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La OMS advierte que las autoridades deben tomar más en serio esta realidad que va en aumento. cada 40 segundos en alguna parte del mundo una nueva persona toma esta decisión

Suicidio, escape silencioso de los adultos mayores

La depresión no tratada a tiempo es una de las causas que puede desencadenar en el suicidio. Cada vez existen más ancianos solos debido a que el rol de la familia también está cambiando. Foto: Natureworldnews.com
La depresión no tratada a tiempo es una de las causas que puede desencadenar en el suicidio. Cada vez existen más ancianos solos debido a que el rol de la familia también está cambiando. Foto: Natureworldnews.com
05 de septiembre de 2015 - 00:00 - Kléver Paredes B.

Los adultos mayores no amenazan: lo hacen y con métodos mortales. Sus actos no son impulsivos sino meditados, producto de un proceso de reflexión. Y, casi siempre, las pocas señales de aviso que manifiestan son más difíciles de detectar.

Estas son algunas de las características de la conducta suicida en los adultos mayores. Se estima que el 85% de los suicidios en los hombres ancianos es por ahorcamiento, armas de fuego y precipitación de lugares elevados, según una investigación de Pérez Barrero, presidente de la Sección de Suicidiología de la Sociedad Cubana de Psiquiatría.

Los factores médicos, psicológicos, sociales, el abuso en cualquiera de sus formas y, de manera especial, la depresión, incrementan el riesgo suicida en la vejez. A pesar de que el suicidio está presente más en los estratos de población joven y adulta, también en los ancianos constituye una significativa causa de muerte por el incremento poblacional. Se pronostica que para 2030 los casos se duplicarán.

Pérez Barrero pone especial énfasis en la depresión, porque los adultos mayores tienden a restar importancia a la tristeza, porque la consideran parte consustancial de la vejez, para “quejarse más de los síntomas físicos”. De esta manera, ellos mismos se consideran enfermos físicos y visitan a los médicos por esta razón, aplazando el inicio de un tratamiento antidepresivo eficaz y específico.

Los médicos que no están familiarizados con esta condición no podrán realizar el diagnóstico precoz y así el riesgo de suicidio emerge durante la “supuesta enfermedad física”. Al no tener mejoría, el adulto mayor, dice Pérez Barrero, comienza a pensar que su enfermedad es maligna, que le ocasionará una prolongada agonía y por ello opta por el suicidio para evitar los sufrimientos que avizora.

Las señales biológicas de la depresión como el insomnio, pérdida de peso, apetito y energía, acidez, digestiones lentas, palpitaciones, dolores en el pecho, espalda, lumbalgias, mialgias son atribuidas por el adulto mayor como enfermedad física. Si el médico no identifica esta forma de presentación con trastornos del humor, puede ocurrir que una depresión no suicida se convierta en una que sí lo sea.

Otro factor de alto riesgo de suicidio en la vejez es el maltrato al que son sometidos los adultos mayores. Puede ser físico, psicológico, sexual, económico, emocional o por omisión, descuido o negligencia en su cuidado.

Dentro de los factores de riesgo suicida en los adultos mayores, Pérez Barrero insiste en los psicológicos porque sufren sentimientos de soledad e inactividad; pasan aburridos, por la ausencia de proyectos vitales y con tendencia a revivir el pasado.

Igual sucede con los factores familiares, por la pérdida de seres queridos por muertes naturales o suicidio. Por ejemplo, el primer año de viudez para el adulto mayor es crítico porque puede ocurrir la llamada autodestrucción pasiva, evento que desencadena una depresión que altera el sistema inmunológico y facilita la aparición de enfermedades físicas.

El abuelo “ping pong”, cuando es llevado forzosamente de una casa a otra de sus hijos u otro familiar en detrimento de su comodidad y privacidad es otro factor que incrementa una conducta suicida.

