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Ecuador, 29 de Marzo de 2024
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El Telégrafo
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La siega andina, a más de la colecta de cereales, es un acto de reconocimiento de la bondad de Dios

El Jahuay, un ritual que muestra el tesón y agradecimiento indígena

La hoz es la principal herramienta que se usa durante el Jahuay, para recoger las espigas de trigo y cebada.
La hoz es la principal herramienta que se usa durante el Jahuay, para recoger las espigas de trigo y cebada.
Foto: Elizabeth Maggi / para EL TELÉGRAFO
07 de octubre de 2017 - 00:00 - Elizabeth Maggi

Riobamba.-

El retumbante y extraordinario sonido del cuerno, elemento animal que en poblaciones andinas se usa como instrumento musical, convoca a la cosecha anual de cereales en la comunidad Lupaxi Grande, del cantón Colta, en Chimborazo.

A lo lejos una voz aguda pero firme empieza a entonar un singular cántico, cuya letra es seguida por un grupo de comuneros. ¡Jahuay!, ¡Jahuay!, repiten entusiasmados y con la hoz cortan largas y doradas espigas de cebada y trigo.

Esta palabra quichua significa: ¡Arriba!, ¡Adelante!, y es el nombre de este particular acto que en la cosmovisión andina es un agradecimiento al Creador por la provisión.

Es también el recuerdo de aquella época de explotación laboral a la que eran sometidos los indígenas por terratenientes, hace dos siglos, además de la prueba palpable de la unión de un pueblo.

La siega demora varias horas y su esfuerzo empieza a generar cansancio. Para hidratarse beben la refrescante chicha de jora. Esta bebida tiene los nutrientes necesarios para devolver las fuerzas y vitalidad que se gastan durante la recolección. El chapo, colada hecha con máchica, es otro de los alimentos que se sirven.

“Estos son solo dos de los aperitivos más ricos y vigorizantes que nos otorga la Pacha Mama”, acotó María Cruz, habitante de Colta.

Esta labor la desempeñan desde jóvenes y se han convertido en expertos. Por el esfuerzo en la cosecha y arado en sus manos han aparecido callos, lo cual para ellos es un orgullo pues demuestra que se ganan el pan ‘como Dios manda’.

“Nuestros antepasados sufrieron mucho, pues los hacendados solo les daban una mínima parte de la cosecha y un reducido tiempo para descansar; por ello, empezó a realizarse cada año el Jahuay”, dijo Luis Chafla, agricultor de Lupaxi Grande.

Un ritual que se repite cada año

El Jahuay se desarrolla anualmente en temporada de siega, en Colta, Guamote, Alausí y zonas rurales de Riobamba. En esta ocasión se efectuó la última semana de septiembre.

Debido a la migración de los campesinos a la ciudad y desvalorización de tradiciones ancestrales, este rito casi se extingue. De hecho, los paquis o cantores, que eran los que conocían la letra completa de la canción original, tienen más de 80 años y otros han fallecido.

Hoy en día en Chimborazo solo quedan 20 paquis. Para enseñar a los jóvenes esta tradición, los ancianos de Lupaxi Grande dramatizaron hace pocos días escenas del tiempo de opresión y los momentos de alegría que vivieron tiempo atrás.

Asignaron a un miembro de la comunidad para que interpretase al mayordomo. Ese personaje azotaba a los indígenas con un cabestro, correa de cuero crudo trenzado, cuyos golpes producían daños severos.

“El canto Jahuay recuerda etapas feas, como la antes descrita; pero nos hace sentir orgullosos de ser un pueblo de agallas y muy trabajador”, acotó Pascual Yuapi, cosechador.

En el marco del impulso al agro, la Prefectura de Chimborazo impulsa el plan ‘Fomento Productivo’, que otorga semillas en las comunidades y envía expertos para que realicen acompañamiento técnico.

“Durante el Jahuay estamos presentes. Les apoyamos para que tengan sus propios ingresos y ese canto de ¡seguir adelante!, los alienta aún más”, manifestó Samuel Gualán, técnico a cargo del proyecto. (I)

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