¿Los niños hiperactivos deben tomar fármacos?
Uno de los problemas más preocupantes de salud mental en la edad infantil es el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).
Se estima que cerca del 5% de los niños padecen esta enfermedad, aunque se considera que el número podría aumentar, ya que en la última década los casos diagnosticados se elevaron en 3,2%.
Una de las formas más eficaces para tratarla es la medicación que incide en la química cerebral que cambia los niveles de los neurotransmisores relacionados con la desatención y la hiperactividad.
Una dolencia que afecta más a los niños que a las niñas
Según la literatura médica, los menores con TDAH se distraen con facilidad y tienen problemas para concentrarse; pueden ser impulsivos y parecen actuar sin pensar; tocan objetos que están fuera de los límites y suelen salir a la calle para seguir una pelota sin preocuparse por su seguridad.
Tampoco pueden lidiar bien con la frustración y experimentan cambios dramáticos de estado de ánimo.
Cuando estos menores ingresan a la escuela son inquietos y están llenos de energía, pero pueden encontrar dificultades para quedarse quietos, como si fueran incapaces de controlar sus propios movimientos.
Por su comportamiento, en ocasiones suelen ser rechazados y, en consecuencia, su autoestima desciende.
No son pocas las personas que presentan estos rasgos en algún momento de su vida.
Por esta razón, el diagnóstico exige que los síntomas estén presentes por lo menos entre los 6 meses y los 7 años de edad y que sean más intensos de lo que, por lo general, se visualiza en otros infantes de la misma edad y género.
Por otro lado, hay investigaciones médicas que sugieren que más del 6% de niños en edad escolar padece de TDAH.
Una de las formas de combatir esta patología es la medicación que proporciona la capacidad que les falta y que la mayoría de sus compañeros ya tiene: la autorregulación.
Estos fármacos pueden mejorar síntomas, como la falta de concentración, la distracción, la impulsividad y la sensibilidad emocional.
Cómo actúan los medicamentos en el cerebro del paciente
Los estimulantes actúan sobre una parte del cerebro poco activa, aumentando su capacidad de respuesta, lo que permite a los niños autocontrolarse.
Por otro lado, la baja actividad de los lóbulos frontales altera muchos procesos de desarrollo en todo el cerebro y limita cualquier tipo de aprendizaje, desde las habilidades en el juego o la lectura, hasta atarse los zapatos. Al mismo tiempo, los medicamentos hacen que su funcionamiento sea el adecuado durante largos períodos de tiempo. De igual manera, ayudan a concentrarse lo suficiente para aprender a leer o entender operaciones matemáticas, o incluso para resolver de otra forma determinadas situaciones sociales.
De acuerdo con Marcos Bertin, pediatra especialista en Desarrollo Conductual y autor del libro The Family ADHD Solution, es fundamental sopesar los beneficios y los posibles efectos secundarios del tratamiento farmacológico, frente a las consecuencias de la falta de medicación.
Para este especialista, el problema tiene un origen neurológico. Y considera que vivir con esta enfermedad es como “librar una batalla continua con el cerebro”.
Aunque la medicación tiene efectos secundarios, un TDAH no tratado puede tener diversas consecuencias negativas.
Así, por ejemplo, quienes padecen esta enfermedad tienen un mayor riesgo de fracaso escolar, de lesiones físicas y de relaciones conflictivas con sus padres y sus compañeros.
Los adolescentes tienen un mayor riesgo de drogadicción y de inicio precoz en el consumo de alcohol y en las relaciones sexuales.
No todo niño que se mueve mucho es hiperactivo
Antes de que se diagnosticara esta enfermedad, los casos leves únicamente merecían la etiqueta de traviesos o torpes.
Hoy en día se ha convertido en un problema prevalente en las consultas de neurología infantil. En algunos casos, el menor lo pasa mal en el colegio, tanto en el aula como con sus compañeros, y se ve estigmatizado.
No todo aquel que se mueve sufre hiperactividad. Además, hay niños considerados vagos que sí lo son sin saberlo, al igual que hay muchos casos diagnosticados que no siempre reciben medicación.
Los especialistas reconocen que el diagnóstico requiere un trabajo de interpretación y por eso no es significativo el número de infantes diagnosticados con esta enfermedad.
La española Trinidad Bonet, psicóloga especializada en técnicas cognitivo-conductistas, afirma que “la medicación está más que justificada, dependiendo de la intensidad de los síntomas”.
Este trastorno tiene, además, múltiples causas orgánicas y sería muy difícil conseguir verdaderos cambios en el funcionamiento cerebral sin la medicación adecuada.
Sostiene, además, que el empleo de fármacos pudiera ser no tan imprescindible si la sintomatología es leve o si se trata de niños mayores muy motivados para aprender estrategias personales que mitiguen el déficit de atención.
La hiperactividad consta en este mismo grupo
En la actualidad, la hiperactividad forma parte del grupo de enfermedades mentales y, aunque el término asusta, no tiene ninguna relación con otras.
En realidad consiste en un trastorno neurobiológico, diagnosticado por un médico. Para que esta disfunción sea diagnosticada se necesita de la concurrencia de al menos 6 síntomas, como la escasa capacidad para fijar su entendimiento.
En los establecimientos educativos, la comprensión del problema ha mejorado, aunque queda mucho por hacer.
Hay quienes consideran que debería haber centros de enseñanza especializados para atender a estos niños para que puedan recibir una educación lo más personalizada e integradora posible. También es importante que el profesorado conozca el trastorno, porque de esta manera será más flexible y podrá adaptarse a las necesidades del alumno con TDAH.
La formación sobre aspectos básicos es necesaria para el colectivo docente porque, cuanto más sepan, más podrán ayudar.
La escuela, de hecho, es un lugar de aprendizaje académico y social. (I)
Datos
Es importante que los padres de familia busquen un entorno escolar que sea motivador y que resalte las fortalezas del alumno.
Las autoridades del colegio deben mantenerse tanto cerca del niño como de su familia y estar dispuestas a colaborar si se les solicita un informe sobre su rendimiento y comportamiento. Es fundamental que estos infantes reciban suficiente atención. (I)