrada en el país, con base en erradicaciones militares de 20.000 hectáreas entre 2014 y 2015, se puede deducir que en “el último año aparece un aumento de la superficie” cultivada, afirma Antonio Mazzitelli, representante en México de la oficina Contra la Droga y el Delito de las Naciones Unidas. (I)

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