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La vida y el amor inspiran a escritores guayaquileños

Félix Villacís (d) y Gabriel Solórzano (i) realizaron la presentación de sus libros durante un acto cumplido en el museo Presley Norton, ubicado en el centro de Guayaquil.
Félix Villacís (d) y Gabriel Solórzano (i) realizaron la presentación de sus libros durante un acto cumplido en el museo Presley Norton, ubicado en el centro de Guayaquil.
Foto: Miguel Castro / EL TELÉGRAFO
29 de octubre de 2017 - 00:00 - Juan Carlos Holguín

El gusto de Félix y de Gabriel por la literatura nació casi a la misma edad.

Félix tenía 11 años cuando descubrió el libro Un grito de rabia en el vacío, de Juan Carranza Carrillo. Su hermano Francisco lo leía porque tenía que analizarlo como tarea para el colegio, y él se le unió en sus ratos libres.

En cambio Gabriel, quien reconoce que al principio no le gustaba leer, se enganchó con los libros a los 12 años, gracias a Miguel Strogofth, de Julio Verne. Desde entonces se convirtió en un asiduo lector.

Fue así como estos jóvenes guayaquileños empezaron a recorrer la senda de la literatura. De leer pasaron a escribir y lo que en un principio fue para ellos un sueño, hoy ya es una realidad.

El viernes 20 de octubre, Félix Villacís del Valle y Gabriel Solórzano se encontraron en el museo Presley Norton, en el centro de Guayaquil. Aquí se realizó el lanzamiento de A la cuenta de tres, el primer libro de Félix; y Un aroma que sabe a ti, la segunda obra de Gabriel.

EL TELÉGRAFO dialogó con ellos para conocer más sobre sus motivaciones y proyecciones.

Durante el acto de presentación, los escritores Félix Villacís (i) y Gabriel Solórzano (d) explicaron a los asistentes cómo fue la realización de sus respectivas obras.Foto: Miguel Castro / EL TELÉGRAFO

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“Empecé a escribir el libro en clase de matemáticas”

El guayaquileño Félix Villacís del Valle, de 17 años, comenzó a escribir su libro en 2014, durante las clases de matemáticas. Foto: Miguel Castro / EL TELÉGRAFO

Félix Villacís tiene 17 años. Por eso habla con la sencillez de un adolescente, sin giros rebuscados de lenguaje y con la genuina emoción de quien vive el momento tantas veces esperado.

Nació el viernes 17 de marzo del 2000. Sus padres: Juan Villacís y Margarita del Valle, así como sus hermanos, Carolina, Francisco y Ani, siempre lo han apoyado en sus inquietudes literarias.

Recuerda que luego de conocer la dulce miel de los libros gracias a su hermano, entró al colegio San Agustín en octavo año. Ahí tuvo una profesora que leyó con ellos dos obras de la quiteña Edna Iturralde: Llevo tres mil años pintando: La historia de Oswaldo Guayasamín y Lágrimas de Ángeles.

“A mí me gustaba mucho el análisis literario que hacíamos en clase y cómo exponíamos las historias en las ferias del colegio, de ahí continué leyendo”, recuerda Félix.

“Lo hacía en todos lados y era incansable, incluso me quitaban los libros en el colegio, porque cuando me parecía aburrida una clase o iba al baño, tenía siempre un libro conmigo”.

Su primer obra, A la cuenta de tres, trata sobre dos jóvenes que se ven atrapados en su escuela cuando empieza una guerra y deben sobrevivir para encontrar a sus familias.

Entre risas comenta que “empecé a escribirla en clase de matemáticas. En una hora hice el inicio, que luego cambiaría para que fuera más acorde con la historia”.

Recuerda detalles de aquella primera hoja, que vio la luz en 2014. Por ejemplo, que la escribió con lápiz. La historia empezaba con un chico encerrado en una cabina y decía: ‘Estoy encerrado aquí, ya ha pasado una semana y todavía huele a pólvora’. El chico narraba que ya había sido rescatado por los militares y lo habían dejado en esa cabina.

Ese fue el punto de partida para escribir sobre la guerra y todo lo que tenían que hacer los protagonistas. “En ese momento tenía esa idea, ahí surgió, ahí le di forma y continúe escribiendo hasta que lo terminé en 2015”.

