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Extranjeros mantienen vivas sus tradiciones de Navidad y Fin de Año

El bogotano Omar Nemoga, su sobrina y su hijo participaron en la Noche de las Velitas, una tradición colombiana que se vivió en un restaurante de Urdesa.
El bogotano Omar Nemoga, su sobrina y su hijo participaron en la Noche de las Velitas, una tradición colombiana que se vivió en un restaurante de Urdesa.
Fotos: William Orellana, Karly Torres y José Morán / El Telégrafo
01 de enero de 2018 - 00:00 - Juan Carlos Holguín

Las velas de colores permanecían encendidas desafiando el viento nocturno que recorría las calles de Urdesa, en el norte de Guayaquil.

Afuera del restaurante colombiano El Arepaso, en las calles Víctor Emilio Estrada y Cedros, el bogotano Omar Nemoga y su hijo, Omar Santiago, de 8 años, prendían más velas para formar una hilera de luces titilantes. Junto a ellos, Francis Buitrago, oriunda de Medellín, también encendía algunas velas con su amiga Janeth Reyes, de Quito.  

A su alrededor había más colombianos con faroles encendidos, conversando y recordando cómo en su país natal, antes de emigrar a Ecuador, cada 7 de diciembre se reunían en familia para celebrar la Noche de las Velitas.

Esta tradición colombiana se realiza en homenaje a la Virgen María, como vigilia de la fiesta de la Inmaculada Concepción, que fue proclamada como dogma por el papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854. Por eso el 7 de diciembre las calles y aceras en toda Colombia se iluminan con velas y faroles, en una conmemoración que también sirve para dar inicio a las fiestas navideñas.

Las velitas es una de las tradiciones navideñas colombianas que los migrantes de este país residentes en Ecuador luchan por mantener vivas. En Quito, este año más de 8.000 personas asistieron a la celebración organizada en el Parque Bicentenario por el Consulado colombiano y la Cancillería del vecino país. En el evento participaron cerca de 60 emprendedores en una muestra que incluía los platos típicos de la Navidad en Colombia (tamales, natilla, buñuelos), así como una amplia muestra artesanal.

En Guayaquil también hubo una celebración masiva y se conmemoró la fecha en algunos puntos de encuentro de colombianos. Uno de ellos fue precisamente el restaurante El Arepaso, donde además hubo un grupo musical tocando vallenato, ese ritmo proveniente de la Costa Caribe de Colombia que caracteriza a la comunidad del vecino país.

La parranda vallenata es tradición en reuniones de colombianos, quienes así se sienten más cerca de su tierra.

Aquí Omar Nemoga, quien lleva 17 años viviendo en Ecuador, 12 de ellos en Guayaquil, revivió como cada año la tradición de las velitas. “Es importante mantener este tipo de costumbres. Piensas que tu mamá, tus primos, tu familia, están allá en Colombia haciendo lo mismo, prendiendo las velas, de pronto tomándose un aguardientico. Aquí toca hacerlo con otra bebida, pero siempre en familia”, aseguró el colombiano.

“Cuando hemos viajado a Colombia les he enseñado a mi esposa (la ecuatoriana Carolina Valverde) y a mi hijo esta tradición nuestra. Allá, además, el 24 y 31 de diciembre elevamos globos (hechos con papel y que se llenan con aire caliente), entre muchas otras cosas típicas”.

Estos globos ya se los consigue en los distintos puntos de venta de juegos pirotécnicos de Guayaquil. Así, en los cielos ya se aprecian estos objetos, que simbolizan el dejar ir las cosas negativas y atraer los buenos deseos.

Otra tradición que Omar mantiene viva es rezar la novena. En Colombia los niños recorren las casas de los vecinos que tengan un pesebre (nacimiento) para orar y cantar villancicos. En cada hogar la familia anfitriona brinda galletas, dulces o natilla (especie de pudín hecho con maíz y canela). “Aquí no me la entienden, pero cantamos la novena”, afirma él entre risas.

“Es emocionante mantener esas tradiciones al estar fuera de nuestro país”, dice Francis Buitrago, quien vivió 13 años en Guayaquil. Hace dos regresó a Colombia, pero ahora está en el puerto principal de vacaciones.

Ella recuerda lo hermoso que era reunirse con sus amigos colombianos en Ecuador. “Compartíamos, escuchábamos nuestra música, comíamos nuestra misma comida, hacíamos natilla, buñuelos... yo creo que es importante conservar eso vivo”.

Con ella concuerda Armando Castellanos, gerente general en Ecuador de la empresa Servientrega. Él es oriundo de Ibagué, departamento de Tolima, y llegó a Guayaquil hace 23 años, en 1994. Aquí vive con su esposa y sus dos hijos, todos colombianos.

