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El Telégrafo
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Entrevista / Ariruma Kowii / poeta, escritor y catedrático universitario

La música ayudó a reafirmar la identidad

Foto: Daniel Molineros / El Telégrafo.
Foto: Daniel Molineros / El Telégrafo.
02 de agosto de 2015 - 00:00 - Regional Norte

En Otavalo, el 60% de la población es indígena y el 40% mestiza. Durante décadas ambas culturas han coexistido en una relación no exenta de tensiones. En esta convivencia, regida por sus propias lógicas, han desaparecido, de manera progresiva, algunas prácticas ancestrales.

Sobre la identidad y las tradiciones de la población kichwa de Otavalo, habla Ariruma Kowii, poeta, escritor y director de la maestría de Estudios de la Cultura en la Universidad Andina Simón Bolívar.  

La Conaie dice que la población indígena representa cerca del 32% de la población total, pero el INEC advierte que representa el 7% ¿Cree que hay indígenas que al migrar a otras ciudades no se reconocen como tales?

El tema de la población es un problema, porque no existe un censo adecuado. Hay que tomar en cuenta la historia que hemos tenido que vivir, porque tuvimos una historia dolorosa desde el tema de la identidad. El mismo sistema ha provocado que la población reniegue de su identidad o la oculte para evitar la discriminación. Tenemos un sector fuerte que no se identifica. Recuerdo que hace 2 meses vino una joven de Quito, de tez blanca, que había hecho el árbol genealógico de su familia. Me contó que en una reunión les presentó esta información, porque ella había conseguido rastrear varias generaciones. Concluyó que tanto por parte del padre como de la madre había ascendencia indígena. Al saberlo, su familia le prohibió que difundiera ese árbol genealógico. Esto muestra que todavía hay un miedo.

¿Y ese miedo se manifiesta en los jóvenes que dejaron Otavalo hace muchos años?

En el caso de los otavaleños, yo creo que ya hemos superado los temores. Desde la década de los setenta, se ha trabajado de manera sostenida en la importancia de reafirmar la identidad. En esa década, las generaciones de esa época vivían conflictos de identidad. Sus padres pensaban que para evitar tanta discriminación era importante cortarnos la trenza, vestirnos de mestizo, no escuchar la música indígena y, por supuesto, aprender las costumbres de los mestizos.

El tema de la música es muy fuerte como factor identitario. ¿Qué ocurrió con esta expresión artística? ¿Los jóvenes también la abandonaron?

Sí, los jóvenes, para sentirse ya como más ‘civilizados’, escuchaban música moderna, salsa. Además, no solo la escuchaban, sino que también la bailaban. En un matrimonio se acostumbraba bailar el vals. Eso era lo que prevalecía y en lo posible nada de música nuestra. Eso era muy fuerte a mediados de los años setenta.

¿Cómo se trabajó para cambiar esa realidad?

En esa época se trabaja mucho en investigar nuestra música. De hecho, en esa época surgen muchos grupos musicales visibles, como el grupo Peguche, Obraje, Amauta, Ñanda Manachi, Indoamérica, entre otros. También está Enrique Males y la agrupación Pakunga. Entonces, se hace un trabajo de reafirmación de la identidad y recuperación de la memoria. De alguna manera, estas iniciativas dieron resultados, porque los jóvenes de hoy tienen el sueño de aprender a tocar nuestros instrumentos y aprender a interpretar nuestras melodías. Por ejemplo, hay un género que se conoce como el fandango.

¿Qué papel juega el fandango?

En este momento, quien consigue crear un fandango que impacte, que sea muy rico, desde el punto de vista sonoro, tiene un reconocimiento no solo de la población mayor, sino de los jóvenes que están como a la espera de que los músicos creen una melodía nueva.

El Inti Raymi también tiene una melodía que gusta.

Sí, así es, la melodía del Inti Raymi es muy fuerte. Entonces, en este contexto, los jóvenes, en general, están a la expectativa de en qué momento alguien contribuye con un nuevo ritmo. Hay mucho interés por este tema. Todos estos ritmos están presentes en las festividades.

¿Y en el caso particular de los kichwas otavaleños?

Bueno, una de sus estrategias, incluso para vender sus productos, cuando están en diferentes países, es hablar de su historia y cultura.

En una localidad española, los indígenas ya no vendían sus artesanías ni tocaban su propia música.

El otavaleño busca apropiarse de las otras culturas también y más bien las integra y las explota. Por ejemplo, en Internet es posible encontrar otavaleños vestidos de indios norteamericanos, pero ellos también han aprendido a interpretar su música y han incorporado los instrumentos de Los Andes. Hay como una negociación y complementariedad en todas esas dinámicas. He escuchado, por ejemplo, que la música de Irlanda, de Escocia o la misma India fusionan ciertos ritmos. De pronto, un investigador está pensando encontrar otavaleños que mantengan lo esencial de Los Andes, pero un otavaleño que sobrevive en ese continente, necesita innovar sus propuestas. Necesita que el público se sienta atraído.

Ese sentido de comunidad que tanto ha caracterizado a los indígenas otavaleños ¿se mantiene o ha sufrido cambios?

Sí, es curioso porque el otavaleño, una de las personas que más viaja alrededor del mundo, mantiene las prácticas culturales que tienen este sentido de lo comunitario, porque cuando hay un matrimonio hay una parte el yaykuy (pedido de mano). Entonces, la familia y los amigos se reúnen en la noche para acompañar al novio y luego ir adonde la novia. Y los familiares vienen con tumin (obsequios) que consisten en un quintal de papas, jabas de cerveza, cuyes, gallinas, etc. Entonces, podemos ver que allí también se reproduce un sentido del ayllu (comunidad).

¿Este sentido también se manifiesta en otras actividades, quizás menos festivas?

Claro, por ejemplo, si alguien está construyendo una casa, cuando hacen la losa, los amigos y familiares más cercanos le ayudan. Eso sucede en Otavalo, en la comunidad. Esos elementos del ayllu se mantienen, aunque el individualismo también está presente. El capitalismo y lo comunitario están en tensión permanente, pero se mantiene el sentido comunitario. (ARB) (I)

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