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El Telégrafo
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Nació en la capital chimboracense el 29 de junio del año 1620

Pedro de Mercado y su poco difundido ‘realismo mágico’ en Riobamba

El convento de La Compañía de Jesús, en Arequipa (Perú), está ligado a la época de la religión y fue parte activa de la vida colonial en América Latina. Foto: Cortesía Pedro Reino/El Telégrafo
El convento de La Compañía de Jesús, en Arequipa (Perú), está ligado a la época de la religión y fue parte activa de la vida colonial en América Latina. Foto: Cortesía Pedro Reino/El Telégrafo
29 de marzo de 2015 - 00:00 - Pedro Reino Garcés, historiador/cronista oficial de Ambato

Pedro de Mercado, el sacerdote jesuita nacido en la Villa del Villar Don Pardo de Riobamba, el 29 de junio de 1620, falleció en Bogotá (Colombia) en 1701.

Estudió en el colegio San Luis de Quito. Luego de prepararse en España y de haberse vuelto sacerdote jesuita, se radicó en la capital colombiana en donde fue rector de la Universidad Javeriana. Uno de sus viajes, de los que dará testimonio en sus escritos, lo hizo a la región oriental.

Su obra Historia de la provincia del Nuevo Reino de Quito de la Compañía de Jesús, entre otras de carácter religioso y místico, constituye un legado testimonial de experiencias y visión de las prácticas religiosas que se aplicaron en la vida colonial de nuestros pueblos.

El Banco de la República de Colombia ha divulgado ampliamente esta importante producción que leída en la actualidad nos transporta a lo real maravilloso o al realismo mágico que significó el proceso de cristianización a los habitantes del Nuevo Mundo.

Algunos relatos nos parecen sacados del italiano Boccacio (1313-1375), como eso de mostrar una pluma de papagayo y decir que se trata de la del arcángel Gabriel.

Las entidades culturales de Chimborazo tienen una deuda con los lectores ecuatorianos, pues dicho libro solo está en manos de coleccionistas que han conseguido el texto en el vecino país donde está mejor honrada su memoria literaria.

Uno de los datos curiosos de su producción titula: ‘Conversación del pecador con Christo’ a imitación de algunos pecadores que hablaron con su Divina Majestad en esta vida.

Esta obra se sabe que se publicó en 1680. Otra vez lo real maravilloso acude a nuestra mente, porque leído en titular solo se puede dar credibilidad literaria, cosa que no ocurría en los tiempos que él desarrolló su papel ideológico convincente.

En el prólogo a la edición colombiana se comenta que Mercado es un desconocido en los ámbitos literarios latinoamericanos, pero no para los eruditos europeos.

Por 1655 se conoce que estuvo ejerciendo su misión en el Tolima, así como hay datos de sus estancias en Popayán, Honda, Tunja donde fue rector de novicios por 1677.

En su muerte, 11 de julio de 1701, “fue sujeto de conocida virtud y religión, tan observante de las reglas que no se le notó la menor quiebra en su observancia…conservó la gracia baptismal, está enterrado en el presbiterio, en el lado de la epístola, en el sitio donde se pone el subdiácono a cantarla.

En su entierro (que hizo el venerable deán y cabildo con asistencia de todas las religiones y nobleza de la ciudad) hicieron todos grandes demostraciones de la estimación que hacían de su virtud, besándole a porfía los pies y las manos, y cortándole los cabellos y vestidos como reliquias de un varón santo.”

De Santa Fe de Bogotá  

“…no contaba siete años desde su fundación  del Colegio de Santa Fe, cuando fue a Europa y volvió de ella el padre Luis de Santillán, siendo procurador de esta provincia.

Adquirió en Roma y en otras ciudades europeas los tesoros de algunas reliquias para hacer progresar en lo espiritual a estas Indias que tanto han enriquecido a España en lo temporal.

Llegó con su riqueza a Santa Fe, y para que se viese que no era riqueza falsa mostró a la sede vacante y cabildo metropolitano los testimonios auténticos que trajo de las reliquias.

