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Los remedios van acompañados de ceremonias espirituales en que el paciente se conecta con la tierra

Medicina ancestral, una sabiduría que surge de la naturaleza

Parteras, curanderos, fregadores y sanadores son algunas de las personas que practican la medicina ancestral. Todos utilizan elementos de la naturaleza. Foto: Fernando Sandoval
Parteras, curanderos, fregadores y sanadores son algunas de las personas que practican la medicina ancestral. Todos utilizan elementos de la naturaleza. Foto: Fernando Sandoval
29 de noviembre de 2015 - 00:00 - Verónica Endara

Transmitidos de generación en generación, los conocimientos de la medicina ancestral han perdurado en el tiempo. Espantos y recaídas son algunos de los males que cura.

Enrique Cachiguango, quien dice ser un caminante de esta medicina, recuerda que todo lo aprendió de sus antepasados.

“Mi abuelo, mi madre y mi padre conocían esta medicina, yo me crié con estos conocimientos. Es más, yo nací en la casa con una partera” comenta Cachiguango, quien es oriundo de Otavalo, Imbabura.

Aunque la mayoría de personas relacionan la ancestralidad con el pasado o lo antiguo, en los pueblos indígenas lo ancestral tiene otro significado. Ellos tienen una visión diferente del tiempo. Cachiguango asegura que no hay un pasado, un presente, ni un futuro, el tiempo no es lineal sino que es cíclico. “Lo que fue alguna vez volverá a ser aunque con otros aportes, pero ese tiempo vuelve”, comenta.

En ese sentido, señala, lo ancestral no existe en los pueblos indígenas. Para ellos la ancestralidad es la inspiración original que la naturaleza ha provocado en los seres humanos, la cual va acompañada de las tradiciones de cada pueblo.  

La medicina ancestral tradicional andina es todo un sistema de salud que se ha mantenido vivo gracias al esfuerzo y defensa que los pueblos indígenas han desarrollado a través de los siglos. Esta medicina tiene niveles o especialistas. Dentro del mundo kichwa del norte existe el yachakuk que es el aprendiz; el herbolario, que conoce todo sobre las hierbas medicinales; la partera; el fregador o huesero que se encarga de las lesiones; el kuyphichak que es quien diagnostica y hace tratamientos con el cuy; el riquk quien diagnostica leyendo la vela; el hampiyachak que es el sabio de la medicina y, finalmente, el yachak que el máximo sabio de la comunidad.

Todos ellos ocupan elementos de la naturaleza. Por ejemplo, en ocasiones utilizan el corazón o núcleo de la piedra para los tratamientos.

Cachiguango aclara que la medicina ancestral no puede tratar enfermedades modernas como el sida, el cáncer o el ébola.

“Sí habría la posibilidad de curar estas enfermedades pero habría que cambiar completamente el sistema de vida. La medicina tradicional ancestral no puede, como la medicina convencional, frenar de un plumazo cualquier enfermedad” explica Cachiguango.  

La medicina ancestral cura las enfermedades conocidas como etnoculturales. Algunas de ellas son el mal viento, los ojeados, el espanto, las recaídas, entre otras.

Según Carmen Cumba (53 años), partera desde hace 28 años, estos males no los pueden curar los médicos convencionales. Ella es de la comunidad de Alambuela, Imbabura, y comenta que varios enfermos, después de estar hospitalizados, van a la comunidad para ser curados. Recuerda que varias de sus amigas fallecieron mientras daban a luz, incluso su primer hijo murió en el parto. Fue entonces que decidió ser partera. Los conocimientos los adquirió de su madre y su abuela. Aprendió cómo revisar a la mujer embarazada, qué peligros pueden correr la madre y el bebé, cómo atenderlos, cómo debe acomodarse la madre para dar a luz y qué hierbas le puede recomendar. También realiza una ceremonia para curar del espanto a la parturienta, para ello combina tierra, agua, aire y fuego. Ahora atiende partos en varias comunidades del norte. Además, cura las torceduras y resfriados.

Estas tradiciones medicinales se relacionan directamente con la cosmovisión de la comunidad y su espiritualidad. “La visión del mundo es que toda la naturaleza, como el átomo de la materia, la célula animal, la molécula del agua, son seres vivos que tienen inteligencia propia. El taita yachak hace que el enfermo se reconcilie, a través del ritual, con su enfermedad, que acepte su realidad. Cuando el paciente acepta empieza el proceso de sanación. En otras palabras, está conversando con sus células enfermas para que se curen” explica Cachiguango.  

Para él, la modernidad está pensando en una lógica tal vez académica, de cálculo y de evidencias, mientras que la medicina ancestral se rige por una lógica de la emotividad, es intuitiva; una lógica del amor y de sentimientos.

Para el mundo indígena la medicina ancestral es una sabiduría sin tiempo, es una sabiduría que surge de la tierra. “En el mundo indígena el ser humano no hace conocimiento, el ser humano solo aprende, la que realmente hace el conocimiento es la madre naturaleza y según nosotros es el libro más antiguo que existe”, añade Cachiguango. (I)

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