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Mónica Guevara / empleada privada y ama de casa

Una sobreviviente de cáncer siembra fortaleza en sus niñas

Mónica Guevara (d) superó el cáncer. La enfermedad unió más a su familia. Su madre e hijas (atrás) han sido un apoyo importante.
Mónica Guevara (d) superó el cáncer. La enfermedad unió más a su familia. Su madre e hijas (atrás) han sido un apoyo importante.
Foto: Miguel Castro / EL TELÉGRAFO
14 de mayo de 2017 - 00:00 - Redacción Sociedad

En sus palabras no se siente pesadumbre y en su mirada no hay temor. Al contrario, Mónica Guevara Miño, de 48 años, esposa y madre de 2 niñas de 8 y 16, transmite optimismo y valentía, pese a las adversidades que le ha tocado vivir.

Una de ellas se presentó en su primer embarazo, en el 2000. “Tenía un problema de placenta y la bebé casi no recibía oxígeno”.

Con todos los cuidados la niña nació prematura. “Era tan pequeñita, tenía 7 meses y pesaba 4,5 libras. Debía meterla en mi pecho para que tuviera mi calor”. Considera que esa situación desarrolló una “conexión especial” con su hija.

Los años transcurrieron y, pese a todos los intentos, por razones desconocidas su anhelo de concebir un segundo hijo no se concretaba y se sentía atribulaba. Sin embargo, la alegría de la maternidad volvió a embargarla en 2008, con el nacimiento de Ana Paula.

Mónica, periodista de profesión que labora como oficial de crédito en una institución financiera privada, considera que sus 2 niñas fueron un “milagro” que Dios puso en su hogar formado junto a su esposo, José Gualpa Martí, y asentado en una urbanización del cantón Durán (Guayas).

Aquella armonía familiar se transformó en incertidumbre con una trágica revelación, en el segundo semestre de 2015.

Una sombra en unos exámenes de rutina de Mónica despertó una sospecha de cáncer de seno. “Ese día fui a la iglesia y me puse a llorar. Le dije a Dios que le entregaba todo lo que tenía y me aferré a la vida por mis hijas, por mi familia”.

La sospecha se confirma y es sometida a una mastectomía y a quimioterapias

La alerta fue confirmada semanas después mediante un examen especial. “Tenía un tumor de 3 cm con formas irregulares”.

De aquella triste noticia su hija mayor se enteró cuando, por casualidad, leyó los exámenes médicos. “Fue muy duro ver llorar a Ariana. Pero ella entendió que son pruebas que nos pone Dios y que todo iba a salir bien. A mi hija más pequeña se lo explicamos de otra manera porque ella no estaba al tanto de lo que era el cáncer”.

El 20 de noviembre de ese año, Mónica fue sometida a una mastectomía radical de su mama izquierda. Posteriormente, se realizó un tratamiento de 6 sesiones de quimioterapia y 28 radiaciones, durante 9 meses.

Sus hijas vieron todos los efectos del tratamiento, pero Mónica, apoyada en su esposo, madre (Rosita Miño), hermanos y cuñadas se llenó de esa fortaleza que hasta ahora les transmite a sus niñas.

“Sabía que se me caería mi cabello largo. Pero, para no sufrir tanto el impacto, lo corté hasta los hombros”. Con la quimioterapia, empezó a notar unos espacios en blanco y optó por raparse la cabeza.

“Perdí el cabello, pero no la fe”, expresa llena de convicción. Empezó a utilizar coloridos pañuelos y pelucas hasta que su cabello negro empezó a crecer. También se involucró activamente en la organización Cruzada Rosa, integrada por mujeres con cáncer.

“En estas situaciones pensamos que el mundo se va a terminar y sentimos miedo de dejar a nuestras hijos pequeños porque necesitan de una madre”, señala  mientras revisa las tareas escolares de Ana Paula, con ayuda de Ariana, en casa de su progenitora ubicada en la ciudadela El Paraíso, norte de Guayaquil.

El proceso de control de la enfermedad por ahora se realiza trimestral

Mónica afirma que sus oraciones fueron escuchadas. En abril de 2016 fue declarada sana, pero está en un proceso de remisión que dura 10 años y que, por ahora, consiste en un tratamiento hormonal y control trimestral mediante exámenes especiales para verificar si vuelven a presentarse las células cancerígenas.

Por ahora realiza sus actividades en el trabajo y en su casa, dentro sus posibilidades, pues un glaucoma empieza a afectarle la visión.
Mónica no reniega de lo que le ha tocado vivir. Dice que está “agradecida con Dios y bendecida” por la familia que tiene porque siente que se ha afianzado mucho más la relación.

Pero además de su madre y esposo, sus hijas ocupan un lugar muy especial en su corazón. A ellas trata de darles ese ejemplo de lucha frente a las adversidades del destino.

“Toda esa ansiedad y ganas de vivir me las dan mis niñas. Todo lo que hago es por ellas. Nuestra relación es muy especial. Ellas están pendientes de mí y yo de ellas. Se acuestan a dormir con un beso y las despierto con otro”. (I)

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