Cuáles hayan sido estas se verá  en la repartición que de ellas se hizo en 20 andas para una procesión  de que después trataré; pero ahora haré la nómina de  las andas y de los santos”.

El detalle de las andas

PRIMERAS ANDAS. En las primeras andas se colocó un relicario de ébano de gran tamaño que incluía en sí dos canillas de las 11 mil vírgenes y en medio de ellas una quijada de San Plácido.

SEGUNDAS ANDAS. En estas se puso un medio cuerpo  dorado que mostraba en el pecho una reliquia de Santa Marina Virgen y mártir.
Sobrepúsose con hermosura un relicario de nogal con Agnus Dei muy grande en medio, que por los lados producía varios ramos  y en ellos muchas reliquias.

TERCERAS ANDAS. Las terceras andas fueron todas de canillas, pues en un relicario de ébano con pie y guarnición de bronce iban tres canillas, la primera de San Fidel mártir, la segunda de una de las 11 mil Vírgenes y la otra del mártir San Félix.

CUARTAS ANDAS. Estas por ser las cuartas tenían un hermoso cuadriángulo de varias reliquias entre las cuales campeaban especialmente una canilla de San Largo y una quijada de San Ciriaco mártir.

QUINTAS ANDAS. Un medio cuerpo se labró de madera que bien adornado representaba la persona de Santa Fabia Virgen y mártir.
Llevaba en el pecho un gran pedazo de casco de esta santa, a cuyos lados se pudieron en dos piezas doradas las canillas de San Antolín y de San Secundino porque entrambos fueron  mártires dichosos.

SEXTAS ANDAS. En estas se colocaron dos relicarios, dorado el uno y plateado el otro. En el dorado descansaban las reliquias de San Ignacio Obispo y de Santa Cecilia Virgen. En el plateado estaban dos costillas de San Constantino Mártir.

SÉPTIMAS ANDAS. Aquí se colocó un relicario de plata de tres cuartas de alto con dos canillas de los santos Tebeos a quienes iban honrando dos Sumos Pontífices con sus reliquias engastadas en cuerpos dorados  que representaban su dignidad. El de un lado era San Alejandro, el del otro San Eleuterio.

OCTAVAS ANDAS. Un castillo estaba en estas andas plantado; en él se veía una reliquia del vestido de Ignacio que se mostró valeroso en el castillo de Pamplona. Las piezas de batir contra el demonio que había en este castillo, eran algunos cabellos de Santa María Magdalena que recibió a Jesús en su castillo  y también los cabellos y hueso de Santa Juliana Mártir.

SANTOS MÁRTIRES Y SUS PRECIADAS RELIQUIAS

NONAS ANDAS. En la parte superior de unas gradas pusieron una imagen de San Calixto Sumo Pontífice, con una grande reliquia suya en el pecho, y en la grada inferior dos imágenes de los obispos, Eluardo y Porciano.

DÉCIMAS ANDAS. Un  torreón de bronce de excelente hechura y de maravilloso artificio del cual pendía todo género de armas contra el infierno, pues estaban las reliquias de los santos mártires Lorenzo, Claro, Celestino, Basilio, Donato, Timoteo y Marcelino.

UNDÉCIMAS ANDAS. Un relicario con sangre  de San Fulgencio Mártir. Dos pedazos de cascos de San Lucio y San Ciriano.

DUODÉCIMAS ANDAS. En pie tres cálices con la canilla de San Victorino,  un dedo de San Nicolás y el cíngulo de San Carlos Borromeo.

DÉCIMAS TERCERAS. Con la muela, diente y dedo de San Venancio en un relicario. Una redoma de sangre de San Sabino. Un dedo de San Justo. Las canillas de los santos Macario, León, Aniceto, Fortunato, Sempronio y Julio.

DÉCIMAS CUARTAS ANDAS. Un cofre de terciopelo carmesí que mostraba  un relicario de plata.

DÉCIMAS QUINTAS. Aquí levantaba su cabeza uno de los soldados de San Mauricio, dos canillas de san Fulgencio y de santa Crispina.  

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