El machismo ha dismuído en las sociedades de todo el mundo, no solo en la teoría sino en la práctica. Y Cuenca es una de las ciudades en donde este fenómeno es evidente, sobre todo cuando de gastronomía se trata.

Lejos han quedado las épocas en las que se establecía que la cocina era un escenario para el desempeño exclusivo de las mujeres. Hoy los del otro género han tomado las riendas.

El Instituto San Isidro es uno de los ejemplos rotundos del cambio. Cuando este establecimiento abrió las puertas, hace 5 años, lo hizo solo con 28 alumnos, sorprendió ver que un gran porcentaje de ellos eran varones.

“A las mujeres nos enseñaron a cocinar por obligación, por eso algunas lo hacíamos con mala gana, pero los hombres lo hacen con total interés y destreza. (...) hoy que tenemos 300 alumnos, casi la mitad son hombres”, comenta sobre este avance, Sandra El Khori, rectora de la institución.

A tal punto llega el interés de los varones por aprender el arte y la ciencia de preparar alimentos, que después de recibir conceptos sobre distintas especialidades, los ponen en práctica y el resultado es satisfactorio.

“Está comprobado que los mejores chefs del mundo son varones, no hay duda de eso, aunque las mujeres también tienen su mérito”, agrega.

De los 4 catedráticos que laboran en este centro de aprendizaje, 3 son hombres.

Uno de ellos es Marco Gómez (27 años), quien ha dedicado el último lustro de su vida a la gastronomía. Para él, la mentora de su gusto hacia la cocina fue su abuela, Teresa Albarracín, por la acuciocidad con la que preparaba distintos platos tradicionales de la región.

Considera que el principal sentimiento que lo llevó a inmiscuirse en este arte es expresar los pensamientos y la cultura de la ciudad y el país, a través de la comida.

“Creo que el tema de la cocina en los hombres es algo vocacional. A mí personalmente me gusta crear sensaciones en la gente a través de los sabores”, acota.

Otro de los factores que considera trascendentes para que los chefs más destacados sean hombres, es que al frente de los fogones se requiere de gran esfuerzo físico, saber trabajar bajo extrema presión y poder liderar con determinación a un grupo de colaboradores.

John Valverde, otro de los profesores del San Isidro, comenta que de manera casual se interiorizó en él la idea de conocer el arte culinario.

Fue en la década de los 90 cuando viajó a los Estados Unidos y, al ver las oportunidades que se presentaban en ese país para destacar en el ámbito laboral al frente de los fogones, decidió estudiar en un instituto culinario de allá.

Desde que supo a cerca de las técnicas de preparación de disntintos platos y manjares se apasionó por esta rama y dejó de lado los prejuicios machistas que habían en Ecuador.

“Cuando llegué a Estados Unidos vi que allá al chef se le trataba como a una persona profesional. Cuando regresé a Ecuador sí sufrí un poco de discriminación, la gente no comprendía por qué estudié gastronomía y no derecho ni otras carreras, pero conforme pasa el tiempo las personas van adoptando la idea de que se trata de una profesión. Ahora vemos cómo la prensa, la televisión y revistas dedican espacios al arte culinario y allí aparecen hombres y mujeres”, analiza.

Actualmente, según comentan quienes conocen del tema, las carreras de gastronomía reciben un mayor número de alumnos varones relativamente jóvenes (con edades al rededor de los 19 años).

“Las personas que creen que la cocina es solo para las mujeres están equivocadas, creo que la muestra es que los chefs más destacados a nivel mundial son varones”, dice Daniel Narváez, estudiante del primer ciclo de gastronomía.

Un restaurante en el que el machismo no tiene cabida

En este lugar se mezcla la gastronomía de 2 países y no hay espacio para el machismo.

Desde octubre de 2012, días después de su llegada a Ecuador, Erick Ruiz Alama, un peruano apasionado por buscar mejores días en otra tierra, emprendió la instalación del restaurante Macchu Picchu, ubicado en la Juan Jaramillo y Benigno Malo, en el centro histórico de Cuenca.

Según él, para que el negocio tenga éxito era necesario combinar la gastronomía de su país y la ecuatoriana, pero a precios módicos.

Así, junto a su hermano, Welder Arenas, y la colaboración de Juan Chuqui, un guayaquileño radicado en la capital azuaya, empezaron la atención a los comensales.

“En Perú me dijeron que en Cuenca había interés por la gastronomía de nosotros, así que decidí venir acá y hemos tenido gran acogida”, manifiesta.

Quienes los visitan miran con atención que en este negocio sean 3 varones los que se encargan de cocinar, servir los alimentos y lavar los trastes.

Ruiz es el especialista en preparar la comida y las bebidas. Nada es improvisado, pues se formó en el Instituto de Gastronomía de Lima.

Entre los platos más importantes están el ceviche peruano, el caldo de patas y el seco de pollo peruano y manaba. Para beber alista la chicha morada, que se obtiene del jugo de un choclo de ese mismo color, característico del país del sur.

Arenas y Chuqui, en cambio, se encargan de la atención y el aseo de las mesas. Todos ellos dejan de lado los prejuicios de género.