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El Telégrafo
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El gobierno parroquial y la curia ponen su parte durante esta época del año

Zámbiza se aferra a una Navidad con nacimiento y novena

Don Ángel Galarza no arma un pesebre en su casa durante la época navideña, sino que usa el piso de su vivienda que tiene adecuado como oratorio para rezar la novena y cumplir, junto con sus seres queridos, con los ritos propios de esta época del año.
Don Ángel Galarza no arma un pesebre en su casa durante la época navideña, sino que usa el piso de su vivienda que tiene adecuado como oratorio para rezar la novena y cumplir, junto con sus seres queridos, con los ritos propios de esta época del año.
Foto: Carina Acosta/ El Telégrafo
24 de diciembre de 2016 - 00:00 - Wilmer Torres

Están a punto de dar las 18:00 del 16 de diciembre; faltando 9 días para la Navidad, hay un movimiento intenso, inusual, en el centro de Zámbiza, parroquia ubicada al nororiente de Quito.

Grupos de personas caminan presurosos con la inequívoca actitud quiteña de “ya me atraso”.

No parece importarles el frío que ha dejado la intensa lluvia caída a inicios de la tarde. Se dirigen a la plaza central para asistir a los 2 actos que marcan oficialmente el arranque de las festividades navideñas en el poblado: la ceremonia de encendido de luces y el inicio de la novena.

La primera de esas actividades está a cargo del gobierno parroquial y tiene un claro sello laico.

Los espacios públicos son adornados con luces que reflejan motivos navideños en los que se combina la religiosidad propia de la época con imágenes como pinos, renos, trineos y gordos barbones dadores de regalos.

El objetivo es convertir a la población en un atractivo turístico para que, sobre todo, los vecinos de la zona urbana capitalina acudan al lugar en estos días. Por otro lado, la novena pública, que se reza frente a la iglesia parroquial hasta el 24 de diciembre, está a cargo de la curia.

Los niños son los más interesados en llegar por la curiosidad que les produce el evento. Un pequeño de 4 o 5 años que luce gorra calada hasta la mitad de las orejas y una bufanda que le cubre la nariz pregunta a su madre si recibirá caramelos.

En tanto que una muchachita en edad escolar pone la nota discordante, atrincherándose contra una puerta y negándose a caminar. Poco valen las promesas de su madre de que “es bien bonito, te va gustar”; la niña se niega a dar un paso y reclama que ella prefería quedarse jugando con sus amigas.

Solo las amenazas de castigos futuros por parte del padre (“cuando lleguemos a la casa vas a ver”) e incluso del niño Jesús (“se va a enojar si te portas así”) consiguen disuadirla, aunque con un evidente disgusto de su parte.

En la plaza, una multitud se ha congregado muy cerca de la iglesia y se acomoda en sillas blancas de plástico colocadas en la parte baja del graderío de acceso. A un costado del templo, imágenes religiosas de gran tamaño de San José y la Virgen María forman parte del nacimiento público que presidirá la novena durante los siguientes días.

A un lado de la escena bíblica, integrantes del coro de un establecimiento educativo de la parroquia se aprestan a entonar villancicos bajo la dirección de uno de sus maestros.

Maribel Álvarez, presidenta del Gobierno Parroquial de Zámbiza, realiza el encendido de luces en la iglesia y en el parque.

La funcionaria apunta que la ornamentación permanecerá hasta el 7 de enero, luego del Día de Reyes (6 de enero), por lo que convoca a los quiteños y visitantes extranjeros a acercarse a la parroquia.

Álvarez resaltó que estas actividades forman parte de la agenda elaborada para celebrar la parroquialización de Zámbiza. Dijo además que “en fin de año se hará un concurso de viudas y años viejos por las calles del pueblo”.

A nivel doméstico, pesar de que el espíritu comercial le ha ganado espacio a lo espiritual, la festividad religiosa todavía altera los hábitos en la parroquia quiteña. Aún hay familias que se apegan a la tradición y rezan la novena.

Los moradores reconocen, sin embargo, que son los adultos mayores quienes mantienen las costumbres navideñas que caracterizan desde hace mucho a la antiquísima población capitalina.

“Todavía es un pueblo”, dice sobre Zámbiza Margarita Tufiño, de 68 años, dueña de una tienda de abarrotes.  Una opinión que es compartida, en muchos casos con las mismas palabras, por muchos moradores de la parroquia, considerada todavía como una zona rural de Quito, a pesar de que el sitio se encuentra a 5 minutos de la ciudad.

