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El gobierno local busca eliminar la imagen negativa que pesa sobre estos accidentes geográficos naturales

El Municipio planifica la recuperación de 32 tramos de las quebradas capitalinas

El Machángara, el principal cauce natural de Quito, sirve como desaguadero de decenas de quebradas que atraviesan la ciudad en todas direcciones.
El Machángara, el principal cauce natural de Quito, sirve como desaguadero de decenas de quebradas que atraviesan la ciudad en todas direcciones.
Foto: Cortesía
01 de julio de 2017 - 00:00 - Redacción País Adentro

“Machángara de menta, eres mi río (...)”, cantaba en la primera mitad del siglo XX el poeta Jorge Carrera Andrade.   

Y José Modesto Espinosa describe en su libro Artículos de costumbres que a fines del siglo XIX, mujeres y hombres se reunían alrededor del Machángara para disfrutar de la pureza de sus vertientes y era utilizado como balneario.

Eran tiempos en los que el río de Quito y los demás cauces que atravesaban la ciudad no tenían problemas como ocurre con muchos en la actualidad.

Según datos del Municipio, 182 quebradas del Distrito (zona urbana y rural) tienen algún tipo de afectación sea en su origen, zona media o tramo final.

Mala calidad del agua, inestabilidad de taludes, problemas con la flora y fauna, rellenos antitécnicos y bloqueos son algunas de ellas.

Estos últimos son los más recurrentes. El crecimiento desordenado de la ciudad entre las décadas de 1960 y 1980 propició el taponamiento de muchas quebradas y la construcción de vías, parques e incluso casas sobre ellas.

Esta situación, sin embargo, viene de mucho más atrás. Gustavo Mosquera, de la Secretaría Metropolitana de Ambiente, señala que el Municipio dispuso en 1883 el uso de los cauces como botaderos y su relleno para permitir el crecimiento de la urbe.

Una lógica que se mantuvo hasta principios de este siglo y que generó muchos problemas por la supresión de los desaguaderos naturales por sistemas de alcantarillado que, en muchos casos, son insuficientes.

Un análisis del Centro Panamericano de Estudios e Investigaciones Geográficas publicado en 1986 daba cuenta de que entre 1900 y ese año se habían reportado 260 emergencias relacionadas con el manejo de las quebradas capitalinas.

De esas, 127 fueron inundaciones; 67, derrumbes o deslaves; 38 eran aluviones y 28 hundimientos.

De acuerdo con Mosquera, 65 emergencias relacionadas con cauces ocurrieron durante la última temporada de lluvias.

Por otro lado, la contaminación es el principal problema de las quebradas o tramos de ellas que aún permanecen descubiertas. El lanzamiento de escombros, basura común y la descarga de aguas servidas a los cauces son el origen de esta situación.

Este hecho ha provocado la desaparición de algunas especies, sobre todo acuáticas, que vivían en las aguas que bajaban de las laderas de las montañas y cerros que conforman la geografía capitalina.

Los efectos directos derivados de la polución como mal olor y presencia de roedores, asegura Martín Bustamante, director de la Fundación Zoológico de Quito, generan una asociación de las quebradas con una imagen negativa.

A ello se añaden hechos como la aparición de cadáveres en esos sitios o el reporte de que sirven como guarida de delincuentes.

Según Bustamante, esta asociación se ve fortalecida con los mensajes que emiten los medios sobre estos desaguaderos naturales. Un análisis realizado por el biólogo determina que de 125 notas o reportajes referidos con quebradas, únicamente 6 tenían un mensaje positivo.

Las demás se referían a crónica roja (en la mayoría de los casos) u obras de infraestructura.

Por ello, en el Municipio se acumulan los pedidos de relleno de los cauces, como si su taponamiento tuviese un efecto benéfico. No obstante, la visión del Cabildo es contraria al relleno de quebradas desde 2012, cuando se prohibió esta acción a través de la Resolución C350.

En la actualidad, el gobierno capitalino incentiva y apoya proyectos de recuperación de quebradas. En los últimos años se ha intervenido en 3 de ellas: Ortega (a cargo de la comunidad vecina), Habas Corral y Pasocucho.

Cuatro administraciones zonales han presentado planes para rehabilitar tramos de 4 cauces más a partir de este año. En tanto que, según la Secretaría de Ambiente, hay factibilidad (material y presupuestaria) para recuperar unos 32 de estos accidentes geográficos en total.

El objetivo es convertir esos espacios en atractivos turísticos, senderos naturales y espacios de enseñanza sobre la riqueza biológica.

Una riqueza representada por las especies tanto botánicas (ortiga, taxo, mora, chamburo, etc.) como zoológicas (perdices, colibríes, gavilanes, raposas, etc.) que aún usan las quebradas como refugio. (I)

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