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El Telégrafo
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La mayoría de los avisos publicados piden como requisito tener entre 25 a 35 años. El derecho al trabajo que señala la constitución todavía es una deuda pendiente para los viejos

La edad es motivo de discrimen laboral (Infografías)

Ante la falta de puestos de trabajo acorde a sus capacidades, el mercado informal se convierte en la principal alternativa para las personas mayores de 40 años. Ser viejo se convierte así en una doble carga. Foto: Fernando Sandoval / El Telégrafo
Ante la falta de puestos de trabajo acorde a sus capacidades, el mercado informal se convierte en la principal alternativa para las personas mayores de 40 años. Ser viejo se convierte así en una doble carga. Foto: Fernando Sandoval / El Telégrafo
05 de julio de 2014 - 00:00 - Kléver Paredes B.

“Asesor comercial solicita importante empresa, vehículo indispensable, edad entre 25 a 35 años…”, “Administradora contadora entre 25 y 40 años, título universitario…”, “Empresa pequeña importadora y comercializadora requiere contratar secretaria contadora CBA- CPA, experiencia 2 años, edad 24 a 28 años…”, “Arquitecto: control de obra, acabados, menor 35 años…”, “Cocinero: 25-35 años, actitud servicio, serio, formal…”.

Esta es una muestra de los anuncios clasificados que se publicaron el domingo 29 de junio de 2014, al igual que otros días, en uno de los periódicos de Quito. A simple vista parecen otro más de los típicos avisos, a no ser por un requisito similar entre ellos: la edad.  

Es decir, toda persona mayor de 40 años que busca un empleo queda fuera de toda posibilidad de aplicar y conseguir un ingreso económico para sustento suyo o de su familia.

Envejecer y peor ser viejo resulta ser una desventaja en el ámbito laboral. Los adultos mayores de por sí sufren un maltrato sicológico, físico o económico. A eso se suma el daño que provocan los prejuicios, la falta de consideración, valoración y discriminación laboral en una época donde se exalta más el valor de la juventud, en detrimento de la vejez.

¿Constituyen estos avisos clasificados un acto discriminatorio al condicionar o negar el derecho al trabajo por cuestiones de edad? Sí. Es más se contraponen a lo que señala la Constitución del Ecuador, entre los artículos 325 y 333, que reconocen el derecho al trabajo en todas sus modalidades. Lamentablemente en la práctica estos derechos todavía no se cumplen.

Si para quienes sobrepasan los 40 años, incluso menos es difícil emplearse, los mayores de 50, 60 o más de 70 años terminan por aceptar lo primero que les ofrecen, así sea mal remunerado. Lo contrario es engrosar las filas de la informalidad, de ahí que en las calles de cualquier ciudad se mire a muchos adultos mayores, sobre todo mujeres, en calidad de vendedores ambulantes. Sin duda, para ellos, las jornadas diarias van más allá de las 8 horas de trabajo, sin contar con seguro social o médico.

En lo laboral, los adultos mayores tienen una desventaja frente a los jóvenes, no solo por los prejuicios que hay contra la vejez sino también por el nivel de conocimientos y formación académica.

En los mismos avisos clasificados que se publican en los diarios y en los currículum se solicita como requisito indispensable conocimientos y dominio de programas relacionadas con las nuevas tecnologías.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) en su informe 2014, sobre la coyuntura laboral en la región, considera como desafío del proceso de transición demográfica la inclusión de las personas de edad mediana (40 y 50 años) frente a los jóvenes que tienen más acceso a los avances de los sistemas educacionales. Sobre las personas mayores de 60 años no se menciona nada.

En Ecuador, de 10 plazas de trabajo generadas 8 son del sector privado y 2 del público, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC). El 90% que accede a estos puestos es de jóvenes.

La Constitución del Ecuador también menciona el reconocimiento al trabajo no remunerado de autosustento y cuidado humano que se desempeña en los hogares, al igual que el servicio doméstico no remunerado. Los adultos mayores son parte de esta realidad. A ellos les tocó asumir por obligación el cuidado de los nietos frente a la migración masiva de sus hijos.

Un 6% en 2001 y 5% en 2010 se encargaban de este trabajo, sin remuneración alguna, de acuerdo a los datos del INEC.

Los programas en Ecuador, desde lo público o privado, que se ejecutan para los adultos mayores se han centrado en el envejecimiento activo o en la creación de ayudas económicas como es la entrega del bono de desarrollo humano a los mayores de 60 años.

Todavía está pendiente la generación de propuestas de reinserción laboral que aprovechen el conocimiento, experiencia y productividad. Desde la informalidad, los viejos siguen aportando en la economía de sus familias.

Vale la pena preguntarse, por ejemplo ¿cómo utilizar el conocimiento de los mejores profesionales jubilados en beneficio de las nuevas generaciones?

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