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Al lugar se accede mediante transporte fluvial y aéreo, previa autorización del consejo directivo de la etnia

Sarayaku, la ‘joya’ del río Bobonaza custodiada por guerreros amazónicos

Durante el paseo en canoa por el río Bobonaza se puede apreciar los encantadores vuelos de águilas y los flujos migratorios de otras especies de aves. La diversidad floral complementa el paisaje. Foto: Roberto Chávez / El Telégrafo
Durante el paseo en canoa por el río Bobonaza se puede apreciar los encantadores vuelos de águilas y los flujos migratorios de otras especies de aves. La diversidad floral complementa el paisaje. Foto: Roberto Chávez / El Telégrafo
19 de julio de 2015 - 00:00 - Redacción Regional Centro

Uno de los ríos más grandes, correntosos y productivos de la Amazonía ecuatoriana esconde verdaderas ‘joyas’ ecológicas a lo largo de su trayecto.

Se trata del Bobonaza, afluente de 80 kilómetros ubicado en el cantón Pastaza, el cual da vida a cientos de especies florícolas, faunísticas y alberga fascinantes atractivos naturales como cascadas, lagos, miradores, valles y montañas.

Además es el hogar de decenas de familias, pertenecientes a nacionalidades indígenas, que por siglos han conservado casi intacta su ideología, lenguaje, gastronomía y costumbres.

Una de ellas es Sarayaku, comunidad kichwa ubicada en el curso medio de dicho afluente que es considerada como un auténtico tesoro por su riqueza en recursos hídricos, agrícolas, ganadera, agradable clima y calidez de sus habitantes.

El nombre de esta comunidad se compone de los vocablos kichwa ‘sara’, que significa maíz, y ‘yaku’ que en español significa agua, y hace honor a la antigua presencia de este cereal a lo largo de la cuenca del Bobonaza.

Ubicación y acceso

Quienes han visitado el lugar guardan en su memoria los multicolores paisajes que existen en el interior de la reserva.

Uno de ellos es el gigantesco y casi virgen bosque húmedo, en el cual la conjunción de insectos, aves, flores y otras especies vegetales de variadas tonalidades, tamaños y formas, hipnotizan al visitante.

Sarayaku tiene una extensión aproximada de 40 mil hectáreas y allí viven alrededor de 1.200 personas. Al lugar se puede acceder mediante transporte aéreo y fluvial, siendo el primero el preferido debido a que el traslado en avioneta toma apenas entre 15 y 20 minutos.

El viaje inicia en la base militar del cantón Mera, ubicado a 15 minutos del cantón Pastaza, desde donde parten pequeñas naves con capacidades para 3 y 10 personas.

El ingreso en canoa desde Puyo tarda entre 5 y 6 horas, dependiendo de las condiciones climáticas y estado fluvial.

Autorización previa

Quien desee visitar el lugar debe pedir autorización al Consejo Directivo de la etnia. “Somos muy celosos con los visitantes.

Ellos deben notificar su llegada y las actividades que van a realizar. Esto porque queremos conservar nuestra selva en las mejores condiciones, como nuestros antepasados lo han hecho hasta ahora, y evitar explotación o degradación de los recursos naturales que a la Madre Naturaleza le ha costado siglos formarlos”, dijo Eduard Gualinga, dirigente de Gestión de Desarrollo de Sarayaku.

Gualinga, quien además es vicepresidente del Consejo de Gobierno, dijo que en lo que va del año han visitado la comunidad cerca de 50 personas de Europa y Norteamérica. “Todos son bienvenidos a este lugar. Solo deben demostrar que sus fines son 100% turísticos”, agregó.

Tras el vuelo, durante el cual se puede apreciar la geografía de Pastaza, el curso de varios ríos, la extensa y bien custodiada reserva florícola e inmortalizarla en fotos, se llega al campo de aterrizaje, ubicado junto al impresionante río Bobonaza.

Tras una caminata de 10 minutos, atravesando caminos vecinales, puentes colgantes y varias viviendas, se llega al centro de la localidad. Allí una nutrida delegación de autoridades, jóvenes y niños, da la bienvenida a los turistas.

“Una de las características de Sarayaku es la amabilidad y cercanía de su gente. Un grupo de chicos escolta a los aventureros desde la pista hasta el centro del poblado, ayudando a cargar el equipaje e informa sobre los atractivos más cercanos, actividades que se pueden realizar y servicios disponibles”, dijo Marcelo Suasnavas, turista guayaquileño.

Turismo nacional

Como él, en esta temporada cientos personas de la Costa hacen las gestiones pertinentes para visitar esta reserva, en operadoras turísticas de Baños y Pastaza.

En el centro del pueblo está el auditorio de uso múltiple y la plaza, donde tienen lugar encuentros deportivos y demostraciones culturales como danzas, ceremonias ancestrales y pintura de rostros.

“Para nosotros es muy importante el baile ritual y la decoración facial con tintes naturales, pues estos aspectos forman parte de nuestra cosmovisión”, explica un joven de la etnia.

La primera actividad que se recomienda a los turistas es la caminata por los frondosos y húmedos senderos boscosos que llevan hacia las montañas.

Equipados con botas de caucho, chubasquero, gorro, un pedazo de panela u otra fuente de azúcar, repelente de insectos y mucha tenacidad, el grupo de caminantes parte con dirección al oeste, donde se encuentra el mirador más famoso e impresionante del lugar.

La caminata dura entre 3 y 4 horas, dependiendo de las condiciones climáticas y el estado físico de los aventureros.

“Es un trayecto lleno de múltiples aromas, plantas con formas, tamaños y tonalidades fascinantes, insectos y aves que con sus silbidos y graciosos vuelos alegran el viaje”, señala otro turista nacional.

Otro de los aspectos que llaman la atención son las casas del sector, pues guardan el diseño ancestral, es decir una forma ovalada y techo de hoja de palma, impermeabilizado con humo.

Una vez en el mirador se puede apreciar de mejor manera la comunidad. “Desde aquí se puede ver cómo las nubes nutren constantemente el bosque, los vuelos majestuosos de águilas y otras aves del sector y el trayecto serpenteado de los ríos grandes y otros pequeños afluentes de la reserva”, dijo Medardo Santos, turista ambateño.

Otra de las actividades que se pueden realizar allí son los paseos en canoa. Desde este pequeño medio de transporte se puede observar el flujo migratorio fluvial de las aves y uno de los espectáculos más admirados y conmovedores del mundo: el lento y a la vez armonioso cruce del río de los perezosos, más conocidos como pericos ligeros, especie considerada sagrada en la Amazonía. (I)

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