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Quienes diseñan las políticas públicas deben basar sus propuestas en distinciones de ideas claras

Vejez y envejecimiento, dos conceptos que son confundidos

En 2050, los adultos mayores serán mayoría en relación a la población entre 0 y 14 años. Por eso urge planificar esta nueva realidad. Foto: Archivo│El Telégrafo
En 2050, los adultos mayores serán mayoría en relación a la población entre 0 y 14 años. Por eso urge planificar esta nueva realidad. Foto: Archivo│El Telégrafo
26 de abril de 2014 - 00:00 - Silvio Aristizábal Giraldo/Cepsiger

Confundir envejecimiento y vejez, y asociar el envejecimiento únicamente con la vejez, son errores frecuentes no solo en “la gente del común”, sino también -lo que es aún más grave- en los responsables de diseñar las políticas públicas, quienes, como es apenas lógico suponer, deberían basar sus propuestas en distinciones conceptuales claras.

El diccionario de la Academia de la Lengua española define el envejecimiento como “acción y efecto de envejecer”. Vale decir que el concepto tiene dos significados: de una parte, el proceso y, de otra, el resultado de dicho proceso. El mismo diccionario define la vejez como: “cualidad de viejo”; “edad senil, senectud”. La vejez, por tanto, es el resultado del proceso de envejecimiento. Infortunadamente, es notoria la confusión entre los dos términos.

Haga usted, apreciado lector, el ejercicio de buscar en internet la palabra envejecimiento y podrá comprobar que un elevado número de entradas se refiere a la vejez y, en general, a los mayores de 60 años. Incluso los documentos de los organismos nacionales e internacionales cuando habla del envejecimiento, dejan la impresión de que el concepto es equivalente a vejez.

Pensar el envejecimiento como proceso -no únicamente como la etapa final de la vida- implica separar conceptos o categorías que tradicionalmente han sido analizados como si fueran sinónimos: envejecimiento “y” vejez. Si aceptamos que el envejecimiento es un proceso que comienza con el nacimiento y termina con la muerte, podemos, entonces, preguntar: ¿Por qué no hablar de envejecimiento y niñez?, ¿envejecimiento y juventud?, ¿envejecimiento y edad adulta? Y, por supuesto, “envejecimiento y vejez”, tomado el envejecimiento en la perspectiva del transcurso vital, es decir, de acuerdo con el principio de que vivir es envejecer.

Este cambio de paradigma, este “desnaturalizar” enunciados que se consideraban verdades absolutas, es tanto más urgente y necesario cuanto mayor es el desafío que enfrenta la humanidad por el envejecimiento poblacional. La revolución demográfica debida al control de los nacimientos, el aumento de la longevidad y el incremento de la población mayor de 60 años, constituyen retos sin precedentes para los estados, las sociedades y las familias.

Corresponde a la familia, instituciones educativas y medios de comunicación informar y educar a las nuevas generaciones en la perspectiva de que vivirán más sus padres y abuelos y, por ello, prepararse para un mundo con la presencia mayor de personas viejas. Las políticas gubernamentales sobre envejecimiento y vejez deberán ser diseñadas para responder a las necesidades de los viejos. Pero, igualmente, disminuir las injusticias e inequidades que garanticen a los ciudadanos de todas las edades vivir (envejecer) con dignidad, y tener una vejez en similares condiciones.

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