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Ricardo iacub, doctor en psicología de la edad mediana y vejez, planteó este tema en una edición especial de la revista Voces en el fénix.

Masculinidades y dilemas durante la vejez

Con los años, el hombre va perdiendo su fortaleza física. Esto lo aleja de los ideales que socialmente se atribuyen al sexo masculino, aunque se generan espacios de prestigio por el conocimiento adquirido.
Con los años, el hombre va perdiendo su fortaleza física. Esto lo aleja de los ideales que socialmente se atribuyen al sexo masculino, aunque se generan espacios de prestigio por el conocimiento adquirido.
03 de enero de 2015 - 00:00 - Palabra Mayor / Ricardo Lacub

Voces en el Fénix, Argentina.-

Nuestra cultura poco se ha planteado acerca de la masculinidad y menos aún en la vejez. Los estudios más recientes advierten diversos grados de malestar que se presentan en los varones viejos, ya que esta etapa vital pareciera entrar en contradicción con las exigentes demandas acerca de este rol de género.

Cuando hablamos de los relatos construidos socialmente sobre el género o la edad, los entendemos como modos de guiar y dar significado a la vida. De esta manera es importante destacar cómo la sociedad construye el ser varón o el ser viejo generando espacios de posibilidad y prestigio, como en el lugar del ‘sabio’, pero también cómo ciertos relatos sobre la masculinidad excluyen la vejez, cuando las demandas de fuerza o potencia no admiten ciertos límites. Esto lleva a que los sujetos puedan incluirse, excluirse, empoderarse o desempoderarse ante dichos espacios simbólicos.

El objetivo de este artículo es presentar el malestar que generan las exigentes demandas que plantean los ideales hegemónicos masculinos en los varones adultos mayores, focalizando la importancia del trabajo, la fortaleza física y el erotismo en dichos relatos.

La edad y el género son dimensiones indisociables en la construcción de la identidad del ser humano, razón por la cual el estudio de los relatos producidos sobre ambas categorías resulta de gran valor para entender la conformación de sentimientos, malestares, proyectos y actitudes del varón viejo.

La cultura puede o no entramar las narraciones otorgándoles continuidades entre ambas, habilitar lazos de coherencia entre las narraciones, los cambios biopsicológicos del envejecimiento y los relatos sobre dichos cambios, y finalmente ofertar sentidos que faciliten organizar renovadas formas de masculinidad en la vejez.

Lo que daría cuenta de los niveles de bienestar o malestar relativos a las demandas culturales sobre la masculinidad frente a la capacidad de afrontamiento posible en la vejez.

Para conocer la articulación de las narraciones sobre la masculinidad en la vejez, sus demandas específicas y los modos singulares en los que se producen en cada varón viejo, utilizaré la perspectiva de la gerontología narrativa y de la teoría de los guiones.

El narrativismo entiende a la realidad como una construcción basada en relatos, lo cual determina que haya un importante margen de subjetividad, relativismo y creación. Las narrativas son un portal a través del cual las personas entran en el mundo, juegan un rol formativo, ayudan a guiar las acciones y son recursos psicosocio-culturales compartidos que constituyen y construyen realidades humanas. Las identidades culturales, familiares, grupales o individuales son exponentes de la incidencia de los relatos en la construcción de subjetividades.

Los escenarios son espacios de representación en donde se configuran prácticas sociales organizadas al modo de proyectos ofrecidos. A diferencia de los guiones fijos y relativamente inmóviles de las representaciones artísticas, estos encuentran múltiples relatos desde dónde establecerse, con contradicciones en los significados o luchas de fuerza por lograr el sentido, lo que genera una dinámica más rica y diversa, aunque no por ello sin algunas figuras del relato con relativa estabilidad.

En estos espacios hombres y mujeres de diversas edades asumen roles en las relaciones de género y edad, se comprometen en prácticas, y son afectados por dichos proyectos, tanto a nivel corporal como psicológico y social.

Finalmente los relatos sobre la edad y el género organizan escenarios sociales, entramados según jerarquías de poder, que atribuyen creencias, rasgos de personalidad, actitudes, sentimientos, valores, conductas y actividades que diferencian a los sujetos.

DATOS

La identidad de género es un producto cultural. Sucede en las diferentes etapas de la vida y se reajusta según el momento del ciclo vital en que se encuentra la persona.

El individuo no se hace de la noche a la mañana, forma parte de un largo proceso de socialización en el que internaliza los diferentes elementos de la cultura y la sociedad en que vive.

Las categorías humanas consideradas ‘masculinas’ son adquiridas por los varones mediante un complejo proceso individual y social, en vez de derivarse ‘naturalmente de su sexo’.

Por sexo se entienden los complejos componentes biológicos de la fisiología, que comienzan a desarrollarse desde el mismo momento de la concepción del ser humano. Alude básicamente a las diferencias físicas entre los sexos (los caracteres sexuales primarios y secundarios).

La importancia de la distinción entre sexo y género es una herramienta conceptual básica que sugiere cómo partes integrales de nuestra identidad, comportamiento, actividades y creencias individuales, son un producto social que varía de un grupo a otro.

Nuestro sexo biológico no prescribe una personalidad fija y estática. La distinción sexo/género sugiere que existen características, necesidades y posibilidades dentro del potencial humano que están consciente o inconscientemente.

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