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Psicología

El pánico supera a los evitadores sociales

El pánico supera a los evitadores sociales
Foto: Internet
16 de abril de 2018 - 00:00 - Redacción Séptimo Día

Llega con algo de temor al aula de clases. Se sienta al final y evita tener contacto visual con sus compañeros. Mira con disimulo a los costados y trata de escuchar al profesor sin mirarlo.

El primer día de clases en la universidad de Carlos Alberto, de 18 años, no tuvo ningún tipo de emociones. No hizo amigos y solo se dedicó a tomar nota de la clase. Dice que no le interesa hacer amigos ni tampoco llevarse con nadie. “Yo prefiero estar aislado y que nadie me mire”.

En el colegio apenas tuvo amistad con Eduardo, a quien conocía desde que era niño porque vivía cerca de su casa. En la secundaria no participaba en clases ni me gustaba hablar en público, mucho menos salía con conocidos. “Estudiaba siempre y sabía casi todas las respuestas a lo que decían los maestros, pero tenía temor a responder”.

Yolanda Coello pasó algo similar, esta ingeniera comercial de 29 años, fue marginada desde pequeña en la escuela. Sus compañeros se burlaban de ella porque llegó a tercer grado desde su natal Salitre.

“Me decían montuvia, no sabes hablar ni vestirte y eso me generaba malestar. Todo comenzó en una fiesta del grado. Mi mamá me compró un vestido floreado, porque así se utilizaba en el campo. Mis amigas tenían otra vestimenta más moderna y eso generó mofas. Algo que nunca terminó. Eso me generó inseguridad y un trauma. No quise tener amigos. En el colegio evité todo tipo de contacto con mis compañeros y eso agudizó todo porque me marginaban. Ya en la universidad tuve más seguridad. Aunque aún no me gusta hacer amigos trato de ser más sociable con la gente que conozco”.

El caso de Carlos Alberto y Yolanda son conocidos como evasión social, que no es otra cosa que el temor a hablar en público y a relacionarse con personas que recién se conoce, asegura la psicóloga clínica Sandra Rivas.

Este trastorno de la personalidad se caracteriza por el gran temor de no ser aceptado, de ser humillado o sentir vergüenza cuando se habla y hasta cuando se camina.

“Es un problema que afrontan muchas personas, pero que no lo asumen como tal y solo le dan el nombre de timidez y así se evita de buscar ayuda con profesionales.”

La psicóloga Verónica Salmerón quien ha tenido estos casos en la consulta privada asegura que la desconfianza  prima en este tipo de personas. Asegura que son cautelosos y reservados. Pocas veces profundizan en las relaciones de amistad y mucho menos en la de pareja.

“He visto que ellos evitan todo tipo de contacto con seres que no conocen o que no tienen confianza. Es un mecanismo de autoprotección. Este tipo de patologías por lo general se inician en la niñez cuando son objeto de burla de los compañeros. Si el caso no es tratado de forma profesional el ser humano arrastra esa problemática hasta la adultez y en ese periodo es más complicado el tratamiento”.

Estas personas denotan ciertas características que van desde sus preferencias  por  lo conocido, habitual y rutinario a lo desconocido. También son esquivos a nuevas amistades, pero se sienten muy unidos a los familiares. Y requieren la aprobación de otras personas para sentirse bien con ellos mismos. Y jamás emiten comentario en favor o en contra de ninguna persona.

Rivas añade que los evitadores sociales experimentan una gran necesidad de afecto y aceptación. Tienen una baja autoestima y una mala imagen de sí mismos.

“El grado de timidez es alto y ante cualquier muestra de desaprobación, por pequeña que sea, se sienten aplastados. Por eso evitan los contactos. Pero sufren por su incapacidad para relacionarse con otras personas”.

Salmerón asegura que el problema de evitación social suele presentarse en la primera infancia a los dos años y medio cuando aparece la ansiedad frente a personas extrañas. A esa edad -asegura- es normal esa conducta.

“Los niños son muy desenvueltos con las personas que los cuidan. Pero cuando deben hablar con desconocidos muestran miedo y ansiedad. Cuando esto persiste en la adolescencia se muestra como una timidez. En la edad adulta aunque no existen cifras se sospecha que el número es muy elevado”.

Ahora existen técnicas terapéuticas para erradicar el problema dice Rivas. “La eficiencia depende del interés del paciente y de la ayuda de sus seres queridos”. (I)

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