Ecuador / Martes, 16 Diciembre 2025

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Una mansión de 1933 revive como hotel boutique en La Mariscal

La mansión se construyó cuando La Mariscal se consolidaba como el barrio preferido de la aristocracia quiteña.
Fotos: cortesía
Tras una restauración patrimonial de siete años, la histórica residencia diseñada por Rubén Vinci Kinard, un diplomático mexicano que tenía como pasión la arquitectura. El predio conserva el Premio Ornato y hoy se estrena como hotel boutique

En la esquina de las calles Jorge Washington y Ulpiano Páez, en el tradicional barrio La Mariscal, en el centro norte de Quito, se levanta una mansión construida en 1933 que, después de siete años de restauración abrió sus puertas como hotel boutique.

El inmueble, de estilo ecléctico, fue diseñado por el arquitecto Rubén Vinci Kinard y ese mismo año recibió el Premio Ornato, un reconocimiento reservado a las obras más destacadas de la ciudad.

Del proyecto original a una casa de la élite quiteña

El terreno perteneció inicialmente al industrial Pedro Pinto Guzmán, quien diseñó una residencia de estilo neocolonial historicista. Sin embargo, antes de concluir la obra, aceptó una oferta de compra del inmigrante catalán Ramón González Artigas, quien encargó el rediseño total del inmueble a Vinci Kinard.

Arquitectura ecléctica y detalles traídos desde Uruguay

La mansión se construyó cuando La Mariscal se consolidaba como el barrio preferido de la aristocracia quiteña, que abandonaba el Centro Histórico desde la década de 1920.

Parte de la tradición oral del inmueble señala que molduras y marcos de ventanas fueron elaborados con madera traída desde Uruguay, transportada por barco hasta Guayaquil y luego a lomo de mula hasta Quito.

El diseño combina volumetría irregular, reminiscencias de castillos europeos, remates renacentistas y balcones coloniales de madera, sello distintivo de Vinci Kinard en la primera mitad del siglo XX.

De residencia privada a club aristocrático

En 1968, la casa fue cedida al Club Pichincha, uno de los círculos sociales más exclusivos de la capital. Durante décadas funcionó como espacio de encuentro de la élite quiteña. Tras la desaparición del club a finales de los años noventa, el inmueble fue vendido nuevamente y pasó por una etapa de uso mixto y deterioro progresivo.

Rescate patrimonial y nueva vida turística

En 2010, el edificio fue adquirido por László Károlyi, quien impulsó una restauración patrimonial de siete años. El proyecto respetó la estructura original y recuperó jardines, salones y elementos arquitectónicos.

Ese mismo año, la intervención recibió una mención oficial durante la Conferencia Hábitat III de la ONU, celebrada en Quito. La mansión reabrió como hotel boutique Cultura Manor, adaptándolo a un uso turístico de alto nivel.

Espacios interiores y simbolismo artístico

El acceso principal conduce a un recibidor cuadrangular y a un hall de doble altura con una escalera en forma de 'L'. Los salones principales conservan paneles de madera, una chimenea de piedra y cerámicas andaluzas en tonos blanco y azul.

Las habitaciones incorporan temas mitológicos como Afrodita, Atena, Eros y Morfeo, además de referencias históricas a la familia Médici.

Una escalera de caracol conecta con la terraza ajardinada y antiguos miradores. Los jardines recuperados incluyen palmeras andinas cococumbi, trasplantadas con técnicas contemporáneas.

Su nueva vida

El Hotel cuenta con 22 habitaciones, además de una propuesta gastronómica versátil que incluye almuerzos y cenas corporativas, brunch para grupos, y almuerzos con especialidades de la casa, todos bajo modalidad de reserva previa.

Su oferta se complementa con tardes de vinos, experiencias de vinos y quesos, encuentros con libros, y espacios ideales para actividades de networking. El establecimiento dispone también de un restaurante con platos a la carta y menús preestablecidos.



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