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Hay un calco de la estructura profunda que reproduce los modelos de la dependencia y de la sumisión al eje del poder

Los vínculos a las monarquías se mantienen hasta la actualidad

Foto: Cortesía Pedro Reino/ El Telégrafo
Foto: Cortesía Pedro Reino/ El Telégrafo
08 de junio de 2014 - 00:00 - Pedro Reino Garcés, historiador/cronista oficial de Ambato

El rey, obviamente, es el referente de máxima significación y valoración para conquistadores y conquistados. Es el eje del poder. Su palabra a través de las leyes constituye fórmula sacralizada.

José Tipán era un pregonero de Píllaro en 1701. Era un indio ladino que con solemnidad gritaba a la gente reunida al frente de la iglesia: “La Reina y gobernadores en ínterin, de Castilla, de León, de Aragón, de las dos Cicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorcas, y un largo etcétera…”. Y luego de todo este discurso venía la información legal u oficial, avisaba, por ejemplo que la Reina ya se hallaba preñada.

Otras fórmulas lexicalizadas en los escritos de esta época constituyen las de incluir, cada vez que se alude al rey, estos sintagmas: “que Dios Guarde”, “que Dios Guarde en Reinos y Señoríos”, “que Dios Nuestro Señor guarde como deseamos”, “con mi mayor veneración”.

La pormenorización discursiva generó hasta la actualidad un atavismo de sumisión en las fórmulas escritas dirigidas a los superiores. Primero se saluda, se desea éxitos en la vida personal y en la función pública, y tímidamente se plantea lo solicitado.

Hay un calco de la estructura profunda que reproduce los modelos de la dependencia y de la sumisión al eje del poder en el solicitante. El burócrata contemporáneo abre su cola de pavo real y hasta puede acusar de grosería a los ‘oficios’ o textos lacónicos.

En la semiosis del siguiente lexema “Don Phelipe, por la Gracia de Dios, Rey de Castilla, de León…etc.”, la ‘gracia de Dios’ le da ese don o poder divino.

Recordemos que también tiene el ‘álter ego’ del Papa por aceptación de Carlos I en 1524. Justamente el rey Phelipe III pidió la efectividad al papa Clemente VIII.

Esta es una ratificación de cuasisantidad compartida. Estimo que la llamada democracia hispanoamericana no es sino un palimpsesto (montaje como una pintura hecha sobre un modelo anterior) armado sobre la estructura profunda del atavismo colonial.

El gobernante, llámese alcalde, gobernador, ministro, etc. no es sino un heredero de una divinización frustrada, cuando opera con las consabidas conductas que no son más que evidencias de una semiosis o de un cascarón semántico procesado en estos atavismos.

Una vez elegido al superior, el ‘esbirrismo’ es una constante en la textura jerárquica en la que nos movemos. El esbirro es el adulón vacuo que necesita de un amo para poder actuar.

Así, seguimos calificando de ‘excelentísimos’, ‘honorabilísimos’ a quienes nunca han demostrado que son lo uno o lo otro. Se refiere así a quienes suben a un eje de poder.

Esta, en el fondo, es una referencia de lenguaje fático, vacío. Las variables están vigentes entre nosotros porque tenemos: “Su excelencia, su eminencia, su alteza”, honorables, destacados, venerables,  dignísimos, prominentes, meritísimos, y otros ísimos con que el lenguaje de sumisión encumbra hasta los cielos a los aludidos, que cuando salen del poder ya no son nadie.

Veamos cómo se dirigían a un superior en la estructura religiosa: “Ilustrísimo Señor: Beso la mano de Vuestra Señoría Ilustrísima. Soy su hijo y servidor Fray Diego de Béjar Ilustrísimo Señor, puesto a los pies de Vuestra Señoría Ilustrísima, pido continuamente a Dios me tenga la salud de Vuestra Señoría Ilustrísima para todos tan apreciable y necesaria”.

Sobre la práctica del besamanos al rey, tenemos una nota de rebeldía de nuestro Vicente Rocafuerte. Cuando en 1812 fue electo diputado a las Cortes de Cádiz por la provincia de Guayaquil, con un sueldo de 6 mil pesos, pudo viajar por el Cabo de Hornos y se fue por Inglaterra, Francia, Noruega, Suecia y Finlandia.

A San Petersburgo (Rusia) llegó con sus compañeros de viaje, 2 nobles mexicanos, y fue recibido por la Emperatriz e invitado a compartir su mesa con el príncipe heredero Nicolás, en medio de la Corte. En 1814 arribó a Madrid. “Allí ingresó a la masonería y en unión del diputado mexicano Ramos Arizpe se unió al grupo liberal de las Cortes que aceptaba la idea de la emancipación de América como un mal necesario…”.

En 1814, cuando había llegado de la mencionada gira por Madrid, “fue citado como diputado peruano a casa del Conde de Florida Blanca para ultimar los detalles del besamanos del rey. Rocafuerte y el diputado de Arequipa, Mariano Rivero, protestaron”.

Les parecía contraproducente acudir a un evento humillante que tuvo origen en el feudalismo. El Rey extiende su mano para que la besen los súbditos. Imagínense si no estaba el Señor, tenían que besar la aldaba de la puerta. El desacato le valió la represión. Rivero fue a parar en la cárcel hasta 1820 y Rocafuerte huyó disfrazado por los Pirineos a Francia.

Esto, según relata la historia de España, constaba en las leyes de Castilla, en La 19 del tít. 13 de la partida 2.a: “Sepultado que sea el rey deben los principales personajes venir al rey nuevo, besándole el pie o la mano en conocimiento de señorío y faciendo otra humildad según costumbre de la tierra”.

El besamanos en estilo feudal indicaba un homenaje del vasallo a su señor de que se reconocía dependiente. Como prueba el súbdito estaba obligado a besar la mano de su señor, osculum fidelitatis, pero a las mujeres se les permitía besar su rostro.

Si el señor se hallaba ausente en el acto en que debía prestarse el homenaje, la ceremonia se practicaba en el umbral de la puerta del castillo y el beso se daba en la aldaba.

La ciudad de Quito como eje de poder en la Real Audiencia es referida en la documentación colonial como “muy noble y muy leal”. Indudablemente que se habla de una lealtad al Rey y a los esquemas del poder. La nobleza o aristocracia era la encargada de mantener las fidelidades y lealtades en el imaginario generacional.

En un pueblo donde existe una hacienda, y donde se dice que actualmente hay democracia, es de suponer que han de elegir a los patrones para que les gobiernen.

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