Él recuerda que cuando arribó al país había un poco de ambigüedad en el trato que le daban a sus compatriotas. “Al colombiano se lo miraba con algo de recelo por algunos malos ejemplos que existían, pero también con un poco de respeto por el hecho de la evolución y el manejo que muchos de nosotros teníamos de las empresas”.

Según el empresario, las relaciones mejoraron con los años y ahora hay más fraternidad entre los dos países. Sobre las tradiciones navideñas, Castellanos rescata la Noche de las Velitas. “Después comienza la novena de aguinaldos, que aquí la conocen como las posadas; son un encuentro de vecinos y amigos”.

La comida colombiana es obligatoria para él. En su ciudad natal es tradición el tamal tolimense, las almojábanas, el buñuelo y cosas que son del día a día, como arepas y empanadas. “La gastronomía ayuda a muchos a sentirse más cerca de Colombia, en especial durante estas fechas”.

Armando Castellanos reconoce la hospitalidad que le brindan los ecuatorianos y por eso en estas fechas especiales, cuando no puede viajar a su país, se reúne con amigos ecuatorianos que ha forjado en este tiempo. “Con ellos se suple uno un poco la ausencia de la familia y así transcurre un mes de alegría, paz y esperanza para todos”.

Fabio Cevallos es de Medellín y lleva 14 años en Guayaquil. Desde que llegó abrió una panadería y con el tiempo se ha ganado el respeto y cariño de sus clientes. Actualmente tiene su local, de nombre Panito, en la ciudadela La Atarazana, frente al hospital Roberto Gilbert.

“El pan colombiano gusta mucho por su calidad y su sabor. En Navidad la gente pide buñuelo, natilla, empanadas, dulces, bocaditos, tortas, tamales, chorizo con arepa”, señala el experto panadero. “Hay muchos clientes colombianos que vienen a encargar estos productos, pues extrañan la tierra, la familia”. Fabio afirma que los ecuatorianos se han ido adaptando y también los piden a menudo.

Empanadas, tamales y buñuelos son algunos de los productos navideños colombianos que vende Fabio Cevallos.

Los cubanos se reencontraron con la Navidad
Durante casi cuatro décadas los cubanos no festejaron la Navidad. En la década del 60, el régimen de Fidel Castro eliminó el feriado del 25 de diciembre, por lo que esta fecha pasó a ser una más para los habitantes de la isla.

Sin embargo, ante la visita del papa Juan Pablo II, en 1998, el Gobierno restauró dicho feriado, con lo que se recuperó algo del espíritu navideño. Y en 2014, cuando el entonces presidente estadounidense Barack Obama y el actual mandatario cubano, Raúl Castro, anunciaron que se restablecerían las relaciones diplomáticas entre los dos países, comenzaron a observarse personas usando el gorro rojo de Santa Claus y poniendo el árbol de Navidad.

Ana Rosa Rodríguez Martínez nació en Pinal del Río y llegó a Ecuador hace cerca de 18 años con su esposo, Raúl Lagar, y cuatro años después trajeron a sus hijos. Durante parte de su niñez y su adolescencia ella no celebró la Navidad. Ahora, en el puerto principal, recuerda a su tierra natal con la gastronomía característica de esta temporada.

“Para fin de año en Cuba no comemos pavo sino chancho asado, es el plato principal; arroz moro (con frejol negro), yuca con mojo (este es un refrito que se hace con aceite, vinagre, orégano, comino, ajo)”, relata la mujer, quien trabaja en el gimnasio Nautilus, en la ciudadela Kennedy Vieja, norte de Guayaquil.

Otro plato típico navideño cubano son los dulces naturales, de papaya, naranja o toronja. “Los comemos con queso crema o queso amarillo. Se usa una naranja ácida. Es un dulce espectacular”.

Según Ana, cuando su familia pasa el 24 o 31 de diciembre en su casa, cocinan los platos tradicionales cubanos. “Pero si nos invitan a alguna parte, festejamos con el pavo, como es costumbre en Ecuador”.

Sobre los festejos en Cuba, ella afirma que son de carácter más informal. No se usa ropa elegante sino una vestimenta cómoda, propia de una isla en el Caribe. “La gente celebra reunida, a veces jugando dominó, más informal”.

La celebración es mayor en el Día de Reyes (6 de enero) pues tienen mucha tradición de España. “En el fin de año y Día de Reyes es cuando se dan los regalos y todas las celebraciones. El 24 de diciembre es más de familia, estar en la casa”.

Ana afirma que, a pesar de tantos años en Guayaquil, no se acostumbra al uso de la pólvora, aunque a su esposo y sus hijos les gusta. Lo que les ha llamado mucho la atención son los monigotes y, según ella, ya en Cuba se está viviendo la quema de estos muñecos.

Recuerda, además, otra tradición cubana para despedir el año, que mantiene viva en el puerto principal. “Se llena un balde con agua y a la medianoche se arroja afuera de la casa, para que se vayan las cosas malas. También ponemos flores blancas en un cubo de agua y nos bañamos con eso”.

