Los relojes públicos, considerados íconos urbanos, no solo muestran la arquitectura de los centros históricos sino que guardan el pasado de sus habitantes. En Riobamba, solo basta con ubicarse en el centro de la ciudad para observar las grandes torres con relojes del siglo pasado.

Gladys Asqui, hoy con 70 años de edad, recuerda cuando era una colegiala y su madre le establecía una hora de llegada. Dice que el reloj ubicado en la Loma de Quito le ayudaba a evitar castigos. También rememora el sonido cuando llegaban la medianoche. “Era como el golpe de dos sartenes de metal; fue parte de mi juventud. Muchos regresábamos a ver la hora en esas estructuras, así nos manteníamos al día”.

Este sentimiento es compartido por aquellas personas que vivieron la época de gloria de los relojes en Riobamba. “Muchos quizá lo consideren como un simple objeto que ya nadie utiliza por el avance de la tecnología, pero la realidad es parte de nuestra historia, de lo que alguna vez fuimos y que no debemos dejarlo perder. Cuenta el progreso de la ciudad, el amor con el que fue construido y adornado; antes solo las ciudades grandes del mundo tenían relojes de torre”, indicó Mauricio Dilón, museólogo restaurador de la ciudad.

La implementación de relojes en Riobamba también generó fuentes de trabajo, ya que la mayoría dependía de personas para su funcionamiento. Había quienes tenían que subir hasta la torre, limpiarlos y darles cuerda, actividad que duraba entre 8 y 15 días; al finalizar el período debían repetir el proceso.

La poleas, cables, péndulos y componentes de hora de resonancia de los relojes de Riobamba fueron fabricados en la primera mitad del siglo XX en Inglaterra, Alemania e Italia. “Era un mecanismo complicado; estos relojes tenían desfases de minutos por día, se les conectaba a una campana grande y sonora que era impulsada por pesas”, manifestó Orlando Noriega, relojero de profesión en la ciudad.

Entre los bienes patrimoniales que atesora Riobamba está el reloj ubicado en el edificio donde funcionaba la Sociedad Bancaria, en 1922. Hoy en esas calles, 10 de Agosto y Eugenio Espejo, está la oficina de Correos del Ecuador.

Este reloj, que en la actualidad no funciona, llegó desde Europa diseñado exclusivamente por los hermanos Luca y Natale Tormen, personajes reconocidos por su gran inversión económica en Riobamba y el país.

A pocos pasos de este lugar, se encuentra el colegio Pedro Vicente Maldonado, construido en 1921. El reloj de este lugar tampoco funciona. En el plantel se encuentra además la réplica de la primera Carta Magna de 1830, así como una copia de la Constitución de 1998.

Hay otro reloj histórico en la capital de Chimborazo que sí está en funcionamiento. Se trata del cronógrafo de Lara, llamado así por su donador Rodolfo Lara. La historia señala que el instrumento fue adquirido en Europa y que por este se pagaron 3.500 sucres. Hoy está bajo el cuidado de la Federación de Barrios de Riobamba, que realizó un préstamo de $ 5.000 para recuperarlo. En el cantón Guano y la parroquia Tixán (Alausí) también hay otros relojes históricos. Debido a su importancia, el Instituto de Patrimonio Cultural (INPC) levantará fichas técnicas sobre los artefactos.

Los datos recopilados ayudarán a conocer el estado en el que se encuentran los relojes, la alteración en sus mecanismos (tecnología moderna) y la reparación que necesitan. “No importa si ya se han colocado mecanismos modernos para su funcionamiento porque lo patrimonial se mide en lo testimonial y en lo histórico”, indica Álvaro Romero, catalogador de bienes del INPC. (I)