En el caso de Ecuador los datos son muy generales sobre este tema. Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), indican que entre 1997 y 2009 murieron 1.200 adolescentes por año. De ellos, 1 de cada 2 falleció por accidentes de tránsito, caídas, ahogamiento, envenenamiento y lesiones autoinfligidas. El 24% de las adolescentes elige el suicidio como última salida. En 2012 la tasa de suicidio en el país se incrementó 3,4% respecto al año 2000. Por género, la tasa de suicidios femeninos disminuyó 8%, mientras subieron 9% los suicidios masculinos. No existen porcentajes de personas adultas mayores.

El informe del Observatorio Social de Ecuador revela que el suicidio es la segunda causa de muerte entre jóvenes de 12 a 17 años. Algunas causas: la migración de sus padres, depresión y tensiones.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que las autoridades deben tomar más en serio el suicidio. Cada 40 segundos en alguna parte del mundo sucede uno y afecta cada año a más de 800.000 personas, más que las víctimas de guerra o catástrofes naturales.

La OMS menciona que la mayoría de las personas que se suicidan tiene más de 50 años y el fenómeno afecta al doble de hombres que de mujeres. En uno de sus informes detalló que en 2012 la tasa de suicidios en el mundo era de 11,4 por 100.000 habitantes. Ese mismo año en Ecuador se registraron 1.377 suicidios, la mayoría de jóvenes entre 15 y 29 años, y mayores de 70.

Shekar Saxena, director del departamento de salud mental de la Organización Mundial de la Salud, considera que la cifra de 800.000 suicidios al año constituye “inaceptable”, ya que el fenómeno puede “evitarse” con una buena y efectiva política de prevención.

Por regiones, la tasa de suicidios más alta en 2012 se daba en los países del sureste asiático (17,7 por cada 100.000 habitantes). La tasa era de 6,1 en las Américas, 12 en Europa, y 10 en África.

En América Latina se dan situaciones muy dispares, con algunos países por encima de la media mundial, como Bolivia y Chile (ambos con 12,2), El Salvador (13,6) y Uruguay (12,1), y otros por debajo, en el caso de Brasil (5,8), Colombia (5,4), México (4,2) o Perú (3,2).

Quien tiene tendencias suicidas atraviesa por una etapa antes de culminar el acto de quitarse la vida. A esta se la conoce como parasuicidio, que equivale al conjunto de conductas donde “el sujeto en forma voluntaria e intencional se produce daño físico, cuya consecuencia es el dolor, desfiguración o daño de alguna función y/o parte de su cuerpo, sin la intención aparente de matarse”.

Lo más común en estos casos son autolaceraciones: cortes en las muñecas, autoenvenenamientos o sobredosis con medicamentos y autoquemaduras. Los mismos científicos indican que entre 15 y 30% de los pacientes que se autolesionan repiten la conducta antes de que se cumpla un año del primer evento. Entre 1 y 2% se suicidarán cuando transcurran entre 5 y 10 años después de la primera tentativa.

En México, en los últimos 30 años, el suicidio se incrementó hasta en 200%. Pese a que el número de casos aumenta entre adolescentes y adultos jóvenes, el primer lugar lo ocupan las personas de la llamada tercera edad. En más del 90% de los casos con rasgos de enfermedades psiquiátricas. Entre los principales trastornos estado de ánimo, siendo la depresión la más recurrente (más del 45%).

A la zaga continúan en la lista el daño a largo plazo por consumo de alcohol y otras drogas, así como la esquizofrenia.

El suicidio es prevenible

Para la OMS la limitación del acceso a los medios de suicidio es una forma de reducir el número de muertes. Otras medidas eficaces incluyen la información responsable sobre suicidios en los medios de comunicación, que deben evitar las manifestaciones sensacionalistas.

El seguimiento que realiza el personal sanitario a través de contactos regulares por teléfono o visitas domiciliarias a los pacientes que han intentado suicidarse, junto con el apoyo comunitario, es otro elemento esencial, dado que esas personas corren el máximo riesgo de volver a intentarlo.

“Independientemente de la situación en la que se encuentre un país en relación con la prevención del suicidio, se pueden adoptar medidas eficaces, incluso, solo en el ámbito local y en pequeña escala”, manifiesta Alexandra Fleischmann, investigadora del Departamento de Salud Mental de la OMS. (I)

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