Félix publicó el libro inicialmente en Amazon, como autor independiente. Luego tuvo el contacto con la editorial Luna Nueva Ediciones, de Gabriel Solórzano, que lo ayudó para la publicación en físico.

El día de la presentación alguien le preguntó por qué escogió una guerra como escenario. “Lo hice porque la muerte te hace pensar en todo lo que tienes y cómo puedes perderlo en un momento. Es el mensaje principal: tú no sabes cuándo todo lo que conoces, se derrumba. Cuándo todo lo que tú tienes simplemente se va, porque la guerra nos ataca a todos”.

Algo que también le han preguntado mucho es si el libro tiene ilustraciones o dibujos. “Siempre respondo que no, y por lo tanto estoy pensando más adelante en ilustrar ciertas escenas dentro del libro, para que puedan visualizar algo más que las letras. Pero el mejor medio audiovisual a la hora de leer es nuestra imaginación”.

Félix ve esta alternativa como una posible forma de acercar a los jóvenes a los libros y despertar su interés, teniendo en cuenta que la actual es una generación más audiovisual.

“La mayoría de los jóvenes esperamos que un libro sea adaptado a una cinta cinematográfica para interesarnos, pero el paso a la ilustración tanto digital como en papel de los libros es algo que yo no descartaría jamás, porque a quienes no les gusta la lectura, sí les gusta el cine y los dibujos”.

El joven escritor tiene entre sus autores favoritos al estadounidense George R.R. Martin, así como a José Saramago, R.J. Palacio, José de la Cuadra y J. K. Rowling.

“Por otra parte, en nuestro último año en el colegio San Agustín hemos visto literatura ecuatoriana, que también me gusta mucho. Me gustaría leer más obras de autores nacionales. Podría decir que en mi pasión y estilo muchísimos autores han influido, tanto de acción como romance, porque en mi novela me gusta mucho escribir escenas de drama, acción y aventuras”.

No duda al afirmar que sus libros favoritos son la saga Canción de Hielo y Fuego, de George R.R. Martin; La Lección de August, de Raquel Jaramillo Palacio; y Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago.

Por el momento tiene varios proyectos en mente. Le gustaría escribir otros géneros, como el de la fantasía. “Es algo en lo que estoy empezando y me gusta, aunque deba ser muy meticuloso en los datos y cosas que escribo, pero es un reto que puedo tomar. Por otra parte, el suspenso es un género en el que me gustaría escribir, pero por ahora es solo un deseo en mi cabeza, debo ver qué sucede más adelante”.

De momento su principal objetivo es dar a conocer su libro. “Es una historia que tiene un paralelismo con mi vida, conmigo, y me gusta mucho. La he leído como 10 mil veces y me gusta porque tiene acción, comedia, drama, todo lo que tienen algunas obras”.

Hay todavía mucho camino por recorrer para Félix Villacís. Está en tercero de bachillerato en el colegio San Agustín y aunque es un apasionado por la escritura, confiesa que también le gustaría estudiar Medicina. Pero qué le depara el futuro es algo que deberá descubrir día a día.

 La primera obra de Villacís cuenta la historia de dos jóvenes sorprendidos por la guerra y cómo deben sobrevivir y ubicar a sus familias. Foto: Miguel Castro / EL TELÉGRAFO

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“Los padres dan tecnología en vez de cultura”

Gabriel Solórzano tiene 23 años y dirige la editorial Luna Nueva Ediciones, que trabaja con escritores jóvenes. Foto: Miguel Castro / EL TELÉGRAFO

Nacido el 21 de febrero de 1994, Gabriel Solórzano Barreiro es el menor de los diez hijos de los manabitas Luis Solórzano y Concepción Barreiro. Tiene cuatro hermanas y cinco hermanos. “Soy el último hijo de una familia grande, literalmente”, afirma en tono jocoso.

De niño no leía mucho, solo enciclopedias y diccionarios, hasta su encuentro con la obra de Julio Verne a los 12 años. De ahí escribió sus primeros poemas, historias y cuentos a los 13 años.

Con la inquietud y la vivacidad características de esa edad, Gabriel escribía todo lo que pensaba. “En mis tiempos libres escribía de la vida, del amor, de historias que se formaban en mi mente, pero nunca fueron mostrados a nadie, solo me los guardaba para mí”.

