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Ecuador, 28 de Marzo de 2024
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El Telégrafo
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“Agradezco la ayuda del país”

Cuando nací, mi papá nos separó de mi madre a los 6 meses de nacidos y nos dejó con una familia en una finca en Venezuela. Crecí con ellos, pero el señor que yo conocí como mi padre abusó de mí. A los 8 años conocí a mi verdadera madre, fue el momento más bello de mi vida.

Ella me llevó a la ciudad de Maracay. Años después, allí conocí a un hombre, el papá de mi segundo hijo. Con él era todo bello hasta que comenzó a golpearme. Lo dejamos y decidí quedarme sola. Yo soy estilista profesional integral. En mis viajes llegué a la frontera de Colombia. Dictaba cursos sobre belleza y trabajaba.

Cuando conocí a mi actual esposo, me propuso ir a su finca a vivir con él en Colombia. Dejé mi trabajo y decidí cultivar, criar animalitos, sembrar frutas y verduras. Vivíamos bien. Un día llegó el ejército y acampó en la finca, la nuestra. Un día se fueron y llegó la guerrilla. Nos empezaron a amenazar y agredir. Empujaban a mi esposo, nos decían que me iban a matar mí y a los niños.

Nos maltrataron, nos amarraron, nos dijeron muchas cosas horribles. Nos soltaron y nos dijeron que nos fuéramos, que no nos querían ver en ningún lado porque nos mataban. Nos fuimos a Bucamaranga. Los primeros días dormíamos en la calle, pasando frío y hambre. Gracias a Dios todavía hay gente buena.

Nos daban ropita y comida, hasta que mi esposo encontró trabajo por dos años. En la empresa en donde él laboraba le dijeron que teníamos que ir a Venezuela. Pero allá fue peor: mucha delincuencia, falta de comida, medicinas y muchos grupos armados que empezaron a amenazarnos. Por esto decidimos venir a Ecuador.

Desde que perdimos la finca, todo ha sido muy duro, y más para nuestros hijos. Aquí se nos ha hecho muy duro por la xenofobia, por ser extranjeros nos dicen malas palabras y nos ofenden. Pero también les doy las gracias a algunas personas de este país que nos han dado ropita y abrigos. Mi gran sueño es darles una buena educación a mis hijos, poderles dar un buen futuro y verlos crecer a nuestro lado, donde no me los arrebaten. Ese es mi único y gran anhelo. (O)

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