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El atractivo está a 7 km del centro de panzaleo
Comuneros solicitan mayor control en la laguna de Yambo
En el límite de Cotopaxi y Tungurahua se halla uno de los atractivos turísticos más llamativos e interesantes de la parroquia Panzaleo.
Se trata de la laguna de Yambo, conocida por su belleza natural y sus leyendas, como la del tren de Alfaro que se descarriló hace 100 años, muriendo decenas de personas en sus verdes y profundas aguas.
Otra de las leyendas son los ecos de los ritos de guerra que realizaban los panzaleos en la loma de Tamborloma. Los guerreros entonaban rituales rítmicos de combate con tambores antes de aventurarse a las batallas en la zona.
Según Oswaldo Navas, historiador salcedense, Yambo proviene de la palabra colorada yamboc, que significa ‘laguna humeante’, debido a que en la antigüedad había gran evaporación. “Se formó con las lluvias y con vertientes subterráneas en la parte central. Tiene 1.100 metros de largo por 290 de ancho”.
Los cactus predominan en el entorno y también plantas de los páramos secos andinos, como molles, puyamatas, eucaliptos y cabuyas.
En las playas hay totorales que usan los habitantes para alimentar el ganado y sirven para los nidales de aves, como patos andinos, garzas blancas y patillos. Por eso, la propuesta de talar las totoras no progresó. En sus entornos también se efectúan las ‘limpias’ que causan un problema sanitario.
“Tras los rituales dejan basura, como hierbas, ropa, papeles, botellas y otros objetos que se utilizan”, contó Mario Mora, presidente del Gobierno Parroquial de Panzaleo.
Por ello, según el funcionario, gestionan la aprobación de una ordenanza que declare zona protegida y que el territorio aledaño a la laguna pase a manos del Gobierno Parroquial. Asimismo, prohibir el cobro por el parqueo de vehículos y la monopolización de la oferta de servicios turísticos, como los paseos en bote a motor, que también causan contaminación de las aguas y ahuyentan las aves migratorias.
“Queremos que el turista se sienta tranquilo y con buenos servicios”, dijo Fernanda Acosta, de la junta parroquial. (I)