Quienes buscan rescatar la esencia de la celebración religiosa, la catalogan como una forma, un pretexto —dicen algunos— de juntar a vecinos y familiares para realizar actividades comunes.

Una de ellas (la principal) es rezar y cantar alabanzas al Niño Jesús “en vísperas de su cumpleaños”, asegura entre risas doña Margarita, quien se reúne con familiares los días previos a la Natividad.

En la calle Guayaquil, en pleno centro de la parroquia, Ángel Galarza, de 88 años, tiene un auténtico “museo” en la parte alta de su casa. Más que un pesebre, don Ángel ha confeccionado una especie de altar que combina una gran cantidad de elementos religiosos e instrumentos musicales.

El sui géneris espacio de oración cuenta con un crucifijo similar al que se encuentra en el altar de cualquier iglesia; cuadros de temática religiosa; figuras de vírgenes, santos y elementos similares.

Un área especial, adornada con fotografías, está dedicada al recuerdo de los seres queridos de este adulto mayor que han fallecido. También forman parte del altar objetos elaborados durante su actividad como maestro hojalatero, de la cual está ‘jubilado’.

El oratorio ocupa prácticamente un piso completo de la vivienda de Galarza. Allí sus hijos, nietos, sobrinos y allegados realizan la novena para conmemorar el nacimiento del Niño Jesús en esta época. Uno de ellos dice en voz baja que aprovechan “para pasar un tiempo con el abuelo”.

Mientras los allegados se aprestan a rezar, el anciano entona melodías religiosas en su piano, dando muestras de virtuosismo.

Sus hijos cuentan que su destreza musical proviene del hecho de que formó parte de la banda de la Policía Nacional, la Banda Municipal de Quito e incluso de la banda de Zámbiza. “También soy músico y compositor. Le rezo todos los días a San Miguelito, el patrono de Zámbiza, por alrededor de una hora”, cuenta don Ángel.

El anciano lee una parte de los versos pegados en las paredes del piso y que están dedicados al santo: “Miguelito, a ti vengo a cantarte, guardián de nuestras almas, arcángel San Miguel”.

Laura Lema, de 56 años, tiene como costumbre navideña instalar un gran pesebre, visible desde lejos, en el patio de su casa. Dice que la idea nació hace muchos años para promover así la parte religiosa de la fiesta entre los miembros de su familia y allegados.

“Con mis hijos y nietos realizamos la novena. Cantamos, comemos y rezamos. A los guaguas les gusta bastante, tal vez más que nada la parte de la comida, y todos los años me preguntan: ‘Abuelita, ¿si vamos a rezar?’”.

Asegura que en esta ocasión se demoró 2 semanas para armar el pesebre. “Mis hijos me ayudan. Implementamos una cubierta para proteger la decoración de la lluvia y el sol. El mayor temor son los perros y gallinas que merodean el patio” y podrían dañar la creación.

A algunos zambiceños los anima el espíritu ecológico

En Zámbiza se mantiene la tradición de que cada familia construye un nacimiento usando los elementos que tenga a mano.

Miguel Galarza, por ejemplo, tiene la costumbre de adecuar un pesebre en medio de una pileta que tiene en su casa. Este hombre, de 55 años, confecciona el nacimiento junto con su esposa, Isabel, y su hija, María Belén.

Señala orgulloso que se trata de un nacimiento con elementos ecológicos. Esta influencia proviene de la menor de los Galarza, quien estudia diseño de modas.

La muchacha es quien da ideas que promueven la reutilización de objetos e incluso impulsa a sus padres a conservar el espíritu y celebrar la Navidad “como se debe”. “Cada año, con papel periódico realizo dulceros para entregarlos a mis familiares y amigos”, asegura la joven.

El resto de la celebración consiste, afirma el padre, “en reunirnos religiosamente todas las noches desde el 16 de diciembre y rezarle con fe al Niñito para que nos bendiga y nos ayude en nuestras actividades durante el siguiente año”.

El respeto por el rezo de la novena está muy arraigado en la parroquia. Hay quienes lo consideran una obligación, pues aseguran que si no cumplen les pueden ocurrir cosas malas en los meses siguientes.

“El Niñito es travieso y (también) se enoja si uno no le cumple. Una vez no completé la novena y el siguiente año me fue mal en un negocio que emprendí”, afirma convencida Manuela Tenesaca. (I)

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