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En San Antonio de Ibarra sobrevive la Escuela Quiteña

El artesano Daniel Fuente junto a una de sus obras más grande: un crucifijo en tamaño real elaborado en madera. Los detalles son esenciales en su obra.
El artesano Daniel Fuente junto a una de sus obras más grande: un crucifijo en tamaño real elaborado en madera. Los detalles son esenciales en su obra.
Foto: Carlos Jiménez / El Telégrafo
26 de marzo de 2016 - 00:00 - Regional Norte

La artesanía en madera con influencia de la escuela quiteña, es uno de los iconos y parte de la identidad  que los artesanos de San Antonio de Ibarra, en Imbabura, plasman en cada una de las obras en esta parroquia. El arte religioso  de este poblado, ubicado entre los 2.040 metros sobre el nivel del mar (msnm) y 4.620 msnm, se caracteriza por mantener  detalles realistas.

Los artesanos dejan su espíritu en cada obra, que tiene diversos tamaños, con medidas  estándar de 30 centímetros hasta de tamaño natural. Para esculpir en la madera, un artesano ocupa como mínimo 30 herramientas, entre formones y cinceles de diversos tipos para plasmar las figuras religiosas, que pueden ser crucifijos, ángeles, vírgenes, santos, estaciones, nacimientos, marcos, altares,  entre otros.

David Fuentes (56 años),  presidente de la Asociación Interprofesional de Artesanos de San Antonio, relata que el primer maestro escultor  local fue Daniel Reyes, quien se perfeccionó en Quito (Pichincha)  y retornó al poblado. Allí instaló su taller a finales del siglo XIX y expandió la escultura religiosa que aún se conserva. “Se puede decir que en San Antonio se tiene la escuela quiteña”.

Un aproximado de 1.000 artesanos están vinculados directa e indirectamente a la actividad, entre escultura religiosa, carpintería, muebles, tallado y otros. La escultura en madera es la principal actividad que tiene la localidad.

Fuentes dice ser la cuarta generación de escultores religiosos. “Vivimos de las esculturas y la transmisión de los conocimientos que fue en los talleres”.

En su taller de 150 metros cuadrados, ubicado frente al parque  central de la ciudad, trabajan tres hermanos y otros colaboradores.  En el sitio  cuyas paredes están cubiertas de piedra, las esculturas de todo tipo y tamaño saltan a la vista. En el ambiente se respira arte sacro porque a pocos metros de la entrada hay un crucifijo de 4 metros tendido junto a la mesa de trabajo que espera su pronta entrega a sus destinatarios.

Este artesano cuenta que elaboran cristos o crucifijos por pedidos. Por Semana Santa tuvieron dos requerimientos de tamaño natural para dos iglesias en Guayaquil.

Han receptado 6 pedidos más pequeños. Los encargos no solo son para el mercado local, también son para el extranjero como Colombia, España y otros países.

Para elaborar un crucifijo, todo depende del tamaño, tiempo e incluso de los tipo de acabados, que pueden ser policromados. Un Cristo de tamaño natural de 1,80 o 2 metros puede tardar de 3 a 4 meses, mientras que un estándar de 30 centímetros puede ser elaborado en uno, dos o tres días. “Se dice que las figuras se empiezan, pero nunca se terminan”.

En los costos influyen  la calidad y quien compra. La negociación es un factor clave a la hora de encargar un crucifijo que puede llegar a costar de $ 1.500 en adelante (los de tamaño natural) y los pequeños (estándar) desde los $ 100.

En Semana Santa aparte de los crucifijos también se venden las estaciones (escenas de la pasión de Cristo) porque es lo  más visible por la fecha. En Navidad, en cambio, se elaboran nacimientos.

El cedro, nogal, pino, naranjillo y otros, son las maderas que más se usan para ser talladas en las futuras esculturas. Para elaborar una figura se requiere primero el modelo, según el gusto del cliente. Posteriormente se hace el destronque, desbaste, forjado, pulido, terminado y policromía.

Cada paso tiene su particularidad. Por  ejemplo en el destronque se necesita el movimiento, en el desbaste se maneja la proporción, en el forjado se mantiene el equilibrio, en el pulido y  terminado se trazan los detalles más finos y  en la  policromía se usa otro tipo de acabados con pan de oro o pinturas.

Este artesano aprendió el oficio en la familia a través de un tío político. A partir de los 13 años se vinculó al arte y con el tiempo se convirtió en escultor. Con esta actividad ha mantenido a su familia.

Fuentes señala que ha bajado el consumo de la artesanía. Cree que es un factor social y económico que aqueja en el país, sin embargo aún puede sostener a la familia.
Recuerda que antes de la dolarización se tenía muchos pedidos porque había más afluencia de turistas del sur colombiano.

Los extranjeros  fueron los mejores clientes.

La ciudad de San Antonio es conocida porque se desarrollan eventos como las  bienales de escultura, salón de escultura religiosa, simposios de motosierras, entre otros, que son parte de la identidad del sitio.

De acuerdo a Fuentes, en la juventud habría poco interés en mantener la actividad artesanal. Desconoce el motivo, pero considera que ahora se buscan títulos de primer nivel en ingenierías.

Bolívar Yépez, otro artesano que lleva 30 años en esta actividad, también aprendió observando a los maestros en los talleres. Luego de varios años cambió la  escultura religiosa por la línea de muebles a raíz de que algunos talleres implementaron máquinas que aceleraron el proceso de tallado. Mientras a él le tomaba una semana hacer una figura, en los talleres con máquinas sacaban 20 figuras por día. No obstante, se muestra orgulloso de que en la ciudad se mantenga el arte religioso de la escuela quiteña.

Para Eva Charfuelan, propietaria de un local de antigüedades, las artesanías están sufriendo bajas ventas. Además la materia prima se vuelve costosa por los trámites ambientales y a eso se añade  el diferencial cambiario con Colombia, que también los afecta.

El Instituto Daniel Reyes fue fundado en mayo de  1944 en honor al primer artesano que se dedicó a la escultura y pintura. Ahora es una unidad educativa, pero según Charfuelan  se habría perdido el espíritu del colegio porque las materias de dibujo, pintura y escultura ya no se imparten con la fuerza de antaño.

Por la temporada los talleres se preparan para tener en stock sus artesanías. Aquí es tradición las procesiones con conjuntos escultóricos que representan las diferentes estaciones de la pasión de Cristo. (I)

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