Ecuador, 27 de Abril de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

Las 20 familias que abandonaron sus hogares regresaron el jueves pasado

La escuela de San Carlos Panantza vivió horas terror el pasado miércoles

Un helicóptero de la policía patrulla permanentemente la comunidad para prevenir nuevos ataques de grupos armados.
Un helicóptero de la policía patrulla permanentemente la comunidad para prevenir nuevos ataques de grupos armados.
Foto: Roberto Chávez / El Telégrafo
24 de diciembre de 2016 - 00:00 - Carlos Novoa

San Carlos Panantza, Morona Santiago.-

Eran las 17:00 del miércoles 14 de diciembre. Un hecho poco común y muy ruidoso interrumpió las clases en la escuela José Joaquín de Olmedo. Como la mayoría de instituciones educativas rurales de la Amazonía, es unidocente y funciona en horarios matutino y vespertino.

Está ubicada a hora y media del cantón San Juan Bosco (Morona Santiago). Aquel día Filomena Tsamaraint, única profesora de la institución, impartía su clase de historia sobre los hábitos y hechos más trascendentes de las etnias amazónicas.

“La protección de la Pacha Mama y el respeto máximo a las fuentes de agua son algunas de las características más destacables del pueblo shuar”, era el párrafo que la maestra leía, y que está escrito en quichua amazónico.

Antes de iniciar el siguiente renglón una pedrada en el techo del aula detuvo la lectura de forma violenta. Un grito de horror colectivo se escuchó en el aula. Muy asustados y colocando las mochilas sobre sus cabezas, los pequeños se refugiaron bajo los pupitres. “Esa fue la primera reacción pues en las clases de gestión de riesgos les enseñamos que ante cualquier peligro, deben buscar refugio bajo las mesas más cercanas”, explica la docente.

Hasta ese momento pensaban que se trataba de una broma de mal gusto, o la falla de puntería de alguno de los ganaderos que a veces usan piedras para ahuyentar a los perros que corretean a las vacas.

Nunca se imaginaron que la pedrada fue la advertencia de una incursión por parte de miembros de su mismo pueblo, la etnia shuar. “Es contradictorio pues con la lectura justamente yo trataba de reforzar el orgullo que los chicos sienten de pertenecer a una nacionalidad indígena que se ha caracterizado por ser razonable, respetuosa y sobre todo pacífica”, comenta Filomena.

A diario viaja más de una hora desde su natal Gualaquiza, para instruir a los niños de San Carlos de Limón. El 90% de ellos pertenecen a la etnia Shuar así como la familia de la educadora. “La presencia de hombres fuertemente armados alarmó a los estudiantes y a todos, incluidos el personal de la Unidad de Salud primaria de la localidad”.

Gustavo, uno de los alumnos, recuerda con lágrimas en los ojos la violencia con que los atacantes llegaron y quemaron una casa próxima a la escuela. “Prendieron fuego a una vivienda pequeña, eso nos alarmó aún más”. Ventajosamente nadie de la comunidad fue agredido físicamente, no obstante hay temor de que el hecho se repita.

Según los vecinos, en la estructura incendiada se guardaba muestras de cobre que ingenieros en minería habían recolectado.

Un día después del ataque, 20 familias abandonaron su hogar para buscar refugio en Macas, Gualaquiza y Sucúa. El jueves 20, jefes de familia que se dedican a la agricultura, ganadería y comercio, retornaron a la comuna para retomar sus actividades normales.

A más de San Carlos, el pasado miércoles también fue atacado el campamento minero Panantza, ubicado a media hora de la comunidad. Para llegar al lugar deben atravesar el majestuoso río Morona, en una rudimentaria tarabita que solo transporta cuatro personas a la vez. Tras meses sin funcionar, la emergencia de la semana pasada obligaron a las autoridades a habilitar este medio de transporte colgante.

Vicente Mashienda, representante de un grupo shuar de Sucúa, se siente ofendido por el ataque a La Esperanza. “Ellos no nos representan, ante todo. El sentir del pueblo Shuar de mi cantón es apoyar cualquier emprendimiento, público o privado, que impulse el empleo; y en el mismo grupo de quienes perpetraron estas acciones hay técnicos en minería que podrían laborar en el campamento atacado, siempre y cuando depongan su posición”.

El sentir es el mismo para Alfredo Shimbiucta, anciano shuar de la comunidad La Victoria, de Pastaza. “Por la irresponsabilidad de ‘figuretis’ que desean quedar bien con politiqueros del país, una familia llora la muerte de un ser querido”, dijo. (I)

Elementos de la policía nacional jugaban con niños de San Carlos Panantza el pasado jueves, cuando las familias volvieron a sus hogares. Foto: Roberto Chávez / El Telégrafo

DATOS

Felipe Tzencush, actual dirigente de la Confeniae, puso en duda la supuesta defensa de tierras ancestrales. “Apenas ocurrió el ataque al campamento La Esperanza, los expresidentes de la Ficsh y OSHE (agrupaciones shuar) nos reunimos para enviar un comunicado de rechazo a estas acciones y pedir disculpas a la Policía Nacional por la baja de uno de sus elementos. Quienes en verdad usamos la razón antes de decir o hacer algo sabemos que los predios del pueblo Shuar están debidamente delimitados y reconocidos desde hace décadas, por ello queda desmentida la versión de que se está peleando por defender la soberanía de terreno indígena”.

La brigada ‘Cóndor’, perteneciente a la Tercera División del Ejército ‘Tarqui’, realiza patrullajes en los sectores de San Carlos, San Pedro, Marbella y Panantza en la provincia de Morona Santiago para mantener la seguridad.

Para estar siempre al día con lo último en noticias, suscríbete a nuestro Canal de WhatsApp.

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media