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Psicología
Cuando la alarma social detona el miedo
José labora en el octavo piso de un edificio donde funciona una institución pública de Guayaquil y no puede dejar de sentirse tenso cada vez que se entera de una amenaza de bomba en el país. “Es incómodo trabajar así. No hay tranquilidad”.
Uno de esos días que perdió el sosiego fue el pasado miércoles, cuando se reportaron 5 alertas: 4 en esta urbe (3 colegios, 1 en la Corte Superior de Justicia) y 1 en Quito (Corte Nacional de Justicia), que finalmente resultaron falsas. Tampoco son ajenos al temor Manuel Toro, comunicador de Esmeraldas, y Patricia Véliz, residente de Portoviejo, ciudades donde también hubo este tipo de eventos.
El remanso de tranquilidad que la población recuperaba luego del terremoto del 16 de abril de 2016, que dejó más de 600 muertos, volvió a fracturarse. Esta vez con violentos acontecimientos originados por grupos subversivos, en la frontera norte con Colombia, desde enero pasado. Esa acción ha sembrado una estela de nerviosismo general que se traduce en por lo menos 55 avisos de bomba en diferentes localidades del país, hasta el 3 de mayo de 2018 (hasta el 23 de abril 9 fueron reales, según datos oficiales).
Son eventos originados por situaciones que nunca vivió el país, lo que nos lleva a analizar la forma en que deberíamos responder ante este tipo de emergencias y otras causadas por desastres naturales.
En 1993, la Asamblea General de la Federación de la Cruz Roja Internacional adoptó una decisión sobre la importancia del “apoyo psicológico a las víctimas de desastres y otras vivencias que causan tensiones y también a quienes participan en las actividades de socorro”.
Especialistas consultados por SÉPTIMO DÍA coinciden en la importancia del apoyo psicosocial y señalan que en el país, la psicología en emergencia empezó a desarrollarse al constatar el daño psicológico que dejó el terremoto.
Las consecuencias que genera la alarma social afectan la salud de las personas con episodios de estrés que a la larga generan enfermedades biológicas, como la alteración de la presión, cambios de humor, dolores de cabeza y alteración intestinal, entre otras, señala el psicólogo industrial Farid Cedeño Morales, quien es voluntario en el área de Psicología y Emergencia de un organismo de socorro en Guayaquil. “El estrés puede entenderse de dos formas: la primera es el mecanismo normal con el que un organismo responde a una situación desafiante o estresante. La otra incluye al concepto de estrés psicológico, que es el sentimiento opresivo ante una situación de riesgo”.
En Esmeraldas, provincia donde empezaron los hechos violentos, el temor es general, afirma Toro. “Muchas familias hablan con sus hijos sobre planes de prevención, de dónde reencontrarse en caso de una emergencia o dónde acudir”. Esto es parte de la cultura de los esmeraldeños, tras las lecciones que dejó el terremoto que los golpeó.
Véliz vive con un miedo constante. “Tendría que ser inerte para no sentir temor”. En la terminal terrestre de la capital manabita, la provincia más afectada por el terremoto, una maleta bajo la sospecha de bomba obligó a la evacuación de usuarios y empleados de las compañías de transporte el pasado 30 de abril. Esta emergencia fue otra falsa alarma.
El psicólogo clínico Gabriel Ordóñez Guzmán, responsable de la Unidad de Salud Mental del Hospital General Liborio Panchana Sotomayor, de Santa Elena, explica que, de forma individual y comunitaria, debemos tomar conciencia de que nos encontramos en un país “multiamenaza” y por ello debemos prepararnos constantemente, trabajar en construir ciudades y ciudadanos resilientes.
“El temor se origina por el desconocimiento al no saber qué hacer, pero si nos formamos como parte de un proceso cultural, nuestra respuesta será mejor”, precisa el integrante del equipo de Psicotrauma de la Federación Ecuatoriana de Psicólogos Clínicos (Fepscli).
Todo evento adverso tiene 3 momentos: antes, durante y después; cada uno concatenado al otro. En el antes, se debe trabajar en el autoaprendizaje, en conocer los diferentes fenómenos sociales y naturales que nos circundan, el poder conocer por ejemplo, las características de un evento sísmico nos predisponen a actuar de una mejor manera cuando este se presente.
“En nuestro país, la gente se alarma con un sismo de magnitud 3 o 4, que son considerados temblores y que por lo general no causan mayor daño en la infraestructura, por lo que en este caso no se recomienda una evacuación del sitio en el que nos encontremos, ya que, más bien, el salir despavoridos podría generarnos un daño innecesario”.
Durante el evento siempre se sugiere mantener la calma, pero esto se logra en la medida que estemos capacitados en el tema, que hayamos desarrollado habilidades específicas, las que se logran, por ejemplo, participando frecuentemente en ejercicios de simulacro.
Después del evento, dependiendo de su gravedad, se requiere solucionar las necesidades básicas, comida, seguridad, abrigo, etc. Esto logra bajar los niveles de ansiedad, tener adecuados canales de comunicación entre el Estado y la comunidad para mantenerse informados y estar atentos a las vías oficiales de noticias.
Los psicólogos, a través de una serie de estrategias, tanto de tipo individual como grupal, colaboran para que las personas afectadas puedan en primera instancia descargar o canalizar sus estados emocionales, luego se logra evaluar el nivel de afectación y se puede dar seguimiento a los pacientes en los que se detecte un mayor impacto, lo que previene un deterioro a largo plazo y un ajuste a lo cotidiano, favorable para él, para su familia y para la sociedad.
Hamilton Flor Montecé, comandante de la Compañía de Psicólogos del Cuerpo de Bomberos de Guayaquil, indica que ante una situación de emergencia lo primero es mantener la calma. “Suena un poco paradójico y más aun tratándose de situaciones de emergencia y poco usuales para la ciudadanía, pero cuando una persona pierde la calma, empieza a desesperarse, dejarse llevar de la ansiedad, del pánico. Pone en riesgo su vida y la de los demás”.
Para lograr la calma, el psicólogo sugiere técnicas que pueden ser aplicadas en situaciones de presión y estrés. “Primero se debe respirar profundamente por nariz contar hasta 5 y exhalar por la boca, esto por varias repeticiones hasta oxigenar el cerebro. Una mala respiración en situaciones de crisis puede generar una hiperventilación lo que puede llevarla al estado de inconsciencia”.
Tras conseguir un estado de calma, hay que evaluar el entorno y los factores que pueden ser de riesgo para no exponerse. Además, hay que asegurarse de estar a buen recaudo, según el tipo de emergencia.
Destaca la importancia de realizar planes de emergencia en los que cada uno de los integrantes de la familia, del trabajo o lugar donde frecuente, sepa qué hacer y cómo reaccionar ante las diferentes situaciones que se les pueda presentar. Finalmente recomienda tener a la mano un teléfono celular con carga para llamar en cuanto le sea posible al número de emergencia y solicitar los organismos de primera respuesta. (I)