Finalmente esas historias que había guardado en la intimidad de su mente vieron la luz en la forma de su primer libro: Cartas para Valeria. “Nunca pensé en escribir un libro y que alguien leyera mis historias, puedo decir que todo pasó por casualidad, todo salía mientras avanzaba”.

La historia de cómo surgió esta primera obra es digna de una novela. El sábado 16 de abril de 2016 Gabriel estaba en Manabí como parte de un grupo de jóvenes que viaja por el país construyendo templos.

Cuando ocurrió el terremoto, él y sus compañeros fueron asignados a Pedernales para colaborar en las labores de socorro. “En ese tiempo Valeria era mi novia y nos comunicábamos constantemente, pero a raíz del terremoto todos los medios de comunicación cayeron, pasamos más de una semana sin comunicación, así que decidí escribir una carta ya que sabía que su padre llegaría al refugio donde estábamos trabajando”.

El joven escribió más de tres hojas llenas de sentimientos. “Un día lunes a las 7 de la noche bajo una vela (suena a película, pero así sucedió), fue ahí cuando escribí la primera ‘Carta para Valeria’. Después seguí escribiendo más cartas diciendo cómo la extrañaba, que me hacía falta y todas esas cosas de novios (risas)”.

Después de eso surgió aquella historia, y las cartas que el joven enamorado envió a Valeria fueron el ancla para hacer una historia romántica. “Hoy puedo decir que en cada ‘Te extraño’ hay esencia de aquellas cartas que aún existen”, afirma el escritor.

Y la historia tuvo un final feliz: Valeria Jaramillo, la inspiración de las cartas, se convirtió en la esposa de Gabriel.

Cartas para Valeria tuvo una segunda parte, y es Un aroma que me sabe a ti. “Este libro no fue planeado. Lo escribí porque mis lectores querían saber en qué quedaba Cartas para Valeria y es un pecado ignorar a tus lectores”, afirma el literato.  

Según él, “todo salía a medida que avanzaba una página, y cuando me di cuenta llevaba ya 20 capítulos escritos, más de 150 páginas, nunca supe en qué terminaría, los diálogos, las escenas, todo aparecía en mi mente mientras me sentaba frente a mi computador”.

Primero fueron aquellas cartas, después empezó a crear una historia que reflejara las promesas, el amor y la espera de alguien aun en tiempos difíciles.

“El proceso fue muy complicado para las dos novelas, me tocó investigar mucho de medicina, hice toda una ciudad con sus calles, sus luces, sus árboles, sus estaciones, para narrar esta historia. Me tocó ser Valeria, ser Gabriel, ser Raúl, ser sus padres, ser cada personaje para explicar verdaderos sentimientos y creo que eso es lo más complicado pero emocionante a la vez”.

Como lector, Gabriel es amante de las historias de drama, romance, suspenso o aventuras. Son géneros que, según él, han marcado su vida. En cuanto a libros, le llama la atención la forma de contar historias de John Boyne, le divierten las historias de Blue Jeans y Mario Conde, pero el o los que le han influenciado mucho son Nicholas Sparks, Gayle Forman y Miguel de Cervantes. Entre sus obras favoritas están El principito, de Antoine de Saint-Exúpery; El idiota, de Fedor Dostoyevski; El amor es un no se qué, de Mario Conde; y Tiempos difíciles, de Charles Dickens.

Gabriel considera que para llegar a los jóvenes se deben crear historias de la vida diaria, común y adaptada a esta generación. Además fomentar programas de lectura y apoyar a quienes dan estas iniciativas. “Creo que vivimos en una era en que los padres dan tablets en vez de libros, dan tecnología en vez de cultura, y esa es una desventaja en nuestro medio”.   

Actualmente él es director de Luna Nueva Ediciones, “una editorial que creamos para escritores que deseen publicar sus sueños. Muchas puertas se me cerraron por querer publicar mi historia así que no quiero que a otros les pase. Por eso creamos este sello editorial que está teniendo gran éxito, con más de 12 títulos publicados”.

Considera que en Ecuador el problema no es ser escritor, sino que hay pocas editoriales y librerías que quieran tener textos locales. “Ser escritor aquí es un reto, pero hay que saber cómo afrontarlo, porque en el país existen buenos escritores y buenas historias”. (I)

Es la segunda parte de Cartas para Valeria, primer libro de Solórzano. Los lectores querían saber qué había ocurrido con Valeria. Foto: Miguel Castro / EL TELÉGRAFO

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