La pastelería es un oficio que exige precisión y paciencia, pero, en particular, creatividad. Como señala el cuencano Marcelo Pesántez, uno de los grandes desafíos es conseguir más estética y más belleza, para que los pasteles entren directamente por los ojos. En su pastelería Marcelito se venden cerca de 150 tortas  diarias y aunque es un negocio pequeño, ubicado en el centro de la capital azuaya, su propietario incrementó el número de empleados.

Marcelo viajó desde Cuenca para participar en el Quito Sweet Fest, que fue el primer encuentro de pasteleros del mundo, que tuvo como invitado especial a Buddy Valastro, que es reconocido a escala mundial, por su programa Cake Boss.

Este emprendedor cuencano comenta que durante la charla que brindó Valastro, los pasteleros pudieron conocer su experiencia de vida en el mundo de la pastelería. “Buddy nos dijo cómo podríamos mejorar nuestros negocios y dar más empleo a la gente”.

En la pastelería Marcelito ofrece empleo, sobre todo, a jóvenes con problemas de adicción a las drogas y al alcohol. “El 25% de nuestros trabajadores tiene este perfil y a través del oficio de la pastelería los ayudamos a seguir adelante”. 

En esta cita con los dulces, también participó Eleana Hadwen, propietaria de la pastelería Santorini,  un negocio en el cual el 100% de los ingresos proviene de un trabajo hecho a mano. “En este negocio, todos los productos son decorados a mano, principalmente, por hábiles mujeres”. Según explica Hadwen, en el país existe mano de obra calificada para producir los más elaborados pasteles.

Su stand, ubicado en uno de los salones del Swissôtel, fue uno de los más concurridos, porque entre los productos que ofrecía había muchos dulces árabes.

Para Diego Gaibor, quien acudió con su pareja para degustar los dulces y conocer a Buddy Valastro, estos festivales deberían organizarse con mayor frecuencia en el país.

En eso coincide Renata Salazar,  especialista en decoración de pasteles, quien, además, cuenta con la pastelería Dulce Aroma.

  “En el país todavía estamos ‘en pañales’ en el tema de la pastelería, pero está creciendo. Cada vez hay más mujeres interesadas en seguir talleres para abrir su propio negocio”. Salazar recalca que hace 20 años se mantenía la pastelería tradicional francesa, pero ahora hay nuevas corrientes que imponen también nuevas formas de presentar y decorar un pastel.

Para Marcelo Pesántez, el mundo de la pastelería es exigente, pero da grandes satisfacciones.

Admite que no es un trabajo  sencillo, porque demanda muchas horas, pero recalca que vale la pena ponerle ganas e ilusión para que las cosas mejoren y poder siempre comer un buen pastel, sobre todo -añade- los que se preparan en su negocio. (I)