Históricamente las alpacas (vicugna pacos) son conocidas como fuentes proveedoras de lana y carne en el área andina. Sin embargo, hoy estos camélidos sudamericanos despertaron el interés en el mundo terapéutico gracias a su pasividad y empatía con los seres humanos.

En países europeos ya se habla de la alpacoterapia, un tratamiento dirigido a niños y adolescentes con problemas físicos o psicológicos.

Incluso en algunas naciones estos ejercicios también están dirigidos para adultos con las mismas problemáticas. Ellos acuden en busca de la ayuda que pueden proporcionar estos pacíficos cuadrúpedos.

“Son animalitos que trasmiten energía positiva. Son capaces de producir paz a quienes interactúan con ellos”, aseguró Patricio Salas, un quiteño que vio en la frescura de los parajes andinos pujilenses una oportunidad perfecta para adecuar un espacio en el que los citadinos conozcan las bondades de estos animales en un ambiente tranquilo.

Fue así como nació “Wiracocha” Centro de Alpacas y Turismo. Actualmente el recinto cuenta con 16 mamíferos de esta especie. La mayoría son hembras todas muy mansas, dispuestas a interactuar amigablemente con el visitante. En el grupo destaca “Arón” el único macho de la manada.

Los lanudos son cuidados celosamente por José María Llugcha Arrellano de 42 años y sus dos hijas Nancy y Rosita. Todos nativos de la provincia de Chimborazo, quienes llegaron a esta zona de Cotopaxi gracias a esta oportunidad laboral.

El grupo se acostumbró pronto a esta zona localizada a 3.650 metros sobre el nivel del mar. El clima aquí es tan frío como la tierra de donde provienen.

Los animales son tratados con cariño, incluso cuando son trasquilados, proceso que ocurre una vez al año.

Para ello recurren a técnicas en las que el animal no se sienta presionado ni nervioso. Una vez obtenido ese producto se pueden elaboran bufandas, gorros, sombreros, chalinas, sacos, ropa de bebé y similares.

La lana de alpaca no provoca alergia a quienes la usen. Los hervíboros son trasquilados una vez al año especialmente en la época de verano, sea julio o agosto.

Llugcha explicó que en las 23 hectáreas donde se levanta el centro existe vegetación con plantas nativas del lugar; entre ellas el romerillo, el chilco, el caballo chupa, el tilo y otras.

“Suman más de 50 especies de arbustos y están dispersos adornando las construcciones de paja y aliso que son para rememorar las moradas de nuestros ancestros indígenas”, destacó.  

La choza es pequeña y en su interior solo cabe una pequeña cama. Aunque muchos pueden pensar que no son lugares abrigados, en la práctica son muy tibios. La paja perfectamente colocada rompe el gélido viento de la zona impidiendo su entrada.

En el centro de alpacas, el visitante puede hacer uso de las cocinas de leña y de los espacios planificados para hacer fogatas. Del mismo modo tiene la posibilidad de conocer cómo se confeccionan las prendas de lana e incluso adquirirlas a precios módicos.

Una de las actividades que más gustan a los menores es observar a otros animales de campo como patos, ovejas, gallinas, cuyes y conejos. Estos últimos se encuentran en profundos hoyos de hasta siete metros, tal como se criaban en la antigüedad.

Los más aventureros pueden descender a lo profundo del centro donde, según su propietario, se encuentran ruinas de más de 150 años. Allí se han encontrado pedazos de cráneos, rocas volcánicas de diferentes colores y una máscara procedente de una cultura manabita.

El proyecto se echó a andar desde 2016 y recibió hasta 150 visitas al año. El arribo de foráneos descendió a menos de la mitad en los últimos años por la falta de apoyo.

“Wiracocha” está localizado en Urco, sector Collas Alto de la parroquia La Victoria en el cantón Pujilí, en la provincia de Cotopaxi.
Exactamente se ubica a 15 kilómetros del centro de la ciudad en la vía Latacunga–La Maná. Está abierto al público de jueves a domingo de 09:00 a 15:00. (I)

En el Centro de Alpacas y Turismo existen chozas para albergar a los visitantes. La paja que las cubre protege del intenso frío y el viento a quienes están en su interior. Foto: Silvia Osorio / SD