Ecuador, 25 de Abril de 2024
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El Telégrafo
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La lengua es mutante

El poder de una lengua es ilimitado, así mismo todas las manifestaciones que surjan a partir del uso inconsciente o consciente de sus hablantes. Históricamente hemos observado cómo las lenguas se han diseminado por el mundo y cómo luego se han ido mermando. Es fundamental conocer nuestra tradición cultural y, en nuestro caso, el español es un gran continente que supera la península en donde nació.

Sin embargo, durante mucho tiempo era sinónimo de hablar bien, hablar como lo harían los peninsulares, por lo tanto, el español que hablamos en América Latina estaba considerado como  espurio.

Y más allá de eso, ¿quién puede negar que el castellano sea una lengua de caballeros? Pues nadie. Esa lengua que se nos impuso y que hoy es nuestra llevaba las marcas del patriarcado. ¿Qué puede estar fuera del patriarcado? Con la legitimación que los editores españoles hicieron de la literatura que se hacía en América Latina durante lo que se ha llamado boom, esa idea sobre una lengua de segunda categoría va cambiando, y lo que para nosotros, los latinoamericanos, era una certeza, empieza a considerarse como una renovación de la lengua española.

Por tanto, la lengua, y el imaginario que se desprende de ella, siempre ha sido móvil; es mutante en parte porque lo somos las personas y somos nosotros quienes diversificamos la lengua con nuestras hablas propias de las regiones que habitamos, pero también porque tenemos el poder de ejercer o de decir con absoluta libertad.

Por esto observo las modificaciones sobre ciertos términos que incluyen la diversidad, que una parte de la militancia de mujeres y hombres feministas –personas– ha empezado a insertar en sus discursos como una sana manera de ejercer la posibilidad del cambio y de construirse como sujetos diversos. Yo solo llego a utilizar una arroba para referirme a las personas sin importar su identidad.

Esa es mi opción, así como la de otr@s de escribir “todes”. Si la lengua que hablas te hace sentir incómoda y crees que cambiando unas letras y diciendo de otra forma te sentirás mejor, pues adelante. Nadie puede impedir la búsqueda del bienestar. Lo que digan las academias de las lenguas pertenece a otros ámbitos o registros y tiene una misión de conservación y resguardo que, desde sus ópticas, es necesaria.

La preservación del idioma no pasa solamente por unos diccionarios y unas gramáticas, también incluye una serie de organismos que velan por mantener algo que consideran profundamente valioso, y que es la lengua misma. En ese afán no logran ponerse a la par de los hablantes, de los cambios, de las mutaciones, que son mucho más dinámicas que la burocracia que imbuye estas instancias rectoras de una lengua íntimamente relacionada al poder, y en nuestro caso, en el del español, a un poder monárquico desprestigiado y obsoleto.

Si estas nuevas formas de referirnos a nosotr@s descolonizan la imaginación y se imponen como una necesidad de los cuerpos que claman por una liberación que empieza por la palabra, pues que se propaguen. (O)

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