La cubana Ana Rosa Rodríguez lleva cerca de 18 años en Guayaquil. Aprendió las tradiciones ecuatorianas, pero disfruta el chancho asado, característico de su tierra.

La gastronomía une a los venezolanos    
“Huele a Navidad, se siente la alegría, con la gaita noche y día todo es felicidad”. Esta alegre canción es interpretada por el grupo venezolano Cardenales del Éxito. Se llama ‘Huele a Navidad’ y es una de las gaitas más tradicionales de Venezuela.

La gaita es un ritmo parecido a la cumbia, que simboliza la temporada navideña en el país bolivariano. Es un género musical original del estado Zulia y en 2014 fue declarado Bien Patrimonial de Interés Cultural y Artístico de Venezuela. “Si no escuchas gaita no es Navidad”, afirma Carlos Casal, oriundo de la ciudad de Maracay, perteneciente al estado de Aragua.

Él llegó a Guayaquil hace dos años y 10 meses junto con su esposa y su hijo, huyendo de la crisis en su país. Abrió el restaurante Naguará en la avenida Las Monjas y calle Primera, sector de Urdesa, norte de Guayaquil, donde vende platos venezolanos, principalmente arepa rellena. Y en esta época en su local suena la gaita. “La colocamos junto con otra música”, comenta con una sonrisa.

Según Carlos, en su país, el 24 de diciembre es más para los niños, mientras que el 31 es para estar con los padres. Y la canción para despedir el año es la inolvidable: “Faltan cinco pa’las 12, el año va a terminar, me voy corriendo a mi casa a abrazar a mi mamá”.

Recuerda que en Venezuela se espera hasta que suene el último “cañonazo” para celebrar la llegada del nuevo año. En ese momento se ingieren las 12 uvas del tiempo, algunos comen lentejas (para la prosperidad) y la gente sale de sus casas con maletas, como una cábala para viajar en el año que comienza. “Yo como la arepa del tiempo, para que nunca me falte la arepa”, bromea Carlos Casal.

El último “cañonazo” es como denominan al último segundo del año que termina, y que marca el inicio de las celebraciones. Así relata Mayulin Salazar, oriunda de Maracay, y quien lleva cerca de tres años en Guayaquil.

Según la joven, en su país natal la gastronomía le da a estas fechas ese toque especial. En Venezuela se hace la hallaca (especie de tamal hecho con harina de maíz), pan de jamón y ensalada de gallina (con pechuga de pollo, papa, zanahoria y petipuá, como se le llama a las arvejas).

“Adicionalmente a esto se come el asado negro, que es una carne de salón bañada en salsa vinotinto o algunos hacen el pernil, que acá es el chancho”, comenta Mayulin. De bebidas, la tradicional navideña es el ponche crema, hecho con base en leche condensada y huevo. Algo parecido al rompope ecuatoriano.

En su restaurante, Carlos Casal elabora estos productos para que sus compatriotas puedan sentir de nuevo el sabor de su tierra. “Aunque a mí me gusta mucho la comida de Ecuador, siempre estoy buscando la arepa, la hallaca”.  

Sus clientes venezolanos llegan a preguntar por estos platos navideños, que igualmente han tenido gran aceptación entre los ecuatorianos. “Aquí a la gente le gusta probar cosas diferentes. Tengo clientes ecuatorianos, colombianos y gringos”.

Sin embargo, la alegría de la Navidad en Venezuela ha sido ensombrecida por la crisis social que se vive. La de ahora es la tercera Navidad de Carlos en Guayaquil. “En la primera estuve solo con mi esposa y mi hijo. Comimos en casa y luego fuimos a ver las tradiciones de aquí, salimos a presenciar la quema de los monigotes”.

Para Mayulin también ha sido difícil vivir estas fechas especiales. “En febrero próximo cumpliré tres años en Ecuador. Es duro pasar el fin de año lejos de la tierra. Este año la pasaré con mis padres, pero el primer año ellos no estuvieron, fue una Navidad dura”.

Luis Medina llegó a Guayaquil hace tres meses. Es de la ciudad de Barquisimeto y tuvo que dejar sus estudios de Derecho ante la falta de oportunidades y la crisis en su país. Por eso, al igual que sus tres hermanos, emigró en busca de un mejor futuro. “Dos de ellos están en Chile y uno en España. Esta Navidad es muy dura porque mis padres quedaron solos en Venezuela. Y ahora, por la crisis, allá no hay ni siquiera para preparar la cena navideña. No se consiguen los productos, y si los hay, la mayoría de las personas no tiene el dinero para comprarlos”. (I)

Luis Medina y Jennifer Domínguez muestran el plato navideño venezolano: asado negro, hallaca, pan de jamón y ensalada de gallina.

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