Las pailas de Izamba son una tradición familiar
Llegó del cantón Píllaro para establecerse en Ambato cuando en estas ciudades abundaban los bosques, los jardines frutales, las calles de tierra y la cordialidad de la gente.
Primero buscó trabajo en el barrio Simón Bolívar y años después abrió su propio emprendimiento en la parroquia Izamba, situada a las afueras de la capital tungurahuense en dirección al nororiente.
Nadie sabe quién le enseñó a Jorge Alfredo Jácome Mosquera a fabricar pailas y campanas de bronce. Sus 10 hijos conocen de primera mano que en la Simón Bolívar trabajó como oficial (aprendiz) en un taller artesanal y cuando dominó este oficio abrió un negocio familiar en el barrio izambeño, San Isidro.
En junio de 2015 cumplió 90 años y aunque se retiró hace 2 décadas del taller, su hija, Laura, y su esposo, Jorge Bermeo, continúan con esta esforzada manualidad hasta convertirla en un arte que lamentablemente está en decadencia.
“Al mes elaboramos entre 20 y 25 pailas que se venden en el mercado Simón Bolívar y en las ferias de Guaranda, Latacunga, Esmeraldas, Quito y otras ciudades. Los precios van entre $ 8 y $ 3 mil”, explicó Bermeo. Las pailas se utilizan para cocinar la fritada, hacer mermelada y otros confites. Los recipientes más grandes se hacen bajo pedido.
Martha Jácome explica que este trabajo artesanal es muy duro. Los moldes se elaboran con barro del páramo y arena del entorno que se cocina a leña y carbón.
El metal se derrite con inyección de diésel para luego verterlo en los recipientes de diversos tamaños. Los sábados son los días más ajetreados y la faena empieza a las 04:00. “Hasta hace 40 años había 10 talleres como este en Tungurahua, en la actualidad quedamos 2 familias que todavía perseveramos en estos objetos de bronce. Mi esposo y yo somos los últimos artesanos de las pailas con este metal, pues mis hijas no continuarán con este trabajo”, expresó con pesar Jácome. (I)